Vuelta a Goliard.

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Tardé unos días en verme capaz de volver a Goliard. Pensé que iba a necesitar un psicólogo.

Sabía que Stephan seguía allí, así que temía que todos hubieran creído su versión tan bárbara de los hechos.
Por otro lado, también temía que mi ausencia diera que hablar, lo cual hacía que me diera prisa en recuperarme y volver.

Sólo de pensarlo tenía náuseas.

Ni siquiera sabía cómo era capaz de mirarme al espejo. Había hecho daño a Tiffany, había provocado la ruptura de su relación con Stephan, e incluso había sido borde con Marmalade. ¿Cómo iba a ser capaz de atreverme a presentarme allí?
Pues lo hice, pero porque no tuve más remedio.
Había hablado con mi madre sobre el tema, y en esos momentos era imposible cambiarme de instituto.

Era o volver, o quedarme encerrada en casa todo lo que quedaba de curso y repetirlo el año siguiente, y esto último a mi madre no le hacía ninguna gracia.

Creo que mi madre no entiende muy bien mis sentimientos. Es cierto que los sentimientos de los adolescentes son más fuertes y apasionados que los de los adultos, pero pienso que si ella alguna vez fue adolescente también debería entenderme, aunque sea un poco.
Pero rara vez se hacía una idea de lo que pasaba por mi mente, así que para qué esforzarme en intentar explicárselo.

La verdad, a mí tampoco me gustaba la idea de quedarme encerrada medio año en casa; así que debía ser valiente y volver.
Por suerte, sabía que Tiffany no había vuelto por allí, por lo que debía restaurar al menos una milésima de mi reputación para asegurarme por lo menos algunos aliados antes de que ella volviese atacarme de nuevo.

No sabía si iba a ser capaz, pero tenía que intentarlo.

Cuando volví me dio la sensación de que todo había cambiado muchísimo.
Nada más entrar sentí una avalancha de miradas fulminantes y amenazadoras que me cortaban la respiración. Lo iba a tener crudo. Lo sabía.

-¡Ella, estás aquí! -Los brazos de Marmalade me dieron la bienvenida calidamente. Pensé que sería lo único que no fuese frío ese día.
-Siento lo del otro día. -Le pedí disculpas.
-¿Qué día?
-

Cuando viniste a mi casa.

-La verdad es que no me acuerdo mucho. Perdona. Para los vampiros los días normales son prácticamente como segundos. -Me guiñó un ojo.
-¡Vaya!
-¡Asesina! -Dijo una voz femenina detrás de mí. Me giré y había un corro de chicas y chicos jóvenes a unos metros de mí, por lo que no pude identificar de quien había sido el grito, pero no hizo falta hacerlo para provocarme temblores por todo el cuerpo.
-No les hagas caso. -Marmalade puso un brazo en mi hombro para que caminara hacia adelante.

Yo no paraba de mirar inquieta a mi alrededor según andaba, encontrándome cada vez con más caras conocidas que me miraban fijamente de forma acusativa.

-No les escuches, no les mires. Sólo existimos tú y yo.-
La sonreí agradecida. -Vale. -Y traté de hacerle caso. 


El resto del pasillo lo recorrí mirando al suelo. Sabía que me estaban mirando. Oía murmullos por todas partes.
Pensé que quizás me había precipitado en volver, pero por suerte ahí estaba Marmalade para animarme. -A partir de ahora, nos sentaremos delante de todos. -Me dijo.

-¿Tú y yo?
-Sí. -Asintió mientras abría la puerta de la clases.
-¿No sería mejor detrás del todo?
-No. Porque detrás ves a los demás. -Me sonrió. -Lo importante ahora es que te concentres en tus estudios y te olvides del resto. Al fin y al cabo, viniste a Goliard para aprender, ¿no?-
Yo la sonreí conmovida por lo amable que estaba siendo. -Sí.-

Cuando ves llorar a una vampiresa de ojos negros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora