Declaración en el Hospital.

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Cinco minutos más tarde se llevaron a Tiffany.

Esas chicas siguieron merodeando por ahí, indignadas porque no las habían dejado meterse en la ambulancia.

-Gracias por gritar. -Me dijo el profesor que había cargado a Tiffany.
Yo no entendí lo que me decía, ni siquiera estaba segura de si me hablaba a mí. Después lo entendí. -Gracias a ti por salvarla.-
Él suspiró. -Aún no se puede decir eso.- Yo asentí contemplando la cruda verdad que acababa de verbalizar.
En otro momento habría hablado con él, pero mi mente me traía constantemente la imagen de Tiffany en el suelo, lo cual hacía que no quisiera decir palabra.

-Voy a coger el coche ya mismo para ir al hospital. ¿Te llevo?-
Yo le miré y asentí pérdida.
Quizá Tiffany no era de mis mejores amigas. De hecho, ni siquiera era una amiga para mí. Pero, en cierto modo, me sentía responsable de lo que acababa de pasar, lo cual me destrozara completamente por dentro como quien toca un tambor, golpeándolo muy fuerte hasta romperlo. El tambor era mi pecho, y estaba a punto de romperse.
Dirigiéndome para el coche del profesor con él y con Sharon me di cuenta de que no se trataba de ningún sentimiento, ni ningún tambor metafórico. Era mi corazón que latía muy rápido y fuerte por el shock que aún estaba teniendo.

Atravesamos unas cuantas filas del parking hasta llegar a un Renault tamaño familiar de color gris en cuyo asiento trasero me senté.

Miré por el retrovisor y contemplé una pequeña parte de las caras de ambos, que estaban sentados delante. Aunque estaban callados y serios parecían bastante tranquilos. Cosa que yo no podía estar.

Durante el trayecto intenté mirar por la ventana para distraerme pero me fue imposible pensar en otra cosa que no fuera Tiffany. ¿Qué habría pasado exactamente? ¿Algo con Stephan quizá? Lo daba casi por sentado.
Recordé que Stephan me había hablado de que ella había tenido "un accidente", si no me equivocaba con eso se refería a que ella se había intentado suicidar ya una vez; aunque desconocía el motivo. Y Stephan me había dicho que tenía miedo de dejarla porque pasara algo así de nuevo. <¡Mierda, mierda, mierda!> Estaba segura. Había sido mi culpa. Lo había destrozado todo.

En realidad, yo no había hecho nada. Stephan había sido el que me había besado a mí, pero yo no le había detenido y el simple pensamiento de que eso le hubiese hecho tener falsas esperanzas me carcomía como una pequeña bestia por dentro.

Me llevé la mano a la cabeza y me revolví el pelo. -¿Queda mucho? -Pregunté mientras me inclinaba.
-No. -Me contestó el hombre con un tono amable sin dejar de mirar al frente.

Yo me hundí en mi asiento mientras suspiraba.
Estaba realmente de los nervios, pero no podía hacer otra cosa que esperar.

Finalmente llegamos. Miré hacia arriba desde el parking del hospital y contemplé un edificio blanco inmenso con un letrero azul en el que decía "Hospital Valle Real". Ya había estado ahí antes. Pero no me di cuenta hasta que entré por las puertas que se abrían solas.
Tenía un nudo en el estómago y la frente llena de sudor frío. Mis pelos estaban de punta y mi garganta atascada. No sabía si sería cápaz de decir palabra allí dentro.

Nos subimos a un ascensor de cristal sin preguntar a nadie. El profesor parecía muy seguro de a dónde iba.
Llegamos a la planta 7, donde pude ver que sólo había habitaciones, pues todas las puertas estaban numeradas y cerradas.
Nos acercamos a una pequeña recepción que había a unos pocos metros del ascensor y Sharon preguntó por Tiffany. La señora nos indicó que nos sentaramos mientras ella buscaba su ficha de ingreso en el ordenador para decirnos en qué habitación estaba.
Yo aún no había sido capaz de decir palabra, ni me creía capaz de hacerlo.
Me noté las palmas de las manos; estaban sudadas, y yo empezaba a estar mareada.
-Me temo que van a tener que esperar. -Nos dijo la señora de la recepción, que se había acercado a nosotros.
El profesor se levantó para escucharla mientras Sharon y yo nos quedamos encajonadas en las sillas de la sala de espera.
Parecía que aquel hombre estaba más nervioso que nosotras. Aunque se contenía muy bien, pude ver su cara de preocupación extrema. Me pregunté si sería algo más que el profesor de Tiffany, quizá su tutor, o quizá algún familiar. Fuese como fuese yo le notaba excesivamente tenso, digno del ambiente que había en el hospital en sí.
No era para menos, la verdad: Tiffany estaba al borde de la muerte. Yo la había hallado inconsciente, y suponía que así seguía.

Cuando ves llorar a una vampiresa de ojos negros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora