Bucle Amor-Odio.

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A la noche siguiente, tuve que actuar como si no hubiera pasado nada, como si no supiera nada. No fue complicado, pero fue duro, pues mi mente me golpeaba repetitivamente con todas las preguntas misteriosas que ansiaba por responder.

-¡Estás aquí! Ayer te estuve llamando. -Me dijo Greg, que se había topado de frente conmigo por el pasillo.
-Ah, sí... Hola Greg. -Le agarré del brazo. -¿Cómo está tu mujer? -Dije con un hilillo de voz.
-¿De qué hablas? ¡Ayer te estuve llamando!
-Sí, sí. Lo sé, el teléfono se me apag...
-¡¿Dónde te metiste?! ¡Te estuve buscando horas!-
Yo me puse roja. -Perdón, creo que hubo un malentendido... Yo creí que te habías ido.

-Señor Profesor, es culpa mía. -Dijo una voz femenina familiar detrás de mí. 

Me giré. Se trataba de Marmalade, que apoyó su brazo en mi hombro con cara pícara. -Nos encontramos en la biblioteca por casualidad y fuimos a tomar algo, Ella insistió en buscarle pero yo le dije que era muy tarde y que seguramente usted ya se había ido. Le ruego me disculpe, Señor Profesor... ¡Pero encontramos lo que Ella buscaba!-

Yo no sabía qué decir. Me limité a esbozar una sonrisa incómoda. Marmalade había jugado con mi mente y me había mentido. ¿Para qué? ¿Quizá para estar un rato a solas conmigo? ¿O para llenarme la cabeza de pájaros con esa leyenda sobre los fantasmas? Ahora ya no estaba segura ni de si eso era verdad. 

Greg nos miraba a los dos con una cara de entre sorpresa y enfado. -Bueno, si es así me alegro. -Dijo con una voz amable. Después de eso nos dio la espalda y se fue.

Marmalade se empezó a reír disimuladamente y corrió al otro lado del pasillo.
-¡Ven aquí, te voy a estrangular! ¿Por qué has hecho todo eso?
-¡Lo siento, lo siento, lo siento! -Decía mientras no paraba de reírse y correr para que yo no pudiese alcanzarla.

Me sentía realmente enfadada, y quería que se me notara en la cara; pero no sabía muy bien qué hacer. Mi cabeza estaba echa un lío, un lío grande. Pero una cosa estaba clara: Marmalade me había mentido...

Acabó la última clase del día.
Salí rápido de allí en cuanto oí el timbre. Había decidido dar un paseo para tratar de callar las voces de mi cabeza.

-¡Ella, espera!
-Tengo prisa, Marmalade.
-Oye. Sé lo que piensas, sé que estás enfadada. -Dijo persiguiéndome mientras yo guardaba mis libros en la taquilla. -¡Sólo intentaba protegerte!
-¿Protegerme de qué? ¿De la verdad? -Contesté exasperada mirándola a la cara.

Vi que se quedaba callada, así que aparté la mirada, cerré mi taquilla y me fui de allí cruzando el pasillo. Me sorprendió que la vampiresa se había quedado allí inmóvil, pero no quería saber nada de ella. El día anterior había estado convencida de que podía confiar plenamente en sus palabras, pero ahora, dudaba de cuales eran sus verdaderas intenciones. Me preguntaba si algún día se acabaría ese bucle de amor-odio que invadía mi mente cada vez que algo sucedía. Me preguntaba si iba a acabar en el psicólogo algún día por su culpa. <¿Tan distintos son los vampiros a mí?>

-¡No puedes entenderlo, si no sabes qué es! ¡Y no puedes saberlo, y nunca lo sabrás, así que nunca lo entenderás! -Gritó a pleno pulmón sin haberse movido aún.-
Yo hice una mueca de fastidio y salí por la puerta del edificio.

De pronto empezó a sonar mi móvil. Número privado otra vez. -¿Qué demonios...? ¿Diga? -Contesté.
-¡Ella! No tengo mucho tiempo. -Reconocí esa voz. Se trataba de Katherine.
-¡Kathe! Oye, ¿Dónde estás? ¿Estás bien? ¿Quieres que vaya a buscarte?-
Soltó un suspiro. -Estoy bien. Te he llamado para pedirte un favor. -Se escuchaba entrecortado, y me daba miedo, pero me emocionaba tanto oír su voz de nuevo que enfoqué toda mi atención en sus palabras e incluso dejé de caminar.
-Dime.
-Olvídate de mí. No pienses en mí. No he existido. No me has conocido. 
-¡¿Qué?! ¡No digas sandeces!
-Has sido una gran amiga. Gracias por haberme acompañado en este camino tan solitario que he llevado siempre.-

Es evidente que aquello no era normal. Pero había algo raro en su voz, estaba como muy relajada, ¡como poseída!
-¿Puedes decirme dónde estás? Aunque sea en clave...
-Ella, no. Yo... -Se cortó.
Un pitido constante me puso un dolor de cabeza enorme. Pero eso daba igual, tenía que encontrarla.
-¡Tengo que ir a comisaria para que rastreen este número! -En pocos minutos logré encontrar la comisaria más cercana, y me dirigí al primer agente que vi que estaba libre. Llevaba una gorra azul oscura y sostenía un teléfono. Estaba sentado en un escritorio con ordenador así que deduje que podría rastrear el móvil sin problemas. -¡Agente! -Le di mi teléfono con el registro de la llamada en la pantalla. -¡Menos mal! ¿Puede rastrear esta llamada? ¡Han secuestrado a una chica!

-¡NO! -De sopetón Marmalade apareció a una pulgada de mi cara y se interpuso entre el poli y yo mientras se escuchaba un viento huracanado por la velocidad con la que había aparecido. 
-Pero...-
Me empujó y acto seguido le hizo un gesto a aquel hombre. El cual se puso tan serio como ella y actuó con normalidad, volviendo al trabajo.
-¡¿Qué haces?! ¿De qué vas? ¿No entiendes qué está pasando?
-No, TÚ no lo entiendes.-

Traté de mantener la calma. Traté de verle la lógica a las acciones que Marmalade estaba emprendiendo.

-Te ha llamado alguien, ¿no?
-Sí. -Me exalté de nuevo. -Era Kathe. 
-Y te ha dicho que no la buscaras. ¿Entonces por qué vienes aquí? ¿Por qué no haces caso a tu amiga?
-Yo... -Susurré. -La han secuestrado.-
Cerró los ojos y negó con la cabeza. -No.-

Me senté en unos banquitos que había libres dentro de la comisaria mientras me llevaba las manos a la cabeza. -Todo esto me supera. -Dije con lágrimas en los ojos.
-Lo sé. Y lo siento. -Dijo poniéndome la mano en el hombro como muestra de compasión. -Escucha, Ella... -me susurró. -Espero que, algún día; quizá cuando te gradúes, pueda explicártelo todo con una calma y certeza plenas de que no pasará nada malo si lo hago. Pero ahora mismo es imposible. Ni yo ni nadie puede explicártelo. 
Es normal que no entiendas nada. Lo que sabes de este pueblo... No, lo que sabes de este mundo es como el 1% del total.
-En el folleto decía que era seguro. -Dije tratando de contenerme las lágrimas.
Y lo es. -Asintió mientras dejaba ver sus colmillos, en los cuales me fijaba por primera vez. -Pero es desconocido. 
Hay una guerra... entre lo sobrenatural y el mundo humano. Siempre la ha habido porque a los seres humanos les da miedo lo desconocido, lo diferente.-
Me soné la nariz. -A mí no me da miedo nada de eso. Sólo me da miedo no tener la información. -Bajé la cabeza. -Ahora me siento estúpida.-
Me acarició la cabeza. -Quizá pueda hacer algo para que te sientas mejor. -Puso los ojos en blanco.-
Yo la miré ansiosa por saber de qué se trataba. El bucle de amor-odio que nos enlazaba a Marmalade y a mí seguía estando en marcha.

-Pero, ni una palabra a nadie, eh. -Dijo con una expresión sonriente mezclada con preocupación.-
Yo asentí. 

Sin decir una palabras, fuimos a una esquina oscura dentro de la comisaria para que no nos viera nadie y como de costumbre, nos esfumamos sin dejar rastro. 
Entonces sólo vi oscuridad.
Por un segundo, tuve una sensación extraña, distinta a las otras veces. Tenía los ojos cerrados por la velocidad tan vertiginosa en la que sucedía todo, pero juraría que, sólo por ese segundo Marmalade me había besado. 
Para mi sorpresa, era una sensación muy agradable pero rara al mismo tiempo.

No puedo describir con seguridad lo que era, porque no sabía si era sólo una ilusión de mi mente, que rebotaba entre los extremos de la escala de felicidad y tristeza cada vez estaba con Marmalade.

Traté de quedarme con aquel recuerdo, que examinaría más tarde con detenimiento.
Quería concentrarme en el lugar al que me estaba llevando.

Cuando ves llorar a una vampiresa de ojos negros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora