Capítulo 2: Sin razón aparente.

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Intentó abrir los ojos, pero los cerró de inmediato al sentirse cegado por una potente luz frente a él.

¿Estoy muerto...? No, habría ido al infierno. El infierno no es blanco... Creo. —Pensó.

Elevó su mano hasta su cara para evitar que la luz atacará sus ojos y a la vez se retiró la máscara de oxígeno.

<<¿Dónde diablos estoy? >>

Una vez que sus ojos se adaptaron a la iluminación, consiguió abrirlos pobremente.

<<Genial... Un hospital. Esto me costará una fortuna. ¿Me pregunto si quedé parapléjico o algo así?>>

Intentó levantarse, pero una fuerte punzada en el vientre se lo impidió, haciendo que soltara un gemido y se dejara caer sobre la camilla.

—Jo-der... —murmuró con voz ronca a la vez que posaba su mano sobre el área aquejada.

—Hey—una suave voz lo tomó por sorpresa, creyó que sería algún médico, pero esa persona no usaba bata—no se mueva... se hará daño—de inmediato el dueño de dicha voz se acercó a él y lo tomó de los hombros para evitar que intentara levantarse otra vez. Lo único que Frank distinguía de esa persona que lo vigilaba era el terrible cabello rojo que caía por sobre su frente.

¿Por qué rojo? Qué mal gusto. —Pensó.

—¿Cómo se siente?—el sujeto pelirrojo continuó hablando y, sentado junto a Frank, había tomado su mano y la acariciaba lentamente, como intentando calmarlo. Aunque Frank no estaba alterado o nervioso, solo adolorido e impaciente por volver a casa.

—¿Quién eres?—preguntó secamente y con los ojos cerrados. Le molestaba con demasía que lo trataran como a un niño, estuvo a punto de alejar su mano y pedirle que no lo tocara, pero las manos del pelirrojo eran suaves, le agradaban. Además quería saber quién era esa persona, pues, claramente no era un médico o enfermero, era alguien común que decidió pintar su cabello de un horrible color rojo y que por razones desconocidas estaba ahí, como cuidándolo.

—Yo... —comenzó a hablar, su nerviosismo era tangible, no sabía si debería explicarle, no conocía el grado de debilidad de Frank, quizá entraría en pánico al saber que tuvo un accidente automovilístico. —usted... ¿Sabe por qué está aquí?—preguntó en voz baja, soltando la mano de Frank, quien sintió algo muy parecido a la decepción.

—Si, choqué en mi auto...—dijo con normalidad, acto que sorprendió al pelirrojo—diablos... Amaba ese auto.—agregó más para si mismo que para el otro.

El pelirrojo estaba realmente sorprendido, el hombre que estaba en la camilla, acababa de tener un accidente y parecía que nada le importaba, ni siquiera su propia vida ¿A caso intentaba suicidarse?

—Y bien, ¿Quién eres tú?—volvió a preguntar de mala gana. Abrió los ojos nuevamente y miró al sujeto. Era alguien joven, parecían tener la misma edad. Al ver su rostro el cabello rojo no le sentaba tan mal, pero lo que más llamó su atención fueron sus ojos color esmeralda, nunca había visto ese color en los ojos de una persona.

—Me llamo Gerard —sonrió, pero al ver el rostro inexpresivo de Frank, borró su sonrisa y bajó la mirada. Empezó a jugar nerviosamente con sus manos mientras Frank intentaba recordar dónde lo había conocido, incluso le había empezado a doler la cabeza de pensar y pensar.

—No, definitivamente no te recuerdo —declaró al rendirse contra su memoria—¿Podrías decirme de dónde nos conocemos?

—Es normal que no me recuerde, yo vi el accidente por el retrovisor y me detuve a ayudarlo, usted ya estaba inconsciente para entonces. —explicó más calmado.

No me dejes caer. |Frerard|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora