No sabía qué hora era cuando por fin despertó, las gruesas cortinas color gris que cubrían sus ventanas, y que habían permanecido cerradas por mucho tiempo, le impedían ver si afuera ya había sol o si aún ni siquiera amanecía, pero sinceramente no le importaba. Lo único de lo que estaba seguro era de que su espalda dolía y ni hablar de sus hombros que parecían quemarle. Talló sus ojos con el dorso de su mano y como pudo se reincorporó al borde de la cama. Ahí permaneció unos minutos mientras su visión se adaptaba y su cabeza dejaba de dar vueltas.
Ni siquiera tenía ánimos de levantarse, pero su estómago rugía así que torpemente caminó hasta la cocina vistiendo únicamente sus boxers negros que dejaban en evidencia los numerosos tatuajes que cubrían hasta sus pies. Rebuscó en cada alacena esperando encontrar al menos una caja de galletas. Pero no había nada, observando detenidamente, su departamento parecía abandonado y era desconcertante porque no había estado fuera más de un día.
Rendido, caminó hasta la sala de estar, pues a pesar de haber dormido tanto, lo único en lo que podía pensar era en acostarse nuevamente. Se desparramó en el sofá y hecho la cabeza hacia atrás, abatido, pensando en que tenía que arreglar de una forma u otra los problemas que había causado. Desde prácticamente escaparse hasta perder las llaves de Jamia y seguramente también su auto pues no recordaba dónde estaba ese maldito bar. Y pudo haberle preguntado a Bert, pero a pesar de que le dió su número él nunca le pidió el suyo. Pensó que quizá podría esperar a que llamara, pero se suponía que solo lo haría si algo salía mal al cobrar el dinero o al recibir su camioneta. Y era casi imposible que saliera algo mal en el banco al igual que era poco probable que su mecánico profesional hiciera algo mal. Sin duda estaba perdido, pues ya había aprendido que el plazo para conseguir recordar con absoluta claridad una borrachera era bastante largo, en especial aquella vez que bebió hasta desfallecer.
Antes de siquiera poder idear un nuevo plan más eficiente, llegó a su cabeza como un flechazo en las sienes, y con un pequeño escalofrío, el recuerdo de la carta que Gerard había dejado para él y que, por alguna razón que ignoraba, aún no se había atrevido a abrir. Tan solo con pensar en la fina caligrafía de su amigo a quien aún creía pelirojo, perdió la poca claridad que quedaba en su cabeza y permaneció inherte unos minutos debatiéndose hasta que su cabeza punzó si debería leer la nota o simplemente extraer su llave y tirar el resto a la basura.
Tomó una bocanada de aire para ponerse de pie y caminar inexplicablemente cauteloso de vuelta a su habitación. Había dejado el sobre guardado cuidadosamente dentro del cajón de su buró. Al llegar a él se encorvó para rebuscar un poco y al tenerlo entre sus manos se sentó al borde de la cama. Con un ligero temblor lo abrió, sacó su llave y la dejó de lado quedándose con la nota que parecía quemar las yemas de sus dedos.
Frank:
Sé que no quieres saber nada de mí y por más que intento hacer parte de tu empeño en mantenerme lejos, aún tengo algo tuyo que me impide seguir y por eso esta carta. Cada mañana despierto y veo tu llave junto a las mías y quiero correr a tu departamento y decirte cuánto lo siento y cuánto te amo, pero estoy seguro de que me echarías a patadas.
No espero que me perdones ni que todo vuelva a ser como antes, sólo quiero que sepas que mis intenciones eran buenas. En verdad te amaba. Desde la primera vez que te ví inconsciente en el asiento de tu auto supe que debía protegerte y quedarme a tu lado... qué irónico ¿no? Al final te he hecho mucho daño y no puedo arreglarlo porque no me quieres más cerca tuyo.
Perdóna si sientes asco al leer esto, pero me cansé de ocultarlo. Además, te juro que esta es la última vez.
Te devuelvo tu llave para que te sientas más tranquilo al tener la certeza de que no volveré, significaste mucho para mí, si no es que todo, y un adiós es lo último que puedo ofrecerte; no quiero que me odies aún más.
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No me dejes caer. |Frerard|
FanficFrank Iero es un empresario y escritor retirado que trás sufrir un accidente automovilístico, conoce a Gerard Way en el hospital, un jóven artista de cabellos rojos y una vida tranquila que se ofrece para cuidarlo mientras permanecía en recuperación...