-¡Mamá, ya estoy en casa! -Exclamé con agonía dejándo mi mochila en el suelo y tirándome al sofá, incapaz de hacer un esfuerzo más.
Me había olvidado por completo de Marmalade, e incluso de Stephan. Lo único que me apetecía era dormir, y eso que no eran ni las 6 am.
Después de haber estado con los ojos cerrados y con la frente arrugada un rato me incorporé para mirar mi reloj. Iban a dar las seis y aun no había hecho los deberes para el día siguiente. Debía estudiar si iba a estar un poco más centrada en las clases de lo que había estado hasta ese momento, así que me puse a ello.
Me di una ducha rápida y me puse un chándal, el cual prácticamente usaba como pijama. Saqué mis libros y cuadernos, me hice una coleta con mi goma favorita y me centré en el primer problema que el profesor había puesto: un problema de álgebra.
Sentí el cansancio en mis párpados y mejillas. Realmente la rutina me dejaba agotada, y eso que no había hecho ningún esfuerzo extraordinario ese día, a parte de la carrera que me había echado hasta casa después de la charla con Stephan.
Quise dejarlo pero no me lo permití. Me di a mí misma razones por las cuales no debía dejarme llevar por el cansancio para obligarme a terminar lo que había empezado. Y eso hice.
Casi cuatro horas más tarde bostecé exhausta dejando el lapicero desgastado en mi mesa y echándome para atrás en la silla. -¡Uuuuf, qué cansada estoy! -Exclamé pensando que nadie me escucharía.
-¿Ya has terminado, Ella? -Dijo mi madre asomándose por mi puerta mientras sostenía el típico cuenco que sostienen todas las madres cuando irrumpen en tu cuarto por la noche.
Yo la miré con la cabeza al revés y los brazos estirados desde mi silla. -¿Qué hora es?
-Casi las diez.
-¡¿Ya?!
-No me digas que se te ha pasado volando.-
Yo resoplé. -La verdad es que no. -Dije mientras me frotaba la cara. -Cada vez me cuesta más.
-¿Debo preocuparme? -Preguntó mi madre con tono de ligero enfado.
-¡No! -Exclamé intentando evitar que mi madre fuese al colegio a hablar con un profesor, o cualquier otra cosa que pudiera arruinar mi reputación.
-¿Segura?
-¡Sí!
-Vale, vale... -Asintió con un suspiro. -Bueno, ya está la cena. ¿Bajas?
-Voy. -Dije recuperando mi posición normal en la silla.
Oí cómo mi madre bajaba las escaleras y caminaba hasta la cocina. Incluso escuché el ruido de los cubiertos siendo colocados en la mesa. Fue entonces cuando supuse que a la cena le quedaban unos cuatro minutos para estar lista y bajé la vista hacia mi cama con deseo.
Acto seguido me incorporé y abrí mis brazos, como para dar un abrazo a alguien. -¡Ay, cuanto te he echado de menos, cama! -Y cuando me quise dar cuenta, caí sobre ella como si de la nube de seda más confortable se tratara.
Ipso facto me dormí. No recuerdo haber cenado ese día. Mi madre tampoco me despertó en mitad del sueño para decirme nada. Fue un sueño profundo, de esos que duermes sin saber que lo estás haciendo.
El despertador sonó anunciando la tortura que era para mí, y creo que para todos en general, el despertar; el comienzo de una nueva noche, el aviso de que más me valía espabilar o llegaría tarde a clase.
Lo apagué con un golpe seco deseando seguir durmiendo a la vez que sacaba un pie de la cama para no hacerlo.
Hice memoria y recordé que me había dormido sin querer, cuando había abrazado la cama. Había dormido 9 horas y aún seguía cansada, pero darme cuenta de eso hizo que mi mente me pegara en la cara o algo así y de pronto me sentí con más energía. Sólo de pensar que había dormido 9 horas me hacía sentir mejor, hasta más contenta.
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Cuando ves llorar a una vampiresa de ojos negros.
VampireElla es una estudiante normal que se ha mudado a una nueva ciudad, dónde la convivencia con criaturas no-humanas se ha popularizado. Allí conocerá a fantasmas, hombres-lobo...y a una vampiresa de lo más peculiar que la traerá el amor a la mente. ⚠️...