Capítulo 18

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*Narra Tiffany*

—¡Levántate! —siento el agua fría en mi cara, causando que abra mis ojos de golpe, y que tosa ya que el agua había entrado por mi nariz— ¡¿Qué crees se hará sola?! Levántate, ya has dormido demasiado, ¡no lo volveré a repetir! —sentía un molesto dolor en todo mi cuerpo, y sus gritos no ayudan en nada.

Tomo mi cabeza entre mis manos, también dolía demasiado. Sentí un alivio cuando escuché la puerta de mi cuarto cerrarse de un portazo. Al menos ya se había ido.

Busco una pastilla para el dolor de cabeza en la gaveta de mi mesita de noche, espero unos minutos para recobrar fuerzas y me levanto de la cama. Me doy un baño rápido para que se me pase el dolor y la flojera que tenía encima.

¿Pero qué diablos? ¿Cómo desperté aquí? Yo estaba en la tumba de mamá ¿Cuándo me levanté de la tumba? ¿O quién me trajo? ¿La señora Amelia? Lo dudo mucho ¿Mi padre? Probablemente.

Hago la cena rápido, mi padre no está presente, le sirvo la comida a ellas. Empiezan a comer y con miedo me atrevo a preguntarles.

—Disculpe —me acerco a la señora Amelia— ¿Cómo llegué a casa?- pregunto en voz baja.

La señora Amelia bota el tenedor en el plato haciendo un gran ruido y asustandome. Me voltea a ver para nada feliz.

—¡Tú andas haciendo tus cosas ¿y ni siquiera sabes cómo llegas a tú propia casa?! ¡Bien dicen que las más calladas son las peores! —grita mientras Emma sólo ríe por el espectáculo— ¡De seguro fuiste a emborracharte o a drogarte y por eso venías casi muerta!

Creo que debido al dolor de cabeza no puedo pensar claro. No sé ni cómo se me cruzó la idea de preguntarle algo así.

—Mamá, ya sabes como es está. Dile a mi padre, tal vez la echa de una buena vez de la casa.

—Pero es mi casa. —mierda, ¿por qué salió eso de mi boca? Ahora estoy en problemas.

La señora Amelia se levanta tirando los platos, y viene a mi, con aquel aire intimidante y molesto. Levanta la palma de su mano, y la estrella contra mi mejilla, dejando un leve ardor en esta.

Apenas pude procesar lo que acababa de hacer, y no tardó en volver a abofetearme otras tres veces en la misma mejilla. Y cada vez iba con más fuerza que la anterior.

—¡¿Cómo te atreves a contestar?!

—Con que muy malcriada ¿eh? ¿Es esto una clase de revelación? —Emma se levanta de su silla para caminar hacia mi, me toma del brazo enterrando sus uñas en mi piel y me lleva al baño de huéspedes.

Abre la puerta y me tira hacia el interior, ella se va por un momento, y no tarda en llegar con aquel látigo, que por más que lo había buscado en la casa nunca lograba encontrar dónde lo escondían.

—Date la vuelta.

Hago lo que me pide, y cierro los ojos con fuerza. Aquel lazo al que le decían látigo pegó contra mi espalda alta, y no pude evitar soltar un leve gemido de dolor. El primero siempre llegaba a doler más. Casi al instante llegó el segundo, luego el tercero, el cuarto, hasta que perdí la cuenta, ya que había incrementado la velocidad para pegarme.

Mis lágrimas se mezclan con el sudor que mi piel está expulsando, ya no tengo ni un hilo de voz para gritar, me resigno a sólo llorar y esperar a que se canse y deje de pegarme.

Bajaba con cada golpe, hasta que llegó a mis piernas. Tuve que sostenerme del lavamanos para no caer al piso.

El lazo da en cada parte de mi piel, dejando señas de que estuvo ahí, y algunas sangrando. Miraba a Emma por medio del espejo del lavamanos, y tenía una expresión furiosa, y cada golpe que daba parecía darle satisfacción. Luego de un rato, deja caer el látigo y me toma del pelo para llevarme de vuelta a la sala, donde yacía la señora Amelia en el sofá. Al verme se levanta y Emma me suelta.

La voz de tu corazón (#1 Trilogía De Corazones Infelices)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora