Desmayo.

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La clase me pareció interesante, la verdad.

El resto del día presté total atención a las clases y apenas hablé con Marmalade. De echo creo que faltó a las últimas clases, porque ni siquiera la vi.

Pero ya estaba totalmente orientada. Sabía a dónde tenía que ir, los horarios, dónde y con quién sentarme, y ese tipo de cosas. Una profesora muy amable me había dado un papelito con los horarios de cada clase durante toda la semana, lo cuál me había sido de mucha ayuda.

Llegué a casa exhausta pero contenta con mi primer día de clase.

-¿Qué tal, cariño? -Dijo mi madre desde la cocina que me había visto entrar.

-Genial. -Respondí yo.- Es un instituto muy bueno.-

Ella sonrió sin dejar de darle vueltas a lo que fuera que estuviera cocinando. -Me alegro.

Comimos en silencio, hasta que decidí preguntarla por su trabajo. Grave error, pues se puso a hablar demasiado sobre cosas que a mí realmente no me importaban, aunque me pareció educado preguntar, por eso lo hice.

Por fin hizo una pausa y pude contestarla. -Genial, mamá. Me alegro. -Sonreí fingiendo que me había enterado de algo.

-¿Y tú qué tal en el instituto Ella? ¿has conocido a muchos zombies? -Bromeó.

A mi madre no la puedes convencer sobre que hubiese otro tipo de criaturas, como en los cuentos y en las películas, ni aunque su jefe fuera uno de ellos. Aún dentro de la ciudad ya, ella seguía pensando que era una broma del alcalde de allí o algo por el estilo, pues no creía en esas cosas. Y eso que lo había visto en portadas de periódicos importantes, y en documentales sobre aquella ciudad. Pero aún así, no se lo terminaba de tomar en serio.

-No hay zombies, mamá. -Respondí yo sin seguirle el juego a la broma, de la que estába harta.- Pero he conocido a una vampiresa muy maja...Me ha enseñado el instituto.-

Mi madre se puso pálida y abrió los ojos como platos. Quiso verbalizar algo, sin embargo no le salió.

-Mamá, ¿te encuentras bien?

-Oh, ¡por Dios, Ella! ¿No creerás..? -Hizo una pausa y se llevó la mano al pecho.

-¿Mamá? ¡Mamá!-

Mi madre se desmayo en ese instante. Se cayó hacia atrás en la silla.

Yo sin dudarlo llamé al número de emergencia con mi móvil mientras me arrodillaba a su lado para asegurarme de que no se había roto nada por la caída. -Mamá, mamá, tranquila. ¿Estás...

-Número de emergencia, ¿cuál es la situación?

-Sí, hola. Mi madre se ha desmayado, ¿puede traer una ambulancia, por favor?

-Dígame la dirección.

-Sí, es...¡mierda, no la recuerdo! -Como nos acabábamos de mudar, no me había dado tiempo de aprenderme la calle.

-No se preocupe, por favor. Vamos a detectar su ubicación y enseguida le enviamos una ambulancia.

-Gracias.

La contemplé ahí tirada. Un canto árabe se apoderó de mi cabeza hasta que llegó la ambulancia.

-No se preocupe. -Dijo el que tenía más pinta de médico. -Nos la llevaremos al hospital y allí podrá...-

Miré mi reloj.  Me extrañaba mucho que mi madre aún no hubiera recuperado el conocimiento.  Normalmente sus desmayos no duraban más de dos minutos. La ambulancia había tardado cinco llegar. Me temía lo peor. Me quedé mirando al vacío inmersa en mis pensamientos.

-¿Señorita? ¿señorita? -Alguien me tocó el brazo.
Yo volví a la realidad dando un respingo y abriendo los ojos como platos.
Miré a quien me estaba llamando. Era uno de los ayudantes.

-¿Qué? -Respondí yo borde, asustada y un poco desorientada.
-Que si quiere venir al hospital acompañando a su madre.
-Claro.-
Él me acompañó hasta dentro de la ambulancia. Yo me metí dentro y traté de no preocuparme demasiado, de no pensar.

Cuando ves llorar a una vampiresa de ojos negros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora