El pasado de Marmalade.

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A Marmalade le hacía más ilusión ver a mi madre de lo que me imaginaba.

No estaba segura de si se habían visto antes, quizá en alguna ceremonia del instituto. Quise preguntárselo pero no supe cómo salir del silencio incómodo que nos rodeaba.
Un silencio extraño, ya que Marmalade siempre solía darme conversación. De hecho creo que era la primera vez que nos quedábamos en silencio.

Eché la vista atrás en el tiempo. No recordaba haber presentado a Marmalade con mi madre, ¿por qué tendría tanto interés ella en verla?
<Seguramente se preocupa por las personas.> La miré esbozando una sonrisa como cuando ves a un bebé dormidito en su cunita.
Aunque pronto me daría cuenta de que no. No era ella la que se preocupaba por las personas en general, ni siquiera tenía la pinta que suelen tener las personas amables; pero era la única razón que cabía en mi cabeza en ese momento de por qué me estaba acompañando.

-Pasa algo, ¿Parker? -Su voz me sacó de mis pensamientos.
Me sorprendí. Era la primera vez que alguien del instituto me llamaba por mi apellido, el apellido de mi padre. -¿Qué? No, nada. -Me quedé pensando. -¿Cómo sabes mi apellido?-

Ella sonrió. -Lo dijo la profesora cuando te presentó a la clase.-

Yo ni pensé en su respuesta. -Ah, claro, claro. -Simplemente asentí. -Ya estamos llegando.
-Genial. -Sonrió.

Unas calles después llegamos a mi casa, abrí la puerta usando la copia de llaves que tenía. -¡Hola mamá, ya estoy en casa! -Exclamé. Pero nadie contestó. No había un sólo movimiento. -¿Mamá? -Me asusté pensando que quizás podía haber salido de casa sola, o peor, haberse desmayado otra vez.

Subí las escaleras para averiguarlo y la encontré en la habitación contemplando un joyero viejo. -Oh, Ella, no te había visto.
-¿Estás bien?
-Sí, sí. Claro. ¿Y tú?
-He venido con una amiga, tenemos que... ¿Estudiar? -Titubeé. -¿Quieres que te la presente?
-Sí, claro...

-En realidad. -Irrumpió Marmalade de pronto. -He venido a ver como estaba. Espero que no la moleste.
-Oh, no, para nada. De hecho últimamente estoy muy sola. -Dijo mirando hacia algún vacío elevado, como si estuviera delirando.
-Mamá, es una amiga. Sólo se quedará un rato; no es que se vaya a mudar. -Dije yo amablemente para que mi madre no se hiciera falsas ilusiones.
-Le he traído mermelada de fresa, mi favorita. -Le tendió un bote como sacado de la nada a mi madre.
Ella lo cogió. -Oh, vaya gracias.
-Es de las mejores, espero que le guste.-
Yo estaba flipando. No podía creer que Marmalade estuviera siendo tan extremadamente maja con una persona que acababa de conocer. <¡Si ni siquiera tienen la misma edad!> Pensé yo. <¿Por qué se llevan tan bien?>

Marmalade me miró con una sonrisa dulce, como la que había puesto desde que había entrado a casa, como si supiese lo que pensara, y decidió prestarme atención de nuevo, ya que me había dejado en segundo plano totalmente.
-¿Me enseñas el resto de la casa? -Dijo.
-Claro. -Procedí a ello, y la llevé por el pasillo. -Este es mi cuarto. -Dije. Pero no podía sacarme de la cabeza esa actitud tan sospechosa que había tenido. Eso hizo que mi mirada se viera algo perdida.

-Ella, ¿estás bien?-

Yo volví en mí al escucharla. -¿Eh? Sí.

-Es terrible, lo de tu madre. Pero me alegro de que ya esté en casa, a salvo. Se la ve bastante bien. -Sonrió.

-Eh...sí. -Esa actitud otra vez. Me estaba desquiciando. Aunque tal vez me estuviera preocupando sin motivo me dispuse a abordar el tema, o al menos a intentarlo. -Oye, ¿pero qué te pasa?

-¿Qué?

-¡Que qué te pasa!

-¿Qué me pasa con respecto a... qué?-

Yo me enervé. Pero necesitaba calmarme si quería que Marmalade me entendiese. Así que respiré hondo. -Esta actitud que tienes desde que hemos salido del colegio, no...

-¡Instituto!-

Me sobresalté. -¿Qué?

-Instituto, se dice instituto, Ella. No somos niños. -Cerró los ojos, como con actitud sabionda. A mí se me agotaba la paciencia.

-Bueno, vale. Instituto. Da igual. ¿Qué pretendes? ¿Caerle bien a mi madre? ¿Para qué? No te he visto ser amable nunca con nadie, no entiendo por qué te portas así de bien. ¿Qué quieres?-

Ella se sentó en la cama de mi habitación y me miró a los ojos con una sonrisa triste, y con los ojos aguados. Yo me senté también, dudando de si al fin y al cabo debería haberla dicho eso o no.

-Cuando yo era más joven, mi familia y yo tuvimos que mudarnos a este pueblo, porque donde vivíamos estaban dando caza a los vampiros, y era peligroso quedarse.

Yo tenía un hermano, más mayor, adoptado. Pero él no era un vampiro. Estaba enfermo, y el viaje en avión podía hacer que empeorara. Pero era la única forma de llegar aquí.

Mis padres tuvieron que tomar una decisión.

Nos montamos en un helicóptero, de un conocido que nos iba a hacer el favor, a nosotros, y a cuatro familias más, para no ser, como lo llamáis los humanos, "sacrificados".

No era la primera vez que ese hombre hacía ese viaje, ya había ayudado a más vampiros a escapar. Pero lo hacía encubiertamente, si le pillaban podía acabar en la cárcel. Pero claro, nosotros podíamos acabar muertos si no lo hacíamos.

La única manera era viajar de noche, pero el viaje duró más de lo esperado, y empezó a salir el sol. 

Todos los del helicóptero íbamos con chaquetas, sudaderas, mantas y gorros negros para protegernos de la luz, y los usamos.

Pero, algo en el helicóptero fue mal. Hubo un fallo mecánico y empezamos a perder el equilibrio. 

Todos íbamos en la parte de atrás del helicóptero, sin asientos, menos la niña más pequeña que iba en el asiento del co-piloto. 

El viento arrancó la puerta trasera de cuajo y tuvimos que agarrarnos fuerte a las paredes para no caer. Todos estaban infundidos por el pánico, y yo empujé a mi hermano hacia la esquina que creí más segura, para salvarle.

Mi hermano sufría ansiedad frecuentemente, y no fue para menos.

-Marmalade, cuida de tu hermano. -Me dijo mi madre. Yo creí que lo que quería decir era que me quedase con él hasta que el vehículo volviese al equilibrio. Pero luego me di cuenta de que quería que lo cuidase para siempre.

-¡No, no te vayas mamá, por favor! ¡Papá!

-Cuida de tu hermano.-

Les intenté coger de la mano pero fue muy tarde. Ambos cayeron al vacío sin que ninguno de nosotros pudiera hacer nada.

3 vampiros más les siguieron.

Por suerte, el resto pudimos salvarnos. 

El señor dejó caer el helicóptero en un lago de un pueblo, a unos kilómetros de este. Seguimos sus instrucciones y salimos vivos, pero todos con mucho miedo y el corazón roto por lo que acababa de pasar ante nuestros ojos.

Nos cubrimos la piel con lo que pudimos y nos quedamos todo el día en un hostal cercano esperando a que cayera la noche. El ambiente era terrible. Todos estábamos traumatizados con lo que acababa de pasar.

Yo estaba más triste que nadie, pero tenía que cuidar de mi hermano y no podía mostrarlo mucho. Le di un sedante para que se calmara y durmiera. No podía hacer otra cosa.

-Marmalade suspiró. -Me quedé a los pies de su cama, intentando asimilar que me había quedado huérfana. 

No me importaba cuidar de mi hermano, pero el saber que no iba a ver a mis padres nunca más me hacía sentir muy pequeña.



Cuando ves llorar a una vampiresa de ojos negros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora