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La mirada de mi mama decía lo contrario quería que se quedase pero no se animaba a decirlo delante mio. Entonces si no se animaba lo hacía yo.

—Leandro—llamé la atención de este.

—¿Si? ¿Qué pasó?—preguntó con el ceño fruncido.

—¿Por qué no te quedas a dormir?—hice una pausa—Llamame Belu.

Mi mamá rápidamente me miró con los ojos bien abiertos haciéndome reír.

—Em no sé—se rascó la nuca.

—Dale no te ortives, te hago torta frita para desayunar y te preparo unos mates—propuse con una sonrisa.

—Bueno dale, esa propuesta no la voy a rechazar—rió.

—Bueno, vamos a la cocina a tomar algo—intervino mi mama y me miró—¿Venis?

—No ma, gracias pero es re tarde y tengo sueño—asintió.

—Bueno, descansa—dió un beso en mi coronilla.

—Buenas noches Belu—me saludo con una  sonrisa Leandro.

—Buenas noches—me despedí y estos se fueron a la cocina, desvíe mi mirada hacia Ecko—Nacho.

—Un rato más—pidió con los ojos sin cerrados.

—Dale Matías—lo moví—Vamos arriba que tengo sueño.

Se levantó lentamente y cuando pude me tiré arriba de el para que me llevará a cococho.

—Para boluda, sos pesada—se quejó.

—¿Me estas llamando gorda?—pregunté indignada, rió y asintió—Listo así quedamos.

—Vení enojona—me abrazó por la cintura.

—Dejame, no me toques—me zafé de su agarre.

—No te enojes Be—dijo repartiendo un montón de besos por toda mi cara, hasta llegar a la comisura de mis labios dándome cortitos y seguidos besos.

—Dale vamos arriba que tengo sueño—lo agarré de la mano.

Llegamos a mi pieza y Ecko se tiro en mi cama no tardé mucho en subirme arriba, aplastándolo. Hizo un movimiento rápido para que yo me quedé abajo de el.

—Sos re linda—dijo entre besos.

Lo empuje un poco para cambiar de posiciones quedándome yo arriba de el, me senté arriba de su miembro y empecé a moverme en el círculos.

—No hagas eso—advirtió mientras me mantenía de la cintura.

—¿El qué? ¿Esto?—me volví a mover.

Soltó un gemido y me agarró de la cintura, apretándome contra el para que pudiera sentir su erección.

Me agaché para dejar besos húmedos en su cuello y algún que otro chupón, fui bajando mi mano poco a poco por su abdomen hasta llegar a su miembro y lo apreté haciendo que suelte otro gemido.

Me bajé de encima y me acosté, para después taparme así no me veía reirme por la situación.

Sentí unas manos en mi cintura tirandome hacia el, su respiración estaba chocando en mi cuello, estaba nerviosa.

—¿Qué mierda haces?—susurró en mi oido.

—Nada, ¿por?—pregunté haciéndome la pelotuda.

—No me podés dejar así Be.

la hermana de dam ; eckoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora