Goma de la suerte.

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-Mamá, ¿has visto mi goma de la suerte? -Es curioso que llevara 12 años con la misma goma, sin nunca haberla perdido. La llevaba siempre en la muñeca. No la prestaba nunca, si alguien necesitaba una goma yo la escondía rápidamente y decía que no tenía y así salía del aprieto, o bien le daba otra, si es que llevaba más.

No soy supersticiosa, pero esa goma me ha acompañado desde que tengo memoria y no quiero desprenderme de ella. Se ha convertido en una manía, supongo.

-No lo sé, cielo. -Resopló mamá.- Con tanta mudanza ya no sé ni lo que he visto ni lo que no.-

Entonces vi que la había dejado en la mesilla, junto a la cama -¡La encontré!- la cogí de un golpe.

-Escucha, Ella, no llegues tarde. Tienes que ser puntual ya que hoy te presentarán...Recuerda llevar la camisa que te compré...

-Sí, mamá. Tranquila. Llegamos de sobra.-

No sé por qué, ese instituto tenía una norma de lo más peculiar. Había que llevar algo de cuadros escoceses, o de ese estilo...ósea rojos. Y yo como no soy de modas góticas ni oscuras (soy más de colores claros como el verde, el blanco...), había tenido que recorrer las tiendas con mi madre para encontrar algo que cumpliese la norma.

Aunque eso no era lo que más peculiar me pareciera, las normativas eran sólo un pedazo de lo extraño del instituto Goliard.

Lo más "genial" y "espeluznante" al mismo tiempo (y digo estos dos términos en el sentido más pleno de la palabra) era lo que al instituto, y a la ciudad entera en realidad, les hacía más conocidos: eran de los pocos lugares en los que convivían humanos y criaturas "no-mortales", por así decirlo. Lo que a mí me fascinaba un poco pero a la vez me daba miedo. Yo no iba al instituto a hacer amigos ni a vivir aventuras, iba a aprender y punto, y temía que todo ese rollo extraño me distrajera del curso o incluso me pusiera en peligro, aunque dicen que está garantizado que no. En 4 años no se ha registrado ningún accidente escolar sobre-humano en el instituto, sólo las típicas peleas estudiantiles que todos hemos visto en las películas americanas.

Me puse la goma en la muñeca. -Ya estoy lista mamá.
-Vale, un segundo. Espérame abajo.-
Mi madre me llevó en coche, ya que no sabía donde estaba el instituto. La única vez que lo haría.
-Fíjate bien en el camino, Ella. Mañana tendrás que venir tú sola.
-Que sí...-Dije con la cabeza apoyada en la ventanilla.
No suelo contestar así a mi madre, pero el hecho de que fuera un sitio nuevo con gente nueva me ponía tan nerviosa...Y por no hablar de la arrogancia de mi madre y de que no quisiera traerme más veces en coche con el frío que hacía.
Fueron 15 minutos de trayecto en los que no quité la vista de la ventanilla para no perderme el próximo día. Caminando serían unos 40. 30 si andaba muy rápido.
Por fin llegué al instituto. Un imponente edificio con la fachada pintada de negro y con las ventanas, puertas y verjas de color rojo oscuro se encontraba ante mis ojos.
-Un beso. -Dijo mi madre desde la ventanilla del coche.
Yo me agaché y le di el beso en la mejilla rápida y secamente. Sabía que me lo pedía por obligación de madre, no porque quisiera un beso mío.
-Diviértete. -Y acto seguido arrancó el motor y lanzó el coche a la carretera, rumbo a su trabajo.
-Seguro...-Murmuré yo con sarcasmo.
Miré el reloj. Todavía quedaban 5 minutos para que sonara el primer timbre. Me quedé contemplando aquella imponente fachada sujetando la mochila a mi espalda. No me fijé en las personas, estaba demasiado nerviosa y distraída por no conocer el lugar.
Me llamaba la atención que un instituto estuviese pintado de negro. Aunque claro, no era un instituto corriente.
El claro cielo de la noche sin una nube le hacía más tenebroso, si cabía. Nada se veía a través de las ventanas, me figuré que las cortinas estuviesen echadas, las persianas bajadas o incluso hasta los cristales tintados para que ninguna luz se asomase por ellos.
Me recoloqué la mochila y me dispuse a dar un paso hacia la puerta cuando de repente me detuvo un sonido que se apróximaba hacia mí. Era el sonido de unas ruedas de monopatín.
Me giré para ver de qué se trataba cuando vi a un muchacho moreno de pelo y piel pálida, de mi edad más o menos, rodar hacia mí a toda velocidad y sin control.
-¡Aaahh! ¡Cuidado! -Exclamó.
-Oh, mierda. -Dije yo sin que me pudiera oir sabiendo que no podría apartarme a tiempo.
Finalmente se oyó un derrape y después un crujido cuando aterrizó sobre mí, aplastandome completamente.
Yo cerré los ojos para intentar soportarlo. Él se levanto nada más tener consciencia de que se había caído, lo que fue muy rápido.
-Perdona, ¿estás bien? -Dijo él con su voz de adolescente normal tendiéndome la mano para que pudiese levantarme.
-Sí...-murmuré yo aceptandosela y poniendo un pie en el suelo para recuperar el equilibrio. -¡Au! Creo que no... -Dije mientras me levantaba al notar un chasquido en mi espalda y un dolor como si de un estallido de electricidad se tratara.
-¿Te has roto algo? -Dijo él preocupado, pues pensó que sería sólo una mera caída.
Eché la vista hacia mi espalda y vi que todavía llevaba mi mochila, había caído sobre ella. Al verlo me la quité de sopetón y volví a sentir de nuevo mi espalda. -Creo que no es nada. No me he roto nada.-
Él suspiro. -Menos mal.- Acto seguido sonrió y me tendió la mano. -Soy Stephan.-
Yo se la estreché sin saber muy bien qué tipo de situación era esa. Un adolescente dando la mano era algo nuevo para mí.
-Yo...
-No te he visto nunca, ¿eres de por aquí?
-En realidad...-balbuceé- me he mudado hace poco. Soy Ella. -Dije más segura.
-Encantando Ella. Ya nos veremos.- Y dicho esto cogió su monopatín del suelo, se lo colgó a la mochila y se fue dirección a la puerta del instituto.
Yo me sacudí un poco el polvo del suelo y también entré.
Contemplé el interior del instituto como un mero caos aleatorio típico de instituto americano. Taquillas, puertas, estudiantes con libros... se veía todo normal, para nada daba la sensación de que hubiera no-humanos en su interior.
Caminé abriéndome paso entre la multitud buscando mi clase por el pasillo, mirando todas las puertas hasta encontrar la puerta 2ªB.

-Aquí está. -Suspiré intentado deshacerme de mis nervios.

Cuando ves llorar a una vampiresa de ojos negros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora