La NocheEsfera.

335 38 2
                                    

Tragué saliva.
Me comenzó a besar descontroladamente agarrando mi cabeza con las dos manos. Yo estaba temblando. Aunque quería disfrutar de estar con ella, lo que me había dicho me hacía tener miedo, y el hecho de estar las dos solas en una cama no ayudaba. No sabía si tenía intenciones reales de acostarse conmigo o no, y no me atrevía a preguntarla. Mi cabeza podía ser leída en cualquier momento por ella pero yo no podía hacer lo mismo. No podía atravesar ese muro de incomprensión que, aunque era fino, para mí era lo más grueso del mundo.
<"Esa persona".> Le daba vueltas a esas dos palabras.
-¿Qué pasa? -Cuando llevaba un rato besándome, Marmalade notó mi desconcentración.
-Lo siento. -Suspiré. -Debe de ser tarde...
-¡Te enseño la casa!
-Ah, ¿ahora quieres enseñarme la casa? -Me incorporé. -¿Y esto qué es? -Me dispuse a abrir el armario de madera tan imponente que había en su cuarto. Sólo había abierto una rendija y noté que empezó a soplar un fuerte viento húmedo y tan cálido que me asfixiaba.
-¡No! ¡No abras ahí! -En cuanto me quise dar cuenta tenía a Marmalade enfrente mío cerrando las puertas e impidiéndome abrirlas de nuevo.
Me puse seria por su reacción repentina y el susto que eso me había supuesto. -¿Qué hay ahí?
-Es que no puedo... -La vampiresa reflexionó un segundo. Luego su expresión cambió totalmente reflejando desdén. -Bah, da igual. -Se puso de cara al armario y con un sólo tirón de manos abrió las puertas de par en par.
Sentí de nuevo ese viento otra vez. Sólo que era como seis veces más fuerte y olía a azufre. Casi me arranca el pelo de cuajo.
-Vamos. -Empezó a caminar dentro de él.
Yo me quedó mirando el interior antes de seguirla. Era una oscuridad inmensa. Apenas podía distinguir a Marmalade ahí dentro.

Empecé a caminar intentando no tropezarme y llegamos a la entrada de una cueva en la que se veía algo más de claridad, pero tampoco mucha.
-¿Qué es esto? ¿Y por qué está tan oscuro?
-Es mi armario, Ella. -No me dio tiempo a reaccionar cuando oí que contenía su risa. -Es broma. Es una entrada a La NocheEsfera.
-¿"La NocheEsfera"? -Dije pensativa. Sabía que había oído ese lugar antes. Pero Marmalade me había hecho olvidarlo. -Esto no irá contra las normas.-
La vampiresa no me respondió. Sólo siguió caminando, adentrándose en la cueva.
Yo la seguí, aunque con mucha dificultad, pues allí hacía un calor insoportable y el olor a podrido cada vez era peor.
Finalmente llegamos al final del túnel y nos encontramos en lo que parecía el exterior de otro mundo. Había tierra negruzca, colinas y montes. Aunque parecía ser de día el cielo estaba morado oscuro y las nubes también, y lo más importante ¡había gente allí!
-¿Dónde estamos? -Dije tratando de respirar, pues se me hacía difícil.
-Este es el Infierno de los Vampiros. Más conocido como "LaNocheEsfera".-
-¿Y qué vamos a hacer aquí?
-Nada. Nos vamos ya.
-¿En serio?
-Sí, era sólo para que lo vieras. -Se dio la vuelta y empezó a caminar por donde habíamos entrado. -Así ya sabes qué es lo que hay en mi armario. Hubiera sido peligroso si hubieras entrado por tu cuenta. Conoces el refrán "la curiosidad mató al gato". -Me sonrió. -Ahora debes de tener miles de preguntas.
-Como lo sabes.
-Dispara.
-¿Por qué tienes una entrada al Infierno en tu cuarto?
-Hay 13 entradas a La NocheEsfera en el mundo humano. Una de ellas es esta. Por eso compré esta casa. Los vampiros la construyeron aquí en Camilton porque este pueblo es muy seguro.
-¿Y para qué quieres tener la puerta en tu casa?
-Visito a mis padres de vez en cuando.
-¿Visitar a tus padres?
-¿No te lo dije? Mis padres son muy prestigiosos en el mundo de los vampiros.
-¿Son los Reyes o qué?
-Casi. Los Duques. Sólo los de familias ilustres como la mía tienen ciertos privilegios como los de las visitas. Pero todo tiene un límite.
-Ya veo. -Dije casi ahogándome, pero muy interesada en lo que me estaba contando.
-¿Estás bien? -Se paró a ayudarme.
Asentí sin saber qué decir.
-Esa era otra de las razones por las que no debía llevarte, y por la que no nos hemos quedado.
-¿Pero qué pasa, los humanos no pueden saber que esto está aquí o qué?-
Negó con la cabeza. -Está prohibido hablar de ciertas cosas a los humanos.
-Ya veo.
-Pero yo no te he hablado, te he llevado. -Dijo tan contenta.
-Pero ahora no estás enseñándome nada, estás hablando.
-Es verdad. -Se echó una mano a la cabeza.
-De todas formas. Creo que no lo hubiera llegado a descubrir sola. Me hubiera dado por vencido a mitad de camino. -Y dicho esto me arrodillé en el suelo, justo antes de ver la luz del cuarto de Marmalade.
-¡Ella! ¡No pierdas el conocimiento!
-No, tranquila. -Dije con un hilillo de voz cayendo al suelo. -Sólo voy a descansar un rato.

Cuando ves llorar a una vampiresa de ojos negros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora