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Nacho me hizo una colita improvisada y me penetró lentamente.

Arqueé mi espalda y solté un gritito. El lo dejo ahí un buen rato para que me fuera acostumbrando a esa nueva sensación.

—¿Mejor?—preguntó dudoso, asentí—Bueno, si ves que te duele lo dejamos—asentí nuevamente.

El empezó a sacarlo lentamente y a volver a meterlo repetidas veces. De a poco iba acelerando las embestidas.

Dolía, pero cada vez era menos el dolor y más el placer. Soltaba gemidos y tenía la respiración muy agitada.

Quería más, necesitaba más.

—Spallatti—lo llamé entrecortada mente—Más rápido.

—¿Eh?—rió.

—Da-dale Nacho.

—¿Dale qué?—hizo una pausa—Si querés, pedilo.

—Dale—me limité a responder y solté un suspiro pesado.

—Pedilo—rió otra vez.

—¡Más rápido Nacho!—hice un gritó ahogado.

No me respondió y dio una embestida rápida y profunda. De mi boca solo salían pequeños gemidos y jadeos, pidiéndole mas a Ecko.

El me agarró de la cintura y empezó a acelerar haciendo cortas embestidas pero iba tan rápido que el ruido de nuestros cuerpos chocaban sucesivamente.

Después de un buen rato así llegamos al clímax, nos separamos y nos acostamos.

—Te la bancaste de una—rió y me dió un corto beso.

—¿Que te pensas?—contesté con autosuficiencia.

—Que te haces—hizo montoncito con la mano, rodé los ojos haciéndolo reír.

Le di la espalda.

—¿Te enojaste?—rió, no le contesté—Dale amor, háblame.

Seguí sin contestar, sentí unos brazos rodeandome la cintura y arrastrándome en su dirección.

—No te enojes, hermosa—beso mi cuello—Te amo.

—Yo no—respondí seca.

—¿Ah no? hace rato no decías lo mismo—susurró en mi oido.

—¿No sabes lo que es fingir, papu?—me dí la vuelta para enfrentarlo.

—Me lastimas diciendo eso, eu—hizo puchero. Reí y lo agarré de los cachetes para darle un beso tierno.

—Te amo idiota—lo miré.

—Yo más calentona—me dió un casto beso.

• • •

Hoy llegó el día en el que me vuelvo con Juli a Córdoba, sí, nos volvemos, yo para agarrar todas mis cosas e irme a vivir a Buenos Aires mientras que ella iba para terminar su último año, quién no veía la hora de irse a vivir a la capital de Argentina para mejorar la relación con su novio, Khea.

Nos levantamos, preparamos y empezamos a guardar las últimas cosas en las valijas para después ir el aeropuerto.

Nos llevaba Ecko y de acompañantes iban mi hermano y Khea.

Después 30 minutos llegamos al aeropuerto, nos despedimos de los chicos y empezamos a hacer la cola para facturar, mostrar los papeles etc.

Dos horas más tarde ya habíamos llegado al aeropuerto de Córdoba.

—¡Por fin, ya tenía el orto dormido!—chilló ganándose una mala cara de mi parte.

—¿Podes dejar gritar? Me haces pasar vergüenza—me tapé una mano en la cara.

No respondió nada al respecto, salimos del aeropuerto y agarramos el bondi para irnos a mi casa.

—¡Ma volví!

—Después soy yo la que grita—murmuró mi amiga, le di un empujón.

—Hola nenas—apareció mi mamá en el living—¿Quieren comer? Hice milanesas con puré.

Se nos dibujo una sonrisa de oreja a oreja y fuimos a la cocina para comer.

—Bueno y cuentenme qué onda—nos miro.

—Tu hija está saliendo con el mejor amigo del hermano—soltó de una.

—Callate boluda—la empuje.

—¿Ignacio?—asentí—Que lindo hija,¿y vos?—miro a Juli.

—Me enganché con un amigo de Ignacio.

—Ah bue, como crecen mis chiquitas—sonrió, mi amiga le devolvió la sonrisa y yo revolee los ojos.

—Ma—llamé su atención, levantó la cabeza y me hizo un gesto con esta para que continúe.

—Me quiero ir a vivir a Buenos Aires—hablé rápido.

—¿Qué?—me miró sin entender haciendo reír a mi amiga.

—Que me quiero ir a vivir a Buenos Aires—solté más tranquila.

—¿Con tú papá?—fruncio el ceño.

—Por ahora sí.

—¿Cómo que por ahora?—volvió a fruncir el ceño.

—Es que yo...

la hermana de dam ; eckoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora