¡Al Cine!

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Me pasé una hora apoyada en el mostrador esperando a que Marmalade saliera.
Me había puesto lejos de su espacio para dejarla tranquila, y que se olvidara de la pregunta que la había hecho, la cual había resultado ofensiva, al parecer.

Sinceramente, se me hizo tremendamente largo. Miraba a mi alrededor tratando de encontrar algo interesante pero no había nada. Sólo papeles, paquetes, gente yendo de un lado para otro, sobres...

-¡Baja de las nubes! -Exclamó Marmalade saltando sobre mí sin yo esperármelo.
-¿Ya ha terminado tu turno? -Dije intentando que no se notara que había estado aburrida como una ostra más de una hora.
-¡Sí! ¡Podemos irnos a casa!-
Yo asentí sin mucho entusiasmo.
Ella dejó el chaleco sobre la silla y se colocó su mochila en la espalda lista para irse.
Yo no había olvidado su reacción a mi pregunta, pero al parecer ella sí. <Quizá no quiera tocar el tema.> La miré. Se veía contenta.
-¿Nos vamos o qué?
-Sí...sí. -Miré mi reloj. Pasaban las 6 am.
Marmalade empezó a caminar. -¿Y adónde vamos?-
Yo me encogí de hombros. -En realidad no tengo prisa.
-¿En serio? ¡Pero si te querías ir enseguida!-
De pronto sentí mi estómago rugir como un león. -Uy. Lo que sí tengo es hambre.-

Bajamos las escaleras hasta llegar a la calle y Marmalade se ofreció a invitarme a comer, lo que me apetecía mucho, pero... nos dimos cuenta de que ninguna de las dos tenía dinero. 

Mientras mi estómago rugía y rugía, nos pusimos a pensar en alguna solución a nuestro hambre.
-¡Lo tengo! -Exclamé mientras abría mi mochila rápidamente y rebuscaba en el interior con impaciencia.
-¡Eureka! -Significa en griego "¡Lo encontré!", lo cual era apropiado porque había recordado que antes de salir de mi casa esa noche había guardado pan con mermelada sin ningún cuidado, y ahora tenia una tostada envuelta en papel en mi mano. No se veía muy apetecible a simple vista, la verdad, pero el hambre lo cambiaba todo.

Marmalade tenía la misma cara de satisfacción que yo al verlo, así que supe que había encontrado la solución al hambre de ambas. Se lo di y busqué más en mi mochila. Había tres en total.
Nos sentamos en el borde de una acera y nos comimos una tostada y media cada una. 
El pan estaba blando y la mermelada caliente, pero sabía a ángeles tocando campanas de cristal, por poner una comparación gráfica. O por lo menos eso decían nuestras caras. Estaba tan rico que no dijimos palabra hasta que no devoramos el último pedazo.

-Después de esta comida sólo tengo dos preguntas. -Dijo Marmalade anunciando que había terminado con la última tostada. -¿De dónde lo has sacado? Y, ¿hay más?-
Yo la miré. Supuse que tenía más hambre, porque aunque estaba más espabilada que antes de empezar a comer, aún la encontraba algo calmada para cómo es ella de costumbre. Además, con las preguntas que acababa de hacer, y el tono con el que las había hecho, no hacía falta ser un genio.
Suspiré y me dispuse a contestarle:
-Me las ha preparado mi madre para desayunar, pero no me ha dado tiempo de comermelas y las he guardado para después. Y... se me ha olvidado que estaban ahí hasta ahora. -Reí. -Y, la mermelada, la trajiste tú, ¿no te acuerdas?
-¡Oh, es cierto! -Sonrió. -Por eso estaba tan rica.-
Yo asentí y volví a mirar mi reloj. Casi las 7am.
Marmalade lo miró de reojo. -Bueno, debería irme ya. Casi está amaneciendo.
-Oh, claro. -Sonreí. -Hasta mañana.
-Hasta mañana. Espera, ¿sabes volver a tu casa?
-No te preocupes, me las arreglaré. 
-¡No seas boba! -Se acomodó el gorro negro para cubrirse la mayor parte de cabeza posible y me cogió de la mano. -¡A casa de Ella!-
Yo no pude decir palabra. Intenté retorcerme un poco pero noté como mis extremidades se desvanecían por un momento. Esto me hizo estremecerme, pero lo disimulé porque no quería quejarme del detalle que mi amiga acababa de tener conmigo con toda su buena intención. 
No le había dicho que había quedado con Stephan a las doce para ir al cine, ni quería decírselo, por lo que ella creía que me iría a casa y no haría nada más que lo que estaba en mi agenda.
Por suerte me había llevado hasta la zona del jardín, no al interior de la casa, por lo que mi madre no me había visto y podía seguir con mi plan. 
-¡Muchas gracias, Marmalade, en serio! -Dije abrazándola todo lo sinceramente que pude.
Ella respondió un poco sorprendida.
-Hmm. De nada. -Dijo devolviéndome el abrazo y acariciando mi cabello suavemente por dos segundos como si yo fuera una niña llorando. -Ahora debo irme. Nos vemos mañana. -Dicho esto me soltó y desapareció en un instante.

Cuando ves llorar a una vampiresa de ojos negros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora