Wayward Sons. Chapter 50.

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Ya habían pasado siete horas desde que Claire dijo que sí. El motor del Impala rugía en el silencio de la carretera húmeda bajo el caucho. Sam mantenía la mirada puesta en el camino adelante de él tratando de no perder el control ante la incesable lluvia sobre el parabrisas. Las gotas de agua que daban contra el vidrio creaban de rato a rato notas de música que ninguno de los dos podían seguir. Gabriel miraba a Sam a cada treinta segundos casi esperando encontrar a Sam mirándolo.

—Gabriel, ¿quisieras dejar de mirarme? Me estas poniendo nervioso.— dijo Sam por fin llenando la cabina del auto.

Gabriel solo miró a Sam comprendiendo con exactitud el comportamiento tan nervioso. No le dio guerra, y no quiso ponerlo que un humor peor así que lo dejo en paz. Regresó la mirada a la ventana en silencio dejando que el vapor de su aliento lo entretuviera al hacer figurillas en la superficie transparente.

—¿Qué traes?— preguntó Sam extrañado de que Gabriel no respondiera con su usual nivel de sarcasmo o ingeniosidad.

—Pensé que querrías hablar, pero sigues sin hacer preguntas.— contestó Gabriel girando su cuerpo para poder ver mejor a Sam.

—¿Sobre que iba a preguntar? Azrael dejó claro lo que quiere. Balthazar... bueno ya sabemos porque y como regreso. Y tú... Tú sigues siendo una caja de Pandora.— la respuestas de Sam eran vagas y Gabriel notó que él estaba cansado.

—Sam...— el susodicho volteo a verlo un instante —¿Quieres que conduzca?— la pregunta bien intencionada del arcángel fue recibida con una mirada llena de alerta de Sam.

—¡Claro qué no!— gritó el gigante volviendo la mirada al camino. —Dean apenas me deja usar el carro. No te voy a dejar usarlo.

—Vamos, no soy tan malo para conducir— dijo Gabriel encogiéndose de hombros pero una mirada culpable en los ojos.

—Respuesta es no. Estoy cansado; sí, pero no te voy a dejar conducir.— sentenció Sam sin apartar los ojos del frente.

—Bueno, al menos déjame ayudarte— Gabriel se recorrió en el asiento hasta quedar a una distancia de piel a piel de Sam. Sam lo miro un segundo y luego notó la falta de espacio personal que había entre ellos.

—¿Qué estas haciendo, Gabriel?— el arcángel extendió una mano a la frente del cazador mientras Sam intentaba no perder el control del auto.

—Si me dejas, tal vez tratare de quitarte un poco de cansancio de encima. ¿Puedo?— antes de que su mano tacara la frente de Sam lo miró esperando aprobación lo cual era extraño en el arcángel de hacer.

—Sí, claro— aprobó Sam esperando el toque del arcángel sobre él.

Gabriel hizo lo que dijo y al instante Sam se sintió liviano, y fresco como si acabara de levantarse de una siesta de dos horas.

—Gracias, Gabriel. Necesitaba algo de eso— suspiró Sam al tiempo que dejaba que sus hombros se relajaran un poco —Oye, ¿estas bien?— notando un bostezo en los labios del celestial Sam se encontró preocupándose de él.

—Digamos que cambie tu cansancio por un poco de mi energía. Ahora, si no te molesta voy a dormir un poco.— Gabriel se inclinó sobre el asiento pero con su cabeza terminando reposando en las piernas de Sam. —No salgas con tus comentarios sarcásticos, Jumbo.

—Los ángeles no duermen.— comentó Sam en un suspiro.

—Si lo hacen cuando les falta la mitad de su aureola, un ala y tienen la costumbre de dormir—respondió Gabriel bostezando aun mas acomodando su cabeza en la pierna de Sam. —Te veo en dos horas.

Wayward Winchester. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora