Wayward Daughter. Chapter 1.

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Era el fin del mundo. Eso era todo lo que veía. La pesadilla que nunca acaba del Apocalipsis que me rodeaba como si no fuera nada mas que un evento casual que se tiene que seguir. Miraba a mi alrededor para saber si era algo de lo que podia escapar, pero no podía hacerlo. Estaba atrapada. Corrí por la calle buscando con la mirada alguna persona que pudiera explicarme que era lo que pasaba.

El cielo retumbaba contra mis oídos distrayéndome de mi principal objetivo. Jamás en mi vida había visto el cielo de esa manera, y me daba miedo averiguar porque parecía que caería sobre mí en cualquier momento. Los truenos eran una pesadilla y los relámpagos que se espacian por el gris y negro del infinito arriba de mí solo me hacían querer esconderme debajo de una piedra.

Los edificios estaban destruidos, llenos de manchas negras porque fueron consumidos por el fuego que en algún momento los embargo. No sé a donde me dirigía, solo sabía que si seguía caminando en esta dirección encontraría algo importante. Seguí corriendo sin idea de lo que encontraría en mi destino y paré cuando escuché el sonido de disparos. Hacía años que no escuchaba a una ametralladora ser disparada, y escucharla ahora era extraño. Seguí el sonido de las armas siendo descargadas en un edificio alto de color ladrillo lleno por todos lados de vegetación.

Llegué hasta donde parecía ser la entrada a la propiedad y me detuve esperando a que algo pasara. No vi nada, y solo oí silencio hasta que a unos cuantos metros escuché ramas secas romperse. Alguien estaba caminando cerca de donde me encontraba. No alce mi voz, solo me puse alerta. No tenía armas con las que defenderme pero mis puños me tendrían que servir de algo.

Seguí el sonido seco de pasos hasta que logré divisar a un hombre que se dirigía al jardín del edificio. No hice esfuerzos por llamar su atención, pues no parecía correcto hacerlo. Se detuvo un momento al ver algo en el jardín, luego una voz habló por él.

—Oh. Hola, Dean.— la voz era calmada y pacifica.

Miré escondida entre los arbustos lo que sucedía en la entrada de ese jardín y el hombre que acaba de entrar allí. Observé con atención y me di cuenta que el hombre vestido de traje blanco, elegante y apuesto tenía a sus pies un cuerpo que se encontraba inerte con el cuello ligeramente tornándose morado. Sabía lo que eso significaba, pero con anterioridad ya había visto cosas peores.

—Si que eres una sorpresa— habló el hombre de blanco, mientras al que seguí pareció incomodarle los rayos en el cielo.

No aparté la mirada de ambos en ningún momento, pero cuando volví a escuchar esa voz pacifica el hombre de blanco estaba detrás del hombre al cual yo había seguido, y según se llamaba Dean.

—Has recorrido una gran distancia solo para ver esto, ¿no es cierto?— un estruendo sonó añadiendo a la tensión del momento.

—Vamos, hazlo. Mátame— no pude evitar tensarme ante las palabras del hombre llamado Dean, pues eran dichas con tal rencor y enojo que era imposible concebir que existiera dentro de una persona.

—¿Matarte?— dijo el hombre de blanco viendo el cuerpo detrás de Dean —¿No crees que eso seria algo redundante?— soltó un suspiro como si algo le pesara. —Lo siento. Debe ser doloroso hablar conmigo en esta forma, pero tenía que ser tu hermano. Tenía que serlo.

El hombre de blanco quiso tomar el hombro de Dean, pero él solo se alejó como si sintiera asco de solo pensar en eso.

—No tienes porque temerme, Dean.— dijo el hombre de blanco despreocupado —¿Qué crees que voy a hacer?— sus palabras no insinuaban hostilidad, pero de alguna forma presentía que esa era la razón por cual las decía.

—No lo sé, tal vez freír el centro de la Tierra.— respondió Dean con verdadera furia en su voz sin apartar la mirada del hombre de blanco.

—¿Por qué?— se giró a verlo —¿Por qué iba a querer destruir esta cosa maravillosa? Hermosa en trillones de maneras diferentes. La última creación perfecta de Dios.— una pausa. Ambos hombres de miraron con intensidad. —¿Alguna vez escuchaste la historia de como caí en desgracia?

Sin duda para mí esto era un circo de monos pues no entendía ni una sola palabra de lo que estaba sucediendo.

—Oh Dios, no me vas a contar esa historia, ¿verdad? Mi estomago casi se hace bilis.— respondió Dean.

—¿Sabes por qué Dios me expulso?— Dean solo espero —Porque yo lo amaba, mas que a nada. Y después Dios los creo... A ustedes.— su tono era despreciativo al decir eso. —Los pequeños simios sin pelo. Y después Él nos ordenó a todos hacer reverencia ante ustedes, a amarlos a ustedes más que a Él. Y yo dije: "Padre, no puedo. Estas criaturas humanas son imperfectos, asesinos". Y por eso Dios le ordenó a Michael arrojarme al Infierno. Ahora dime, ¿el castigo le queda al crimen?

Pensé en sus palabras, y aunque no entendía mucho sobre el problema principal entre ambos, en esa pequeña historia que contó parecía descargar no solo una historia de origen, pero su desprecio por lo que entendía somos los humanos, y no creía que el castigo fuera justo para ser honesta.

—Mira lo que seis billones de ustedes le han hecho a este lugar, y cuantos de ustedes me culpan de ello.

—Sabes que no me engañas, ¿verdad? Con esta mierda de la simpatía por el Diablo. Yo sé lo que eres.— dijo Dean con enojo.

—¿Qué soy?

—Tú eres lo mismo, solo que más grande. La misma cucaracha que he aplastado durante toda mi vida. Un feo, malvado y supernatural pedazo de mierda. La única diferencia entre ellos y tú, es el tamaño de tu ego.

Al hombre de blanco parecía divertirle las palabras tan atrevidas de Dean, pues estaba sonriendo con complacencia.

—Me agradas, Dean. Ahora entiendo lo que los otros ángeles ven en ti. Adiós. Nos volveremos a ver muy pronto.— dijo el hombre de blanco dandole la espalda a Dean, comenzando a caminar lejos de él.

—¡Mas vale que me mates ahora!— Dean alzo su voz deteniendo la salida del otro sujeto.

—¿Perdona?— preguntó el hombre de blanco en confusión.

—Mas vale que me mates ahora.— volvió a repetir Dean. —O te juro que encontrare la forma de matarte, y no me detendré.

—Yo sé que no lo harás— respondió el otro sujeto acercándose a Dean con fascinación. —Y sé que tampoco le dirás que sí a Michael. Y yo sé que tampoco mataras a Sam. Lo que sea que hagas siempre terminaras aquí. Cualquier decisión que tomes, cualquier detalle que alteres, nosotros siempre terminaremos... aquí. Yo gano. Así que yo gano.

—Estas equivocado— dijo Dean con una voz casi ahogada en cualquier sentimiento que tuviera atorado en la garganta.

—Te veo en cinco años, Dean.— dijo como última palabra para luego desaparecer del lugar.

Me quedé estática en mi lugar sin entender muy bien que fue lo que había pasado. Y sin saber porque soñaba tales cosas sin sentido, me desperté. Me sentía perdida, pero había algo que me hacía sentir como si yo formara parte de ese descabellado mundo de terror. Y no era verdad, pues en mi vida había visto a cualquiera de esos dos hombres o visto una ciudad tan destruída como esa.

Abrí los ojos despertando en mi cama, en mi habitación de mi apartamento. La completa oscuridad invadía cada pequeño rincón del lugar con un poco de luz que se colaba por las cortinas de mi balcón. Respiré con profundidad pues ese fue uno de los peores sueños que jamás haya soñado, una maldita pesadilla mas bien. Me incorporé en mi cama para poder salir de ella y dirigirme a la cocina. Necesitaba un trago de agua pues mi garganta estaba seca y algo con que secarme el cuello ya que lo tenía sudado.

Maldije para mis dentro pues lo que soñé no tenía nada de sentido para mí. Jamás he conocido a alguien que se llame Dean, o personas con esas caras que estoy segura que de haberlos conocido los recordaría. Decidí que ese sueño o fuese lo que fuese no era nada, tal vez el regusto de una película de terror de zombies o algo sin importancia. Regresé a la cama lista para descansar de verdad esta vez puesto que apenas eran las dos de la madrugada y dentro de dos días regresaba al trabajo. Debía descansar.

Wayward Winchester. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora