Capítulo 43 - Anticipación de un futuro ya en marcha

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Quincey recordaba no haber desperdiciado ni un segundo en correr hasta la habitación de Bianca, aferrándose en su interior a la esperanza de hallarla allí dentro, probablemente sentada ante el tocador, aplicándose la capa de maquillaje matutino. También recordaba haber deseado que sus ojos lo estuviesen engañando cuando tras abrir la puerta vio únicamente a Flora, acostada sobre la cama, enrollada de pies a cabeza en sabanas de tal forma que casi parecía ser una especie de oruga enorme. Mas esos recuerdos eran vagos, algunos de sus detalles ya se habían perdido a la marcha del tiempo, tan implacable para los mortales, y eso era de hecho conveniente, puesto que recalcaba la insignificancia que poseían, en particular al comparárseles con la magnitud del recuerdo que les sobrevino; el recuerdo del descubrimiento de una sensación totalmente nueva y difícil de describir. Era similar a sofocarse a pesar de que se era capaz de respirar con normalidad, era como estar atado de manos y pies, cuando aún se podía caminar y estirar los brazos con total libertad. Se sentía como haber perdido los sentidos del tacto y del gusto, junto con el habla, y la capacidad de distinguir colores.

La pregunta que Quincey iba a hacerle a la guardiana de juramentos, quien lo observaba con una combinación de sorpresa y fatiga, no llegó a salirle de la garganta. Pero no porque realmente ya no le fuera posible pronunciar palabra alguna, sino porque el mundo ya no era el mismo de antes, el mismo de apenas hacía un par de segundo, o por lo menos ya no parecía serlo. Quincey se creyó súbitamente abandonado, dejado atrás a un lado del camino; el camino llamado historia.

"¿Qué será de mi ahora?" fue uno de los pocos pensamientos coherentes que le cruzó por la mente en ese momento.

Apenas sintió el golpe que le propinaron en la parte de atrás de la cabeza al instante siguiente, y no llegó a hacerse consciente de que había caído de rodillas al suelo hasta que reparó en que se hallaba mirando viejos tablones de madera, junto con las hojas manchadas de sangre seca de varias espadas que enseguida rodearon su cuello.

-Reconozco el rostro de este- anunció una voz, que a sus oídos les pareció que provenía de muy lejos hacia el este de allí, pese a que la persona que había hablado en realidad se hallaba parada justo a su lado-. Lo vi en compañía de Garrett y la dama Torre de Cristal días antes del ataque, también había otro hombre con ellos, creo que era uno de esos caballeros de Sanguis.

-Los caballeros son solo marginalmente mejores que el resto de los magos- espetó otra voz, lejos hacia el oeste... que era en realidad a menos de un metro de distancia.

-¿Dices que son mejores?- el hombre que realizó esa pregunta se paró frente a Quincey, quien hizo el intento de alzar la cabeza para verle la cara, pero se descubrió carente de fuerzas con que poder hacerlo- ¿Acaso no has estudiado tu propia historia, Onésimo? El Señor del Terror, creador de la nigromancia y origen tanto de los otros azotes como de la mismísima Gran Sombra, fue una vez el Rey Arthur de Ávalon, el primero de los caballeros. Es por su culpa que jamás podemos permitirnos el lujo de bajar la guardia a la sombra de esta cordillera maldita, es precisamente porque él existió que todos nosotros tenemos que vivir hoy en día en esta miserable roca, en este mundo repugnante de umbras. No mi amigo, los magos que portan espadas y visten armaduras son de hecho peores que el resto, pues cuando magos regulares al menos nacieron como el resto de los hombres, los caballeros fueron concebidos por el miedo mismo, por la maldad encarnada.

Esas palabras cargadas de odio fueron pronunciadas con absoluta serenidad, no buscaban enardecer los corazones de otros, sino meramente exponer una idea que se consideraba simple y llanamente la más pura verdad. Quincey sintió que se le rompía el corazón después de escucharlas, generaciones de fiel servicio al reino y a su gente, un centenar de batallas luchadas en compañía de las legiones; hombro con hombro con soldados regulares, toda esa honorable y orgullosa historia echada por tierra así como si nada, por culpa del antiguo Rey del Oeste. Peor aún, ¿qué estaba insinuando ese hombre? ¿Qué los caballeros no nacían del vientre de mujeres como el resto de la gente? ¿Era posible que en verdad pensara que surgían de la nada con el único propósito de causar tanto daño como pudieran? La idea no era nada más absurda, también era muy ofensiva; incluso los monstruos de sangre negra tenían una madre en la forma del Abismo.

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⏰ Última actualización: May 02, 2019 ⏰

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