Me voy de aquí.

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-Vale. -Dijo Marmalade triste. -Si cambias de opinión aquí estoy.-

Intenté calmarme pero me era imposible. Mi vida había dado un giro de 360 grados. Me iba a ir de Camilton. Lo había decidido. Ya no pintaba nada allí, en Goliard todos me odiaban y Marmalade estaba obsesionada conmigo. Por no hablar del bajón que había pegado mis notas. Nadie me necesitaba; de hecho les hacía un favor yéndome.

Me volví a encontrar tirada en el césped de la parte de atrás de Goliard, sólo que Stephan ya no estaba.
Todos me vieron aparecer de repente y fueron a por mí. Yo eché a correr como una loca; no paré hasta que estuve en mi casa. Y cuando llegué sentí que me iba a asfixiar de lo mucho que había corrido. <La Educación Física nunca ha sido lo mio.>

En cuanto estuve recuperada subí las escalaras y empecé meter cosas en mi maleta frenéticamente. Había tomado la decisión ya no había vuelta atrás.
-¿Ella? ¿Qué haces? -No me había dado cuenta de que mi madre estaba en casa.
Suspiré intentado relajar mi ira para que no se me notara tanto.
Por suerte había acabado de meter lo imprescindible en mi maleta. La cerré y empecé a bajar las escaleras para decirle a mi madre que me iba.

Ella estaba de pie ahí en frente, esperando a que bajara.
La cara le cambió totalmente cuando me vio bajar con la maleta. -¿A dónde vas?
Se me pusieron los ojos llorosos. No podía disimular. -No puedo más, mamá. Necesito irme de aquí.
Se echó las manos a la cabeza. -Así... ¿sin más?
-Sé que es repentino pero es lo mejor. Aquí mis notas han bajado mucho, por más que trate.
-Pero... Vamos a hablarlo... -Tartamudeó. -No te puedes ir así sin más. Podemos esperar, quizá, si sólo... Si pudieras... -Titubeó. -Tan sólo un mes más y quizá consiga un traslado a otro sitio.
Negué con la cabeza. -No pienso seguir martirizándome más. No pienso seguir viviendo en esta casa.-

Cogí mi maleta color verde militar con mis cosas más imprescindibles y bajé las escaleras que me quedaban con la idea de que no iba a subirlas nunca más.
-No te vayas. -Me suplicó mi madre. Pero ya era tarde, pues yo ya había tomado una decisión, y no es tan fácil que yo las cambie.
-Mamá, puede que tú hayas encontrado tu sitio aquí, pero yo no... Me vuelvo a Washington. -Dije dándole la espalda.
-¿Y qué harás? ¡¿Dónde irás?!-
Yo me encogí de hombros. -A casa de algún viejo amigo del instituto... o con papá. -Bajé la mirada al decir estas últimas palabras.

Crucé la puerta y me fui haciendo rodar la maleta rumbo al autocar que después me llevaría al tren.

Tenía el corazón en un puño... realmente mis sentimientos se estremecieron, y por unos instantes ni yo misma me creía que estuviera yendome así; creí que me detendría y daría la vuelta y abrazaría a mi madre mientras las dos nos desharíamos en lágrimas, pero como os he dicho antes, no es tan fácil que yo cambie una decisión, y aunque supiera que no estaba actuando racionalmente, no me dí la vuelta para correr hacia mi madre, simplemente seguí rodando la maleta por la carretera hasta llegar a la parada del autocar que me llevaría a la Estación de Tren de la Ciudad.
Cuando me quise dar cuenta estaba ya en la penúltima parada. Me había quedado dormida en mis propias lágrimas, me dolía la cabeza y tenía la boca seca, por no hablar de ese gran nudo en el estómago que me impedía tener una conciencia razonable de lo que estaba haciendo.

Cuando ves llorar a una vampiresa de ojos negros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora