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—Hola Nacho—conteste de la misma forma que el.

Verlo ahí parado despues de dos semanas me alegro la existencia. Me hizo saber que de verdad le importaba y que apesar de las circunstancias y los obstáculos siempre iba a estar para mi.

Estaba vestido con un jean, una remera larga y una gorra. Sonreí al verlo así, sobretodo por la gorra hacia bastante tiempo que no lo veía con una y para ser concretos desde que empezó a ser famoso.

Me alegraba, porque yo lo conocí así,  siendo un chico que iba a una plaza a tirar free mas que nada para pasar el rato con sus amigos, siendo un pibe simple y sobretodo humilde.

—Bueno, los dejo solos—habló mi hermano mientras se iba.

Bajé las pocas escaleras que me quedaban y me quede en frente de el.

—Perdón—fue lo único que alcance a decir antes de abrazarlo.

—Esta bien, Be—hablo mientras sobaba mi espalda.

—No, no está bien—contesté mientras empezaban a caer lágrimas por mis cachetes.

—Eu—agarro mi cara para que lo mirase—Esta bien, no llores—pasó su pulgar para secar mis lágrimas.

—Perdón, perdón, perdón—dije mientras lo agarraba de la cara y empece a comermelo a besos.

Ni yo me creía que estuviera comiendolo a besos, supongo que es porque lo extrañé.

Extrañé su gran sonrisa, sus ojitos castaños, sus labios carnosos, sus abrazos, cuando se pone en modo atrevido y tierno, lo extrañé a él en sí.

Después de un año sin el, todavia no me había ni me he acostumbrado a su ausencia. Ningún pibe me llenaba ni un cuarto de lo que hacía el.

No sé si es por las pelotudeces que decia o los actos que tenía, pero de verdad se ganó mi corazón desde esa joda en mi casa, donde nos conocimos.

—Que linda manera de pedir perdón—me miro y sonrío.

—Bobo—contesté colorada.

—¿Cuándo será el día que no me insultés?—preguntó divertido.

—El día que no me importés—contesté subiendo los hombros.

—Apa, entonces te importó hace banda.

—Siempre me importaste—me crucé de brazos.

—Vos a mi no—dijo rascándose la barbilla.

—Mira vos—contesté yéndome a la cocina.

Abrí la heladera y saqué la jarra con agua, para después servirme en un vaso. Sentí unas manos alrededor de mi cintura y un beso húmedo en mi hombro.

—Salí—contesté cortante.

Escuché la risa de Ignacio y la respiración del mismo en mi cuello. Cuando quise acordar estaba haciendo un caminito de besos desde mi cuello hasta mi hombro.

—Claro que me importas gorda—susurró en mi oido y me dio un beso cortito en la oreja.

—¿Gorda?—pregunté dándome la vuelta para enfrentarlo.

—Sí, mi gordita—dijo tiernamente y riendo.

—Gordo vos que te comes todo—conteste enojada.

—¿Sabes que tengo gordo?—preguntó mirándome con cara pícara.

—Sí—contesté mirándolo.

—¿Ah si?—contestó poniendo sus manos en mi cintura.

—Sí, la panza—contesté tentada.

—Que graciosa sos, eh—dijo de brazos cruzados.

—Re.

—Hola—saludó mi papá entrando en la cocina y abrió los ojos cuando vio a Nacho—Upa, yernito preferido—se acercó a Ignacio y hicieron el típico saludo de hombres.

—Hola suegrito, ¿todo bien?—dijo con una sonrisa.

—Sí, todo bien—le devolvió la sonrisa—Che, ¿viste el partido de Argentina?

—Ah no, yo me voy—hablé mientras salía de la cocina y los dos presentes se reían.

Me fui porque mi papá una vez que se ponía hablar de fútbol no lo callabas ni debajo del agua y ya si se juntaba con mi hermano bueno...

Subí a mi pieza y escuché rasguños en la puerta, me levanté de la cama y abrí la puerta. Me encontré con mi perra, Dakota.

—Hola cosita hermosa—me agaché para abrazarla a lo que ella me respondió lamiendo mi cara.

Siempre le tuve y le tengo mucho aprecio ya que había sido un regalo para mi hermano y para mi en Navidad de parte de mi papá.

Por lo que nos contó mi papá, la encontró desnutrida y con muchas heridas al parecer su ex dueño le pegaba, pero lo peor de todo es que era una bebé no tendría ni un año cuando mi papá la encontró por la calle.

Desde que papá la trajo a casa, Dakota recibió todo el amor y centro de atención del mundo. Era una cosita gordita y peluda.

—Ya está la comida gorda—habló una voz haciendo que pegue un saltó del susto.

—Me asustaste—dije con una mano en el pecho—Y deja de decirme gorda, no me gusta que me digas así.

—Tampoco soy tan feo che—soltó una risita—Sólo te voy a llamar así para joderte—me regaló una sonrisa sin dientes.

—Sos hermoso—dije acercándome a él y dándole un beso cortito en la comisura de los labios.

—¿Belén cariñosa conmigo? ¿Tenes fiebre vos?—preguntó divertido y tocándome la frente.

—Ah listo, ya no te voy más besos—me hice la ofendida.

—Mentira mentira, vení—me agarró del brazo y tirandome hacia el—¿Me das un beso?

—No—contesté mirándolo fijamente a los ojos sin ninguna expresión en mi cara.

—Dale, porfa—insistió e hizo puchero.

—Vamos a comer—cambié de tema.

—Yo te quiero comer a vos—me dió un pico.

—Mira vos que interesante—respondí restandole importancia.

—Mas interesante es lo que te haría en la cama—soltó de una, lo mire con los ojos abiertos y le pegué en el hombro.

—Callate pelotudo—lo reté mientras me ponía colorada.

—Ya me estoy imaginando vos encima mío—hizo una pausa—Arriba, abajo...

—¡Ignacio!—grité más colorada todavía.

—¿Qué pasó bombona?—preguntó riendo.

—Hacete no más—lo fulminé con la mirada.

—Te amo gordita—besó mi cachete.

la hermana de dam ; eckoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora