Capítulo 12.3: Porque se trata de ti II

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-Vamos, Gerard-rogaba la pelinegra a su pálido acompañante-todos están bailando ¿porque nosotros no podemos?-hacía pucheros mientras trataba de convencer al pelirrojo con una voz aguda de salir a bailar junto a sus amigos pues eran los únicos que seguían sentados charlando.

-Yo no sé bailar Lyn-Z, sólo haré el ridículo-comentó con una risita. Ya se sentía un poco ebrio pues le pareció el lugar y el momento adecuado para mal pasarse con el alcohol y de alguna manera olvidarse así de sus malos ratos.
-No importa, sólo sígueme. Yo tampoco soy muy buena pero al menos si hacemos el ridículo lo haremos juntos.-finalmente el pelirrojo cedió pues al parecer el alcohol desataba en él su lado extrovertido, sumado al hecho de que el Lyn-Z había logrado hacerlo sentir cómodo para que se relajara y se divirtieran juntos.

La pelinegra soltó un grito agudo feliz de que por fin iban a poder bailar. Aplaudió un par de veces y tomó la mano del pelirrojo, llevándolo hasta la pista de baile. rápidamente fueron rodeados por sus amigos pues aunque ninguno de los dos bailaba particularmente bien, era muy raro ver a Gerard bailar de esa manera, con ese simple acto había capturado la atención de todos sus amigos quienes ahora habían formado un círculo alrededor de ellos aplaudiendo y animandolos a seguir bailando algunos incluso tomaron un par de fotos para las que Lyn-Z posaba felizmente junto a Gerard.

Era una canción pegajosa y con buen ritmo, normalmente parecería que Gerard tienes dos pies izquierdos pero con Lyn-Z guiándolo parecía como si de verdad supiera lo que hacía. Las carcajadas eran generosas, todos estaban tan sudorosos como ebrios, cada quien con su vaso en la mano no paraban de bailar felizmente. Pronto los chicos dejaron de prestarle atención a la palida pareja para perderse en el tumulto de gente también sudorosa. Gerard ya se relajado, tomó otro vaso de vodka del mesero que pasaba por ahí para beberlo de inmediato. Tuvo que bajar de intensidad sus movimientos para no derramar nada, notando que la pelinegra lo miraba fijamente mientras bailaba. Gerard sonrío y le ofreció de su bebida, ella la aceptó, dándole un gran sorbo para después dársela a un chico extraño que estaba junto a ella. Caminó decidida hasta Gerard, sin perder el ritmo y sin quitarle la mirada de encima. Ambos sabían lo que estaba pasando, podían sentir la tensión subir.

De pronto Lyn-Z ya se encontraba bailando sensualmente alrededor de Gerard, tan cerca que el pelirrojo podía cerrar los ojos y aspirar su aroma. La tomó por la cintura y la apegó a él mirándola fijamente pero sin hacer nada aún, le gustaba observar como ella parecía enloquecer esperando que hiciera algo. Al ver que no pasaba nada, fue ella quien se lanzó a besarlo. Era un beso salvaje, no había amor, no había pasión, sólo un deseo animal por saciar sus pensamientos más íntimos. Gerard por un momento se sintió extraño e incómodo pero estaba tan ebrio que simplemente se dejó llevar.

Los segundos pasaban y ellos no paraban, en algún momento Gerard dejó de pensar en ella pues prefirió imaginar que era Frank quién lo besaba y acariciaba de tal manera. De inmediato dio un salto ante tal pensamiento, separándose de la pelinegra quién respiraba agitada y le sonreía pícaramente. Se riñó a sí mismo y retomó el jugueteo que habían iniciado sonriéndole de vuelta. Lyn-Z se acercó nuevamente a Gerard, se colgó con una mano de su cuello mientras con la otra acariciaba su entrepierna sutilmente.
-Salgamos de aquí...-susurró con voz seductora en su oído para después tomarlo de la mano y arrastrarlo lejos de la multitud. El pelirrojo no se negó, estaba de algún modo fuera de sí, se sentía irracional y no sólo por el alcohol, era como sí él mismo buscara aquello que sabía que no quería, inconscientemente desde hacía un tiempo había comenzado destruirse.

Lograron salir del lugar, se encontraban fuera del bar y la música se escuchaba amortiguada por las paredes de concreto. Caminaban rápida pero torpemente, apenas dieron unos pasos Lyn-Z se detuvo y besó nuevamente a Gerard, acorralandolo en una pared. Él simplemente reía divertido entre el beso, mientras la pálida chica acariciaba su entrepierna, sonriendo victoriosa al sentir un bulto en sus pantalones.

-Subamos a mi auto-sonrío mirándolo fijamente, a lo que él asintió pero rápidamente su semblante cambio-¡Mierda, qué estúpida!- dió una palmada en su frente pues había olvidado su bolso con las llaves de su auto- me olvidé el bolso, aguarda aquí. Ya vuelvo. - entró rápidamente de vuelta al lugar sin esperar respuesta.

Gerard se quedó de pie algo aturdido, sacando casi por inercia una cajetilla de su chaqueta para después encender un cigarrillo. Sintió el humo raspar su garganta pues aún no estaba acostumbrado a fumar pero resistió y finalmente expulsó el humo.

No puedo evitar sobresaltarse cuando a lo lejos escuchó una risa un poco distorsionada pues se encontraba doblando la esquina en la que él se encontraba recargado. Se acercó únicamente por curiosidad, caminaba algo torpe sosteniéndose de la pared, asomó la cabeza por la esquina pero no había nada simplemente una escura y solitaria callejuela llena de autos estacionados. Iba a volver sobre sus pasos cuando escucho nuevamente aquella risita.

-Qué mierda...-susurró para sí mismo pues realmente no había visto nada ¿acaso sus sentidos comenzaban a traicionarlo? Incluso comenzaba a asustarse. Se asomó nuevamente hacia la pequeña calle, mirando con más atención esta vez, entrecerrando los ojos para no dejar pasar nada.

Bajo la mirada, pues era del piso de dónde provenía esa risilla. Un hombre yacía sentado sobre la banqueta rota y no le habría dado más importancia de no ser porque aquel cabello castaño, que brillaba con la luz de la única lámpara qué pobremente alumbraba la callejuela, le resultó dolorosamente familiar. -¿Frank?-se preguntó a sí mismo bastante confundido, así que decidió llamarle en voz alta. -¡Frank! - su voz sonaba un poco temerosa pues realmente esperaba que no fuera él. Sintió un poco de alivio cuando el hombre no respondió.

Ya se sentía incluso un poco menos ebrio, incluso comenzaba a sentirse igual que todo el tiempo: pequeño y asustado. Se acercó lentamente hasta dónde se encontraba el hombre, quien con la cabeza gacha yacía lleno de tierra. El pelirrojo se hincó frente a él, esperando que notará su presencia y levantará la mirada pero eso no pasó.

-¿Frank, eres tú?- lo llamaba con la voz temblorosa. Decidió tomar el mentón de aquel hombre elevando su rostro para poder mirarlo con la ténue luz de la luna, notando así que efectivamente se trataba de Frank. Sorprendido soltó su rostro nuevamente y casi en un brinco se puso de pie con el corazón en la mano.

No me dejes caer. |Frerard|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora