44

783 86 7
                                    

Andrew

Así que ¿Te gusto? —pregunté haciendo que se borre la sonrisa de sus labios.

—¿Te golpeaste la cabeza en el juego, verdad? —podía ver como se acomodaba ligeramente los lentes, los empezó a usar hace poco y le da un aspecto tierno aunque se empeñe en demostrar lo opuesto.

—¿Por qué me has estado cuidando entonces?

—Soy buena persona —mantenía su mirada fija en el suelo, daba respuestas cortantes e incluso la impresión de sentirse incómoda conmigo, eso confirmaba muchas de mis sospechas.

—De todos modos, no era tu obligación porque no me conoces, debo gustarte demasiado —mi lado egocéntrico había brotado, había muchas cosas que me inquietan con esta mujer y necesitaba aclarar algunas cosas.

—Eres demasiado inmaduro, la gente cuida a las personas que lo necesitan porque les nace no necesariamente porque tiene sentimientos por otra ella.

—Esa respuesta viniendo de la mujer que reflejaba la alegría del mundo en sus ojos cuando desperté no dice lo mismo.

—¿La alegría del mundo? Deja la cursilería Andrew

Mientras estaba en estado de coma podía oír pocas cosas, no completamente, fragmentos pero eso no era todo, no estaba en un sueño latente, estaba en un mundo donde la conciencia y la fantasía convivían todos los días, había ocasiones en las que  sentía que estaba despierto pero no podía moverme, estaba solo, en una habitación del Darson por lo que las enfermeras decían y gritaba desesperado que alguien me ayudara pero mi voz no salía de mi garganta, el miedo me hacía pensar que era una pesadilla y eso creí, el ciclo se repetía cada día durante estos cuatro años, era una tortura no poder entender diálogos, asimilaba pequeñas partes de todo, a veces sólo una palabra y eso volvía difícil mi misión de permanecer cuerdo.

Tenía la sensación de que personas sujetaban mi mano, me guiaba por el tacto y  podía reconocer a la perfección a mis padres, a Tomás, mi eterno compañero y a  Car...  Su mano era cálida y suave, cuando la sentía podía dormir por fin, un día algo distinto pasó, una nueva persona había llegado, su mano temblaba y era fría, tan fría como un cubo de hielo.

Con el tiempo me convencí que esto no era real, que probablemente me había quedado dormido en aquel bar al que fui con mi clase después de beber demasiado y por eso tenía la sensación de oír y sentir cosas, del mismo modo cuando estás dormido y alguien enciende la televisión cerca de ti, haciendo que confundas  ambas realidades.

A pesar de vivir en este sueño largo aquella mano no me soltó, se aferraba tanto a mí y como me hacía compañía en la sosobra en la que me encontraba  me acostumbré a ella, me ayudaba a tener momentos de paz.

Al despertar, lo primero que vi fue a la portadora de tal energía sombría y calmante, me sorprendió saber que en verdad me encontraba en el Darson, que no era imaginación mía pero sobretodo me había sacado de onda no haber visto a Cariba.

—Veo que tu seguridad terminó —su voz me sacó de las divagaciones que tenía, aún sujetaba su mano y estaba seguro que era ella, era Ciel, su piel siempre está fría a pesar del calor.

—No es eso, es sólo que las mentiras me dan náuseas —añadí, no comprendía de dónde estaban saliendo estas palabras crueles.

—¿Ahora miento? ¡Ya basta! Estoy cansada, es un parque de diversiones y sólo nos subimos a una atracción además no paras de decir tonterías —estaba más allá de su límite, lucía furiosa y cansada.

—Entonces, dime ¿por qué tus ojos me están diciendo otra cosa?

—¡Con un demonio! Está bien de ¿acuerdo? Lo admito, me gustas ¿Y qué? ¡Eres el novio de mi hermana! Me parece inmaduro y cruel que me hagas admitir algo que no va a cambiar nada, sólo por el simple placer de elevar tu ego —reconozco que me había pasado de cretino  pero sus ojos se habían transformado en un par de llamas debido a  la furia que sentía.

Para Andrew [En Edición] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora