Capítulo 2

948 120 7
                                    

Han pasado dos días después del entierro del padre de Jay. Mi padre me explicó que el corazón del padre de Jay había dejado de funcionar y que decidió partir al cielo al igual que mi madre.

Apenas vi a Jay ayer estaba destrozado. No había dormido ni comido nada, trate de hacerlo comer aunque sea un poco pero fue en vano. No quería que nadie entrara a su habitación, hasta me gritó que me fuera, cosa que no hice porque eso sería como dejarlo solo, pero mi padre me dijo que le diera tiempo.

-¡Tiffany!

Dejo el lápiz en la pequeña mesa y salgo corriendo a la sala donde está la señora Amelia con un suéter en manos furiosa.

-¿No te dije que tenías que planchar la ropa?

-S-si pero...- bajo la mirada de miedo, ella es muy aterradora -No puedo planchar.

Ella tira el suéter bruscamente y me jala del pelo para subir las escaleras, sólo lloro del dolor, pongo mis manos donde ella está jalando mi cabello para sentir menos dolor pero es imposible, ella es más grande y fuerte. Cuando llegamos al cuarto de ella y mi padre me tira sobre la cama.

-Trae la plancha y la mesa.- me levanto rápido y le llevo lo qué me pidió.

Ella coloca la mesa de mala gana y conecta la plancha, me quita la camisa dejándome con la camisa de centro.

-P-puedo pedirle a nana que...

-¡Nana no va a regresar! ¡¿No puedes entender?!

Nana me dijo ayer que se iba a visitar a su familia, me prometió que regresaría, ella no pudo haberme mentido.

-Vas a aprender con una sola vez.- me jala de la mano para colocar la de ella sobre la mía agarrando la plancha de ropa y con la otra extiende la camisa, empieza a mover la plancha sobre la camisa.

La plancha había tratado de usarla hace un rato, pero estaba muy pesada y no pude usarla. La presión que la señora Amelia hacía contra mi mano llegaba a doler, no por la presión, sino por lo caliente de la plancha.

La mano con la que estiraba la camisa la coloca encima de la camisa y me fuerza a pasar la plancha sobre mi mano dos veces. Grito del dolor del hierro caliente en mi mano.

-Ya por favor, basta- apenas pude hablar. Ardía tanto mi mano que se había puesto roja, y el dolor era insoportable, no quería seguir llorando, pues eso le enojaba.

Trate de llorar en silencio.

Me empuja lejos de ella y tira la mesa con la plancha al suelo, me toma del cuello para que la vea a los ojos.

-¿Aprendiste?- asiento con miedo. -Así me gusta- me acaricia el cabello y me suelta -Voy a salir y quiero la ropa de Emma y la mía planchadas cuando venga.

Empiezo a toser desesperadamente, su agarre a mi cuello había sido tan fuerte que me empezaba a dejar sin aire.

Cuando cierra me desplomo en el suelo con la mano aún ardiendo del dolor, se ha puesto más roja de lo que estaba. Me levanto para ir al baño pero cuando trato abrir la puerta del cuarto está cerrada.

Me senté en el piso un momento, quise dejar que el dolor bajara, pero estaba tardando mucho. Si la señora Amelia llegaba y no había planchado puede enojarse.

Me levanté, aún cuando las lágrimas seguían cayendo, y busco la ropa de la señora Amelia, con todo el dolor en la mano plancho la ropa de ella, tal y cómo me enseñó.

Limpiaba constantemente mis mejillas con el brazo. Era muy difícil estar planchando con mi mano ardiendo, pero no quise que la señora Amelia se enojara conmigo o con mi padre.

Termino de planchar la ropa de la señora Amelia, y vuelvo a sentarme en el piso a descansar un poco, porque mis pies dolían de estar parada.

La puerta se abre y entra Emma con ropa y la deja en el suelo.

-Mi madre ya viene así que es mejor que te apures.- vuelve a cerrar con llave.

Me levanto y empiezo a planchar la ropa de Emma. Termino y la doblo con delicadeza a qué no se arruine.

Pude sonreír un poco al ver que terminé, pero estaba muy exhausta. Me acosté un rato en la cama, donde podía oler el perfume de mi padre. El aroma era tan delicioso que me hizo cerrar los ojos, y no me di cuando me dormí.

La puerta se abre de golpe haciéndome sobresaltar del susto.

La señora Amelia entra a la habitación y se acerca a l ropa, revisa la ropa cautelosa, y la tira a la cama decepcionada.

-Te la paso por que es la primera vez, vuelve a doblar la ropa y la ordenas.

Hago lo que me pide y ella sale del cuarto. Ya terminado bajo las escaleras para mi cuarto y me encuentro con papá.

-¿Qué te pasó?- me toma de la mano, bajo la mirada.

¿Qué debería decirle? No quiero arruinar su felicidad.

La señora Amelia se aparece y se coloca al lado de mi papá tomándo su mano para que suelte la mía.

-Se me había olvidado contarte amor, ella salió a jugar y se golpeó la mano, yo quise curarla pero ya sabes, no quiso.- le sonríe como la bruja qué es.

-¿En serio?- asiento con la mirada baja aún -No tienes que hacer eso amor,- se dirige a ella- muchas gracias- le da un beso en la boca -¿le dijiste gracias Tiffany?

-No te preocupes, amor.- interviene una vez más.

-Tiffany.- dijo con un tono de advertencia mi padre.

Hago una sonrisa falsa -Gracias.

-Es una lindura, como tú.- mi padre voltea para plantarle un beso en la boca a ella.

Me abro paso al lado para pasar, y me voy directo a mi habitación.

Esa mujer puede actuar muy bien, ¿Cómo no se da cuenta mi papá que ella es mala? Tal vez ella sólo me trata mal a mí. En mi mente viene la frase de mi nana "Todos merecen ser felices", ella es la felicidad de mi padre y yo no se la voy a arruinar.

Me vuelvo a sentar frente a la mesa. Al menos mi otra mano está buena para seguir con lo que estaba haciendo. Cojo el lápiz, y vuelvo a escribir.

Sé que te he pedido muchas cosas, pero esta vez quiero pedirme algo muy especial. El papá de mi mejor amigo murió, dice mi padre que murió de lo mismo que tú. Ahora que tú y el papá de Jay estarán juntos en el cielo podrán cuidarnos muy bien, y el padre de Jay podrá enviarle regalos en navidad como tú lo haces conmigo. Cuando vea a Jay le diré que no esté triste porque tú le darás de comer a su padre. Nana dice que tú eras una muy buena cocinera. Por favor cuida mucho al papá de Jay. También que en vez de darme muñecas en esta navidad quiero que hagas que Nana regrese a la casa. No hay problemas pero la extraño mucho.

Te quiero

Dobló el papel a la mitad y lo guardo en un pequeño sobre. Me levanto y camino hasta el patio trasero. Detrás de aquel árbol con flores blancas había un buzón donde mi padre me dijo que pusiera las cosas que quería decirle a mi madre, ella bajaba todas las noches a leerlas. Al principio no le creí, pero después de pedirle algo a mi madre en navidad, mágicamente ella me trajo mi regalo. Ese buzón era la manera de comunicarme con ella desde el cielo.

Cuando volví a entrar mi padre me llamó para cenar pero sólo le dije que no tenía hambre. Volví a mi habitación, me acosté en la cama y entre lágrimas de dolor me quedé dormida.

La voz de tu corazón (#1 Trilogía De Corazones Infelices)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora