Capítulo 9 - La otra cara de la moneda

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Ya pasaba del mediodía cuando los cuatro pistoleros al fin avistaron Las Cuatro Esquinas. Desde un primer momento supieron que algo no andaba bien, había demasiado silencio. Dejaron los caballos ocultos a la sombra de los árboles y manteniéndose siempre fuera de vista se acercaron al poblado tanto como les fue posible.

Christie hija de Maribel, tras acostarse boca abajo en el suelo, examinó el interior del pueblo a través de la mira telescópica de Vasilisa y le habló a sus compañeros sobre lo que vio allí. Sobre el anciano y la muchacha de cabello carmesí que estaban reuniendo los cadáveres del resto de los pobladores, y llevándolos a la pira funeraria que habían construido frente a la posada, y sobre el elfo de cabellos negros que dormía acurrucado en una piel de lobo blanco, sobre una pila de cuerpos por cuyas heridas asomaba el aceite negro del Abismo. Justo antes de apartar el ojo de la mira alcanzó a ver a la niña de la capucha roja y también les habló de ella.

-Esto es problemático- dijo Wesley hijo de Leah.

Christie concordó con él. En las vestimentas de los cuerpos que formaban la pila había visto bordado el símbolo de la espada con la hoja envuelta en tallos espinosos, y sabía que eso solo podía significar una cosa: el Verdugo ya estaba al tanto de la existencia de la chica. Por lo que no tenían ni un segundo que perder, debían llevársela antes de que él se enterara de que sus sirvientes habían fallado y enviará otro grupo por ella, o peor aún, viniera el mismo a buscarla. Sin embargo el problema más inmediato eran en realidad los dos elfos, en especial el hombre. Pocos podían valerse solos contra un grupo de acólitos, sin lugar a dudas debía ser un mago excepcionalmente poderoso contra el que harían bien en evitar una confrontación directa. Lo que hacía muy probable que la tarea de eliminarlo recayera sobre ella y su Vasilisa. Claro que para Christie ese no era motivo de molestia, todo lo contrario, siempre le daba la bienvenida a una nueva oportunidad de demostrar que incluso los magos más poderosos de los elfos no eran rivales para un grupo bien preparado y organizado de pistoleros.

-¿Estás seguro de que no hay ningún carruaje en el pueblo?- preguntó Baxter de Puertas de la Medianoche acuclillándose junto a ella.

-A menos que lo hayan ocultado en algún callejón estoy completamente segura- respondió, pero por precaución volvió a echar un vistazo por la mira de Vasilisa.

-Eso no tiene sentido- alegó Baxter, -ningún noble viajaría solo y a pie, en especial si lleva consigo a una niña ¿A dónde creen que se dirijan?

-Irrelevante- contestó Wesley. -Estamos aquí por la chica y nada más, los elfos solo son un estorbo al igual que cualquier otra persona en el pueblo. Ya saben cómo es que debemos proceder en situaciones como esta.

-Sin testigos- dijeron Christie y Baxter al unísono.

Esa era la tarea más desagradable que pudieran verse obligados a realizar, nadie en su sano juicio disfrutaba ejecutando personas indefensas, pero todos sabían que tenían que hacerlo por necesidad. La Hermandad de Pistoleros era poderosa pero pequeña, sobrevivía solo gracias a su anonimato. Si los elfos llegaban a estar conscientes de su existencia mandarían a sus ejércitos a exterminarla, y habrían más soldados que balas. Christie se consolaba pensando que todo valdría la pena al final, algún día la hermandad sería la punta de la lanza del gran ejército de la oscuridad que expulsaría a los elfos usurpadores de las tierras que les pertenecían, las tierras que la Madre Oscura les había dado a sus hijos.

-Christie tu tomarás posición en el campanario del templo- le ordenó Wesley. -Desde su cima tendrás una vista completa del poblado, y con el favor de las Trece Madres el mago aun seguirá dormido para cuando lo tengas a tiro. Pero si ese no llega a ser el caso entonces toma la primera oportunidad que veas de eliminarlo, los demás no actuaremos hasta que tú lo hayas hecho.

La historia que ellos se contaronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora