Biblioteca de Camilton.

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Traté de no darle mucha importancia, quise creer que simplemente se había ido. 

La busqué fuera, pero nada. Pensé en llamarla pero caí en la cuenta de que no me había dado su número de teléfono. -¡Porras! -Me encogí de hombros. -En fin, tendré que irme a casa sola. -Empecé a caminar, aun era de noche y estaba oscuro. Hacía frío y no paraba de comerme el coco pensando en lo que me había dicho el doctor, sin duda estaba equivocado, pero ¿por qué Kathe se había ido así? <Espero que esté bien.>

La noche siguiente, cuando fui a clase, Kathe no estaba. Traté de actuar con normalidad y de evitar a la gente para que nadie se metiera conmigo, pero de repente, cuando miré las caras de los demás, sus expresiones eran distintas. Ya no estaban enfadadas, ya no me miraban como si fuera una asesina, no había círculos de gente a mi alrededor cuchicheando. Era un instituto con apariencia normal; todo había vuelto a ser como antes. 
Estaba deseando contárselo a Kathe, pero no sabía nada de ella.

Pasaron unos días y todo había vuelto a la normalidad para mí. Hablaba con mis compañeros, les prestaba mis deberes de vez en cuando, compartíamos apuntes,... era como si estuviese en el instituto de Washington otra vez. 
De Katherine nadie sabía nada, pero yo no me había olvidado de ella. Cada vez que recordaba su rostro con esos ojos grises un escalofrío volvía a recorrer mi cuerpo como la primera vez.

Había preguntado a algunos compañeros, pero nadie sabía a quien me refería. Les decía que era la hija del Alcalde, pero me decían que no están muy metidos en la política. Era como si se hubiese esfumado. Pero yo miraba la lista de nombres de la clase que tenía el profesor encima de su mesa y ahí estaba: "Katherine de Camilton". 
Existía, era real. Y si era así el profesor Greg tenía que saber algo, o acordarse de algo. Estaba a punto de preguntarle según salían los demás de la clase cuando recordé las palabras de aquel médico que me había parecido retrasado del todo en aquél momento: "...Pero si tienes tus dudas, puedes ir a la Biblioteca de Camilton y consultar todo." 
-¡Eso es! ¡La Biblioteca!
-¿Pasa algo jovencita? -Me miró Greg asustado del grito que había pegado de repente.
Le miré entusiasmada. -Señor Profesor, ¿dónde está la Biblioteca de Camilton?-
Él reflexionó. -¿Te refieres a la Biblioteca Oficial, donde se guardan todas y cada una de las publicaciones que alguna vez han existido y, ¡donde puedes encontrar absolutamente todo!?
-Emm, ¿sí? -Me asusté. Ahora el que estaba entusiasmado era él.
-¡Es la mejor biblioteca del mundo! -Exclamó agitando los brazos. -¡Yo te llevo! 
-¡Genial! ¿Pero no tiene que dar otra clase ahora?
-Oh, porras. -Bajó los brazos. -Es igual, quiero llevarte yo. 
-¿No puede indicarme cómo ir y ya está?-
Se rascó la cabeza. -Verás, es un sitio bastante alejado del centro, es difícil llegar sin coche y...-
Supuse que me estaba dando excusas para que le esperara. Así que acepté.

Esperé a que saliera de su clase y me llevó hasta un mini coche gris de un aspecto sucio y que sólo tenía dos asientos. Me monté en él y Greg condujo en silencio, primero por las carreteras de las calles cerca de Goliard, luego llegamos a una rotonda, y desde ahí por una carretera que, aunque era recta, tenía muchos baches. No había ni un coche delante nuestro. Parecía que no era una zona para nada usual. 

Miré por la ventana. Sólo había bloques de edificios que parecían apartamentos y grandes almacenes.
-Esto es lo que se suele llamar las afueras de Camilton. No hay nada interesante por aquí, ¡pero en 10 minutos llegaremos!
-Gracias por traerme, Señor Profesor.
-Oh, por favor, llámame Greg. ¿Y qué estás buscando, para ir tan lejos? 
-Estoy buscando... a una persona.
-¿A una persona? ¿Has perdido a alguien? -Rió. Creo que era la primera vez que veía reír al profesor.
-Más o menos. Katherine de Camilton, ¿le suena? -Me atreví a preguntarle. Si decía que no, estaría claro que yo estaba loca de remate.
-Katherine de Camilton... Sí, me suena. Estuvo en Goliard, ¿no?
-¡Sí! ¿La conoce? -
Negó con la cabeza. -No le pongo cara ahora mismo. -Hubo un silencio en el que me dio tiempo a meditar lo decepcionada que estaba, aunque al menos no había perdido la cabeza. -Pero tranquila, seguro que la encuentras. -Me sonrió.

Cuando ves llorar a una vampiresa de ojos negros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora