Violento Despertar.

702 66 0
                                    

Al final Víctor apareció.

Resulta que se había ido a fumar un cigarro. Pero no lo dijo. Lo supe por su olor a humo.

Los tres esperamos en la primera planta (Cuidados Intensivos) a que los médicos nos dieran el permiso para ver a Tiffany por fin.

No supe nada más de los alumnos (creo que eran alumnos) que había visto antes junto a Stephan. ¿Serían parte de la secta cuya tarjeta me había dado? Al recordar esto me saqué la tarjeta que no sabía cómo había llegado a mi bolsillo. La miré. "Los Asesinos A Distancia". -Sin duda el nombre es bastante apropiado. -Sonreí.

-¿Qué has dicho, cielo?
-Nada. -Escondí la tarjeta rápidamente.

<Espero poder hablar con Tiffany, aunque esté dormida.> No soy mucho de rezar, pero en ese momento me dieron ganas de hacerlo. Deseaba que Tiffany despertara. Deseaba que se acabara ese martirio y que todo volviera a la normalidad.
Pero la normalidad ya no existía. Me había convertido en un monstruo, como los demás en esa secta.

Después de una tediosa espera de la cual estuve casi todo el tiempo sentada en una esquina del suelo impregnada de sudor frío, nos dejaron ver a Tiffany. 
El doctor que estaba a su cargo, el cual era un hombre moreno de unos 35 años y con una voz calmada, nos contó que había perdido mucha sangre desde el primer corte hasta que la ambulancia había llegado; que seguramente se despertaría pero que debíamos darle tiempo. Estaba en coma. Podíamos verla, pero de uno en uno y sin hacer ruido en la sala. 

El primero en entrar fue Víctor. Tardó apenas unos minutos y salió pálido.
Luego Sharon, ella tardó un poco más y salió llorando.
Víctor la abrazó para calmarla.
Era mi turno. Respiré hondo y entré sin más. 
No tenía claras las palabras que iba a decir pero sí lo que le quería transmitir.
Vi a una Tiffany completamente blanca de piel, con cables que salían de todas las extremidades de su cuerpo y con una máscara de oxígeno en la cara para que pudiera respirar. Podía escuchar cada bocanada de aire que cogía, cada espiración. 
Con los ojos cerrados y ese cabello dorado que tanto la caracteriza, completamente vestida de blanco. Parecía una muñeca, como si nunca hubiera dañado a nadie.
También había una máquina conectada que medía sus latidos, y al hacerlo emitía un pitido constante. Sus corazón estaba estable, lo único que le faltaba era la consciencia.

Me senté en una silla que había junto a su cama, a la izquierda. -Hola Tiffany...- 
Por supuesto, no hubo respuesta. Me sentía un poco rara hablándole a alguien que estaba inconsciente, pero no me importó.
-Lo siento. Siento haber estropeado tu relación con Stephan, nunca debí meterme en medio. Te ruego me disculpes. Jamás me acercaré a él, ni a ti tampoco si me lo pides... sólo quiero que todo vuelva a la normalidad. Puedes odiarme si quieres, no te culpo, yo también me odio... pero lo que quería decirte es que Stephan es un idiota y presumido; creí que era una persona buena pero no, es un manipulador. Seguro que puedes encontrar a alguien mejor.- Respiré. Creí que me iba a sentir mejor después de decir eso, pero no. Me sentía igual de mala persona, un monstruo, sólo que ahora estaba hablando con un paciente en coma. 

En ese momento algo me sacó de mis pensamientos, era la maquina de los latidos, pensaba que se había vuelto loca, porque marcaba muchos más latidos que antes y pitaba sin parar, como si el pulso se hubiera acelerado. Me levanté para llamar a una enfermera pero de pronto los ojos de Tiffany se abrieron, lo que me asustó bastante. -Tiffany, despertaste. ¿Estás bien? -Volví a sentarme.
-¡Serás zorra! -Exclamó mientras se incorporaba y acercaba sus brazos hacia mí.
-¿Qué? Tiffany, ¿qué quieres? ¿Llamo a un médico? -Le tendí mis manos. Ella las rechazó y me agarró el cuello, estrangulándome violentamente con sus largas uñas.
-¡Tiffany, cálmate! Ya sé que estás enfadada. No puedo respirar... -Dije ahogándome.
-¡Me has destrozado la vida! Eres el demonio en persona, ¿quién te mandó venir a este pueblo? ¿por qué te metes en los asuntos de otros? ¡Diablo! ¡Víbora! -Es curioso, porque yo también había pensado eso de ella. "Víbora". "Demonio", pero ahora me arrepentía. Sin decir nada (porque no podía), vi que ella estaba llorando. Realmente estaba enfadada.

<De haberlo sabido, quizá no le hubiera dicho nada. Debería haber llamado al médico antes.>
Creí que yo iba a perder el conocimiento, pero no. Sólo me quedé atontada, ya que Tiffany no quería soltarme y yo no tenía ganas de forcejear con ella.
Esperé a que algo pasara, o a que se cansara y me soltara.
La miré. Justo cuando parecía que se había quedado sin palabras y me iba a soltar, alguien golpeó la puerta. -¡Ella, date prisa! -Era Sharon.
Yo no pude responderla así que entró y vio aquella escena, propia de un manicomio. Al ver a Sharon, Tiffany me soltó e intentó hacer como si nada.
-Pero bueno, ¿qué está pasando aquí? ¡Ella, debiste avisar de que había despertado! ¿Qué tal te encuentras, Tiff?
-Bien, señorita Girusanda. -Dijo como una niña buena. 
Yo me quedé algo perpleja, solamente por cómo la acababa de llamar, ¿acaso era ese su apellido? Imaginé que sí.

-Bien. Llamaré a un médico.
-¡No! -Exclamé tendiendo un brazo. -Déjeme llamarle a mí. Usted espere aquí, Sharon.
-Vale. -Dijo sorprendida. 
Yo me levanté corriendo y salí topándome con Víctor en la puerta. -Pero bueno, ¿qué está pasando ahí?-
Yo jadeé como si acabase de correr 10 kilómetros. -Tiffany ha despertado.
-¿Qué? ¡Eso es magnífico!
-¡Sí! Pero hay que llamar a un médico. -Dije aún fatigada.
Víctor se puso serio. -Yo me encargo. -Y salió corriendo a buscar uno.
Yo me quedé sentada en una silla, entre la muchedumbre que ahora había en la sala de espera, intentando asimilar todo y deseando que mi vida volviera a la normalidad.
En unos minutos el médico que antes nos había explicado la situación de Tiffany, vino con el paso ligero acompañado de Víctor. Ambos entraron en la habitación.
No sé porqué, pero me levanté y me puse al lado de la puerta, para escuchar lo que decían. Estaba segura de que Tiffany no haría más que comportarse como una niña buena.
-¡Tiffany, estás despierta! ¡Qué alegría! -Dijo el médico.
-¿No es obvio? -Respondió Tiffany algo irónica, lo cual me sorprendió.
-Bueno. Ahora vas a comer y después te haremos unas pruebas para comprobar si está todo en orden. ¡Tienes muy buen aspecto!-

<Mentira.> Me imagina la cara de aquella víbora, pálida como antes y con la mirada maligna y fija que se la ponía cuando actuaba de manera soberbia.

-¡Que te den! -Dijo. -Traeme a esa maldita zorra asquerosa que la voy a matar. -Al oír esto supe que se refería a mí. No sabía que hacer, únicamente tuve el impulso de salir corriendo, así que me fuí escaleras abajo hasta llegar a la planta baja. Luego busqué la puerta principal desesperada (aquello era un laberinto). Cuando finalmente la encontré me quedé afuera, respirando el humo de los cigarrillos de los que estaban ahí. Intenté relajarme. Mientras ellos estuvieran ahí ella no podría hacerme nada.

Solamente podía esperar a que Víctor y Sharon salieran por esa puerta para volver al coche, ya que yo no tenía ni idea de cómo ir a mi casa, y la verdad me daba miedo no tener gente alrededor, podría volver a aparecer el tonto de Stephan, o para colmo, Tiffany, aunque eso era bastante improbable. Estaba asustada.
Según el tiempo pasaba comenzaba a estar más y más insegura de si realmente ellos dos saldrían o si se quedarían a pasar la noche allí. Habiendo visto el estado en el que se encontraba Tiffany, no sería de extrañar. ¿Y qué pasaba conmigo? ¿Estaban tan preocupados por esa rubia que se habían olvidado de mí por completo?
Pensé que quizás aún no habrían salido de aquella habitación, y que daban por hecho que yo estaría sentada en la sala de espera.
Luego me vino otra imagen, más siniestra, como en algunas pesadillas. En ella Tiffany se había vuelto completamente loca y había forcejeado con los otros tres (el médico, Sharon y Víctor) hasta dejarles incoscientes, o matarles.
En ese caso, ¿vendría a buscarme? ¿O se quedaría en la cama a dormir un poco más?
<Ay, Dios. Va a venir, va a venir a buscarme. Debería irme...> Empecé a mirar a mi alrededor para ver si había algún autobús. <¡No! Son sólo imaginaciones mías. Seguro que ya se ha calmado y la están dando de comer, o dandola una ducha, o haciéndola las pruebas!> Suspiré. Deseé que Marmalade estuviera ahí, conmigo. Ella podría haber echado un vistazo sin ser vista. Podría haberse teletransportado y haber puesto la oreja, o haber volado hasta la ventana de su cuarto.
Pero ahí estaba yo, sola... Como una princesa en apuros. Sólo que en lugar de estar atrapada en una torre estaba libre en un sitio que no conocía. <¡Agh, como odio ser la nueva!>










Cuando ves llorar a una vampiresa de ojos negros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora