Prólogo

2.7K 186 11
                                    

—Tiffany, ¡ya para!

—¿Por qué eres tan aburrido?

—¿Quieres cantar? —preguntó de la nada, mientras bostezaba, ambos nos estábamos consumiendo en el aburrimiento de estar en el mismo lugar de todos los días. Nuestras ideas de diversión se habían agotado, y este verano parecía eterno, sin embargo, no quería regresar a la escuela.

Dejo de tirarle la pelota y me siento en el suelo, en posición de indio pare verle a la cara.

Desde que tengo memoria me ha encantado cantar, él lo sabe muy bien. A pesar de que a él no le venga muy bien el canto, no deja de apoyarme en las cosas que me gusta hacer, aunque eso me cueste los tímpanos.

—¡Sí!

Nos levantamos y vamos corriendo al cuarto de juegos de Jay, el tiene un cuarto de juegos grande. Yo no tengo uno, pero si tengo una piscina, nos coordinamos los días para ir a mi casa o a su casa.

Jay ha sido mi mejor amigo desde siempre, su madre es socia con mi padre, así que nuestra familia también es muy unida. El es tres años mayor que yo, es como mi hermano mayor; aunque aveces más inmaduro que yo.

Cuando llegamos al cuarto de juegos el enciende el juego de karaoke, yo busco mi micrófono y me preparo para empezar a cantar.

—¿Selena Gómez?

—Selena Gómez. —digo por el micrófono, confirmando.

Él pone la canción y corre hasta mi lado para cantar, a todo pulmón. No nos importaba si gritábamos como gallos, ya que la casa era lo demasiado grande como para que nadie escuchara nada de lo que pasaba en las habitaciones.

Mi madre murió cuando nací, ¿Qué si la extraño? Puede que suene cruel, pero no, nunca la vi así que no siento la falta de ella. He visto a mis compañeras de escuela ser consentidas por sus madres, y por mi parte eso no me hace falta. Mi padre se ha encargado de darme todo el apoyo y cariño que mi madre pudo haberme dado, estoy consciente de que tal vez no sea lo mismo pero los esfuerzos de mi padre por darme el mundo si lo pidiera son suficientes, no me hace falta nada más.

Él nunca ha llevado a alguna novia a la casa. Mi nana, María, me dice que algún día mi padre se va a enamorar de nuevo, tendré que aceptarla, todo sea por la felicidad de mi padre. No creo que traiga a una madrastra como la de cenicienta, Jay me ha dicho que eso sólo existe en los cuentos para niños, y yo le creo.

La tarde se empieza a desvanecer, y yo empiezo a buscar camino hacia mi casa antes que oscurezca del todo. Lo bueno es que vivimos en la misma zona y sólo tengo que caminar cuatro casas. Jay siempre me acompaña por "seguridad" aunque la zona sea la más segura de la ciudad.

—Adiós, fea.

—Adiós, animal. —hago un gesto con mi mano de despedida y entro a la casa, no sin antes asegurarme de que él haya llegado a su casa a salvo.

Cierro la puerta, se escuchan voces de personas en la sala. Camino hasta ahí y me encuentro con mi padre con una señora en el sofá y una niña sentada en otro.

Nunca las había visto en mi vida, y me parece raro que mi padre no me haya contado de ellas, nosotros no mantenemos secretos. Ellas me ven, la señora con una sonrisa amable que contagia a cualquiera, mientras que la niña estaba simplemente con la cabeza gacha, parece ser muy tímida.

—¡Hija! Que bueno que llegaste, déjame presentarte... —se levanta y me toma de la mano hasta llevarme cerca de la señora—: Ella es Amelia... mi novia. —lo último lo dice en un tono suave.

Volteo a ver a la novia de mi papá, es muy bonita, alta, rubia y un cuerpo bonito. Y no me sorprendo por la noticia, ya me habían dicho que esto iba a pasar, y estoy preparada. No viene nada mal unas personas más en esta solitaria casa.

—Hola, me llamo Tiffany. —pongo mi mejor sonrisa y la saludo con un gesto de mano.

—Ya lo sé, tu padre habla maravillas de ti.

De lado veo a mi padre quién está sonriendo al ver que me llevo bien con ella. De un momento a otro su celular suena, parece no ser consciente de ello hasta el tercer llamado, sacude su cabeza para salir de su trance y se va a la cocina a contestar.

—¿Cómo te llamas? —trato de ser amable con la que supongo que será mi hermanastra. Ella levanta el rostro poco a poco, sin expresión alguna.

—Me llamo Emma. —ella trata de venir a mi, con una muñeca de trapo entre sus manos que no quería soltar, pero Amelia habla haciéndole detener.

—¿Qué te dije de andar jugando con esta... niña? —me mira con de pies a cabeza con disgusto, pero ¿qué le hice para que se comporte así? Parecía que yo era de su agrado.

Emma sólo se aleja de mi y se vuelve a sentar en el sofá.

—En serio lo siento, pero me han llamado para ir a trabajar, tienen problemas con unos accionistas... —todas volteamos a verlo—, ¿está bien si las dejo solas por está noche? —pregunta mi padre con su teléfono en la mano.

—Claro cariño, yo cuidaré de las niñas, tú no te preocupes. —¿cómo es qué cambio tan rápido? Ella estaba enojada... o eso creo. Tal vez sólo fue mi impresión.

Papá deja un beso volador y sale de la casa, Amelia gira sobre sus talones con una sonrisa de oreja a oreja, no sé porqué pero fue escalofriante.

—Desde ahora me tienes que llamar señora Amelia, y a mi hija señorita Emma. —empieza a caminar hacia mí—. Tú dormirás en el cuarto de abajo, y no hagas berrinches, empieza a mover tus cosas.

Un poco aturdida por los cambios de humor en ella,  asiento y ella camina lejos de mí por lo que puedo soltar el aire reprimido.

—¡Oh! Casi se me olvida. —se da la vuelta para mirarme a una distancia considerable —Nada de esto a tu padre o a alguien más, si no quieres que le vaya mal. Tú quisiste cambiar de habitación porque te apetecía ¿entendido?

Sólo vuelvo a asentir y ella se va de la sala. Emma se levanta del sofá y se va detrás de su mamá.

Volteo por toda la sala para asegurarme de que nana no haya escuchado nada. Al darme cuenta de que no esta por ningún lado me hace sentir bien por un lado.

¿A qué se refería con que le vaya mal? ¿A quién? ¿Por qué?

Dejo las preguntas a un lado para dirigirme a mi habitación y empezar a bajar la ropa hacia la habitación de la primera planta, la cual se suponía que era para huéspedes. Tal vez Emma quiera una habitación más grande, y no hay problema. Mi padre me ha enseñado a compartir.

Todo cambiará desde hoy supongo, se siente un aire tenso desde qué entré, espero qué sólo sea mi imaginación.

La voz de tu corazón (#1 Trilogía De Corazones Infelices)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora