—¡Eres un imbécil! —Recriminó una vez estuvieron dentro del taxi —¡Pudimos morir, idiota! —Alegaba desde el asiento trasero.
—¡Cállate, eres una maldita espina en el trasero! —gritó enojado.
—Si no fuera por mí estarías tirado en la calle ¡Durmiendo en tu propio vómito! —reprochó.
—¡Prefiero eso en lugar de un maldito accidente en ese cacharro que llamas auto! —Se giró en su asiento para encarar a Bert —Nadie te pidió ayuda. —Escupió con saña. Los ojos de Bert se abrieron como platos y su rostro estaba rojo por el cólera.
—¡¿Y de quién mierda fue la culpa?! Tú fuiste el imbécil que nos lanzó al barandal apenas le hablaron de Gerard. —El rostro de Frank palideció y volvió su vista al frente sin decir nada más.
—Señor... —lo llamó tímidamente el hombre tras el volante —¿Izquierda o derecha? —Bert lo miró y se apresuró a indicarle el camino, hasta que, junto con Frank se encontraban frente a su edificio.
—¿Por qué estoy en tu maldito edificio? —preguntó mientras Bert pagaba el taxi.
—No te dejaré ir luego de que arruinaste mi camioneta. —Caminó junto a él. —Además yo pagué el taxi.
—¿Ese cacharro? —hizo una mueca de asco al recordar la camioneta chocada del pelinegro. —Te compraré otra si me llevas a casa. —El chico soltó una carcajada y se adentró en su edificio.
—Eres un idiota. Camina. —Ordenó. —No quiero otro, esa camioneta tiene mucho valor para mí —Frank odiaba que ese sujeto le diera órdenes pero al no poder escucharlo tuvo que correr tras él con el ceño fruncido —además te vaciaron en ese bar, dudo que tengas dinero si quiera para un autobús. —El castaño palpó sus bolsillos y era verdad; su cartera y las llaves del auto de Jamia ya no estaban, ni siquiera el reloj de su muñeca seguía ahí. Frunció los labios y no dijo más. Odiaba que tuviera razón. —Entra. —Luego de subir cuatro pisos andando, invitó a Frank a pasar, quien se quedó en el umbral mirando con desconfianza al interior del inmueble, tratando discretamente de recuperar el aire. —Vamos, nadie te va a secuestrar, niño rico. —Rodando los ojos, lo empujó dentro haciéndolo tropezar.
Frank pasó sus palmas sobre la tela de su chaqueta, como cuidando que no se arrugue, cosa que a Bert le pareció muy graciosa pues toda su chamarra estaba rasgada y tenía tierra pegada, de hecho, también le faltaban algunos pedazos.
«Ricos de porquería... siempre tan pulcros».
—¿Tienes un teléfono? —Lo miró con las cejas elevadas, sin animos de quedarse ahí por mucho más tiempo.
—Sí. ¿A quién llamarás? —Le lanzó su celular y al atraparlo Frank lo miró como diciendo "¿Qué mierda te importa?". Bert comprendió y trás sonreír de medio lado se fué a la cocina a preparar un emparedado.
—Carajo, Michael, contesta. —Susurraba con exasperación.
Intentó cinco veces más pero el rubio nunca contestó. Odiaba eso de él, pasando la medianoche se olvidaba de su trabajo y nadie era capaz de despertarlo de su "sueño reparador".
—¿Problemas?
—No contesta... —susurró mirando frustrado el móvil.
—¿Quién? ¿Ge...
—Michael. —Interrumpió y Bert sonrió de lado—sólo recuerdo su número... es a quién contacto para cualquier emergencia.
—Se nota que siempre está preparado —dijo con sarcasmo para después dar una mordida su emparedado.
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No me dejes caer. |Frerard|
FanfictionFrank Iero es un empresario y escritor retirado que trás sufrir un accidente automovilístico, conoce a Gerard Way en el hospital, un jóven artista de cabellos rojos y una vida tranquila que se ofrece para cuidarlo mientras permanecía en recuperación...