El pasado de Tiffany

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Después de la última clase, de camino a casa, no pude evitar pensar en Marmalade.

Había estado tan concentrada en atender a la clase que no me había fijado en si estaba o no presente en su pupitre, y tampoco ella me había vuelto a dirigir la palabra después de que hubiese tirado los folios a la papelera. Fue como si después de esa conversación se desvaneciera.

Me giré para contemplar la puerta del instituto antes de cruzar una esquina. Contemplé a los chavales que bromeaban en la entrada, y el flujo de gente que emanaba hacia la calle indicando el final del periodo de clases por ese día.

No vi a Marmalade por ningún lado, así que me giré de nuevo para seguir mi camino de vuelta a casa. Crucé la esquina mientras me preguntaba qué día era. Había estado tan en las nubes que se me había olvidado incluso eso.

Sin dejar de caminar me llevé el dedo índice a la boca para morderme la uña mientras mascaba mi mente en busca de la fecha.

-¡Ey, Ella! -Una voz masculina algo conocida me detuvo e hizo que volviera al presente. Era Stephan, el joven humano de pelo negro con el que parecía haber congeniado en mi primer día. Vi que venía corriendo, estaba apenas a 5 metros de mi cuando se paró en seco, miró a los lados y después llegó hasta mí caminando como si no tuviera ninguna prisa.

Ese comportamiento hizo que mi ceño se frunciera ligeramente. Iba a preguntarle si ocurría algo cuando él soltó una pregunta social mientras agachaba su postura como signo de que estaba cansado de correr. -¿Qué tal todo?-

Yo puse cara de incredulidad y luego fingí que todo era normal. -Pues bastante bien. ¿Y tú? -Dije mirándole a los ojos.

Él asintió jadeando para recuperarse de la carrera y cuando se dio cuenta de que le estaba mirando bajó la mirada. Yo no pude evitar preguntar: -¿Ocurre algo?-

Él asintió de nuevo. Ese comportamiento me estaba desquiciando. Pero de pronto empezó a hablarme sobre su vida y a caminar en una dirección al azar que, quizá por mera casualidad, era la dirección por la que tenía que ir yo.

-Estoy harta de Tiffany. -Me dijo con un tono algo apagado pero sincero.

Yo me sorprendí. -¿En serio? -No tanto por el hecho de que estuviese harto, porque, seamos sinceros, es una chica algo insufrible; si no más porque me lo estuviese contando a mí: ¡A MÍ! <Yo, Ella, una chica de segundo curso que lleva, ¿cuántos? ¿4 días en Goliard?> La verdad, no me acordaba de cuántos días llevaba ahí metida (o mejor dicho, noches). Sólo sabía que se me había hecho largo y que estaba tan en las nubes que había perdido casi totalmente la noción del tiempo.

-Sí, en serio.

-¿No tienes más amigos?-

Él se extrañó por mi pregunta. Era obvio que no me había explicado. -Quiero decir...¿por qué me lo cuentas? Ósea, no tengo problema en que me lo cuentes pero, no sé, ¿no tienes nadie más de confianza...?-

Él puso los ojos en blanco y me cogió del brazo dándome un tirón. -Te estás rayando más de la cuenta.

-¿Yo? Bueno, la verdad es que sí. ¿Qué querías decirme?

-Yo creía que estaba mal, ¿pero tú? -se ahogó en una carcajada. -¿De dónde has salido?-

Yo titubeé en si era una pregunta que debía contestar o era una de esas preguntas que se dejan en blanco. -Hmm, ¿de Washington?-

Él volvió a reír mientras seguía caminando. Sentí como aligeraba el paso cada vez más. -Hablemos de mí, luego volveremos a ti.- Yo asentí para que continuara. Tanta bobada me había puesto en interés y realmente quería saber qué pasaba con Tiffany aunque no fuera más que por mero chisme.

Cuando ves llorar a una vampiresa de ojos negros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora