Capitulo 33

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Acaba de sonar el timbre y bajo corriendo, Cristóbal acaba de llegar para irnos a la casa de Scarlett. Abro la puerta y ahí está Cristóbal sonriendo como siempre.

– Hola, pasa.

– Hola gracias. – Respondió Cristóbal.

– Ya en un momento, salimos. Quedo un poco del pie que hice ayer y quería llevárselo a Scarlett.

– Vale.

Mientras fui a la cocina por el pie que estaba guardado en la nevera, escuche pasos por las escaleras, rápidamente salí pero era demasiado tarde mi madre había bajado.

– ¿Y este chico? – Pregunto con un tono de prepotencia. Jamás podía ser hable, como en un pequeño instante me hizo pensar que de verdad iba a cambiar.

– Mucho gusto, señora. Me llamo Cristóbal – Dijo con una sonrisa y ofreciéndole su mano para que la estrechara

Mi madre miró la mano de Cristóbal y volvió a mirarlo sin estrecharla, Cristóbal un poco apenado la retiro.

– Y, ¿Qué? – Dijo mi madre mirándome.

– ¿Qué pasa? – Respondí confundida.

– ¿Es tu nuevo novio? Un chico diferente por semana ahora.

Su comentario hizo que me hirviera la sangre, pero no le respondí no valía la pena, decirle algo a mi madre es una pérdida de tiempo – No, Cristóbal es mi amigo. Yo sigo teniendo el mismo novio – Suspiro – Y mamá, pues ya me voy. Vamos a ir a casa de un amigo para una fiesta. Probablemente me quede a dormir ahí.

Mi madre empezó a reír a carcajadas, Cristóbal y yo nos miramos confundidos no entendíamos de que podría reírse.

– ¿De qué te ríes? – Pregunte.

– Es divertido que alguien te invite a ti a una fiesta, pero como sea vete. – Dijo dándonos la espalda y subiendo las escaleras.

Cristóbal y yo salimos de la casa y comenzamos a caminar hacia la casa de Scarlett ya que no era tan lejos.

– Perdón por todo eso – Dije apenada.

– No te preocupes, fue todo un placer.

– No seas tonto. De verdad me siento apenada contigo, no quería que nunca la vieras.

– No te preocupes, se lidiar con gente poco amable, pero verdaderamente me sorprende que te trata a ti así.

– Pues a mí, ya no me preocupa ni me afecta ninguno de sus comentarios.

– ¿Segura? Igual es tu madre.

– Bueno, a veces sí que duelen. Pero trato de que no me afecten y cada día que pasa me afecta menos.

Seguimos charlando de cosas sin sentido. Hasta que...

– Oye, deberías atarte los cordones – Gritaron a mi espalda, Cristóbal y yo frenamos y miramos hacia nuestros zapatos y ninguno tenía los cordones sin atar. Luego alzamos la vista y un chico se acercaba y eso explicaba todo.

– Tenemos los cordones bien – Dije mirando fijamente a Matteo que había llegado hasta nuestro lado.

– Solo era un truco, porque te vi y quería que frenaras a hablar conmigo.

– Lo lograste. Oye por cierto quería decirte algo, de hecho después iba a llamarte.

– Yo también te quería decir algo. – Y de pronto a mi espalda Cristóbal tose, y la mirada de Matteo va hacia él.

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