"Colegas"

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De pronto sonó el timbre que avisaba de que la clase iba a comenzar.

Yo eché valor y tiré hacia abajo la manilla de la puerta, que estaba frío, pues era metálico.

Abrí la puerta.

Ante mí se encontraba la mesa del profesor, de madera rústica. Simple, nada del otro mundo. El profesor ya estaba sentado en ella, lo que para mí era raro. Un señor de pelo y bigote blancos, con gafas redondas negras y con un traje que no era de esta época.

También un montón de pupitres, la mayoría vacíos aún. Se veían como de los años 80, igual que los de mi antiguo instituto, pero mucho más nuevos. Como si hubiesen estado sin usar.

Algo me arrolló por detrás -Perdona.- La miré. Era una chica sonriente, de pelo bastante claro, castaño diría yo la que me había empujado hacia dentro desconectándome de mis pensamientos y devolviéndome al mundo real.

-No. Es culpa mía por estar aquí en medio. -Dije yo algo tímida.

Ella se llevó la mano a la cabeza y se echó el pelo hacia atrás. -Pues sí.- Dijo sin quitar su bonita sonrisa que parecía salida de un anuncio.

Y acto seguido, entró en la clase.

Yo olvidé lo sucedido y entré también sin preguntarme nada sobre la chica, pues era de lo más corriente en cuanto a perfil de estudiante.

Me senté en un pupitre que estaba 2 filas más a la derecha que el suyo.

Contemplé las caras de los estudiantes que iban entrando. Rostros pálidos en su gran mayoría. Claro, sería por ir al instituto de noche y hacer vida nocturna, no era tan raro. Aunque, en ese momento me di cuenta de que la piel de la chica que me había arrollado hacía pocos minutos estaba perfectamente bronceada, cómo si hubiese ido a la playa, o incluso se hubiese dado rayos para tener color. Pensé que quizás fuese para compensar la falta de color que debía de tener naturalmente, pues además de ser una ciudad fría y con poco sol, todos aquellos estudiantes vivían de noche.

Continué fijándome en las caras de los estudiantes, con disimulo, también para quedarme con ellas, por si necesitaba algo.

Algunos chavales hasta tenían cara de yonkis: ojeras, ojos rojos o notablemente transparentes... Ese echo me asustó. No quería vermelas con drogadictos, y desconocía que esa ciudad fuese alta a nivel de drogadicción, si es que lo era; así que simplemente descarté la idea. Pensé que esa apariencia en los ojos podía atribuirse a no dormir suficiente debido a los exámenes, o a salir de fiesta. Quién sabe.

Sonó el segundo timbre.

Ya casi no quedaban pupitres vacíos, y estaba deseosa por que la clase empezara. Había estado una semana entera sin ir al instituto, y no es que me apasione, pero necesitaba información nueva y algo a lo que atender para quitarme esos nervios y todos esos pensamientos negativos de la cabeza.

-Perdona, estás en mi sitio. -Una voz de adolescente normal sorprendentemente familiar llegó hasta mis oídos por detrás.

Me giré para ver de quién se trataba. Entonces vi que era Stephan, el chaval que me había atropeyado con el monopatín. -¡Oh, eres tú!

-Sí, yo...Lo siento. -Dije mientras me disponía a levantarme para cambiarme de sitio.

-No, no. Es igual...por favor. Quedátelo, como disculpa. -Dijo mientras señalaba con la mano abierta al pupitre.

-¿En serio? No tienes por qué.

-De veras, es igual, ni te molestes. -Me sonrió y se sentó dos pupitres más atrás.

Yo le sonreí de vuelta.

La chica que estaba a mi izquierda me fulminó con la mirada muy seria, tanto que me hizo estremecerme.

Era una chica rubia, aparentemente teñida, con raíces negras y el pelo un poco rizado.

Un último chaval entró. -¿Qué haces, tío? Estás en mi sitio. -Cuando oí esas palabras me giré para ver de quién se trataba. Era un chico con el pelo marrón, que llevaba una llamativa sudadera azul abierta y una mochila de Marvel dirigiéndose a Stephan.

-Perdona tío, no me he dado cuenta. -Stephan se levantó si se volvió a cambiar de pupitre hasta el que estaba más alejado de todo, el de la esquina más a la izquierda. Advirtió que estaba mirándo lo que pasaba y me dirigió una sonrisa sincera que hizo que me volviera al frente y me quedara mirando al vacío inmersa en mis pensamientos. Supuse que eran amigos, por lo de llamarse "tío".

"Colegas" dicho con la jerga estudiantil del Siglo Veintiuno.



Cuando ves llorar a una vampiresa de ojos negros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora