Había bajado ya del ascensor. Caminó rápidamente hasta su auto sin siquiera mirar al chico que siempre cuidaba el estacionamiento y lo saludaba con una sonrisa al llegar y al irse. Llevaba la cabeza gacha y de rato en rato, mientras caminaba a zancadas, tallaba la manga de su chaqueta sobre su rostro tratando inútilmente de borrar la expresión que llevaba en ese momento.
Subió a su auto y ahí se quedó sentado, mirando al frente, sosteniéndose con fuerza del volante pero sin mover un músculo. En realidad, en el fondo trataba de ganar tiempo para que de esa manera Frank pudiera encontralo al salir a buscarlo y disculparse. Pero eso nunca pasó, no se dignó siquiera a mirar por la ventana cuando el pelirrojo arrancó su auto y rápidamente partió rumbo a su casa.
Frank ya se había sentado en el sofá un poco frustrado y confundido. Hasta ese momento cayó en cuenta de lo mal que había actuado. De verdad, ¿tan malo era el alcohol? ¿Qué le había pasado? Él nunca habría atacado a ninguno de sus amigos, él no era así.
Sin importar lo malos que fueran sus amigos, él llevaba la lealtad tatuada en la frente. Pronto se sintió culpable y sobre todo idiota pues la peor parte fue haber hecho llorar a Gerard, el mismo pálido chico que lo seguía a todas partes sin rechistar, el mismo que lo cuidó con tanta paciencia en el hospital. Se sentía absolutamente mal, tanto que por impulso ya se encontraba sacando una botella y rebuscando un vaso tan desesperadamente que pareciera que se trataba de una prueba de tiempo. Al tener el vaso lleno lo bebió de inmediato como si de agua se tratase pero sólo consiguió empeorar todo al recordar que esa misma botella fue la causante de todo aquello. Se enojó aún más y lanzó contra la pared el vaso de vidrio que al instante se rompió en mil pedazos, quedándose de pie mordiendo su puño hasta hacerse daño.
Gerard ya se encontraba en su habitación tratando de controlar sus lágrimas. Sentado al borde de la cama, miraba con recelo los cuadros que había pintado sobre Frank, se encontraban reposando en la pared frente a él junto con otros cuadros que estaban dispersos por la habitación incluyendo a aquel que seguía en el tripié aún sin terminar. Quiso ir y romperle todos y cada uno de ellos, casi podía sentir la pintura seca rompiéndose mientras la tela se rasgaba en sus manos pero simplemente no pudo hacerlo. No importaba cuánto lo intentara ni qué tanto daño le hacía simplemente no podía odiar a Frank, no podía odiarlo ni podía amarlo de la manera que deseaba asi que, a regañadientes, tomó la decisión de alejarse antes de hacerse más daño.Decidió no volver a buscarlo y le dolía, vaya que sí, pero era la mejor manera de superarlo. Luego de un largo tiempo de conocer a Frank, notó que ni por error se fijaría en él pues lo veía como a un amigo nadamás y eso no cambiaría. Además, ese día descubrió que al castaño le importaba una mierda aquella amistad que Gerard atesoraba pues ni siquiera dudo un momento antes de lanzarlo al suelo, ni parecía arrepentido de haberle gritado de esa manera. Sí, a Frank Iero le importaba una mierda, así qué, ¿por qué tenía que importarle a Gerard? Se alejaría y pronto se olvidaría de todo, pensaba con firmeza pero aún llorando.
Los días pasaron y Frank no tenía noticias de Gerard. Seguía esperando a que el pelirrojo llamara con algún pretexto tonto y hablará con él como solía hacerlo, pues él era demasiado orgulloso como para llamarle o ir a buscarlo. Comenzaba rendirse, después de todo, ¿qué importaba si Gerard no volvía? no le importa una mierda o eso trataba de hacerse creer.
Con tal de olvidar por un momento el asunto, Gerard caminaba hacia su auto escondiendo una bolsa de papel dentro de su chaqueta, él nunca bebía así que se sentiría avergonzado si alguien lo viera llevando aquella botella consigo. Apenas subió a su auto no pudo esperar más y abrió la botella, dio un gran trago y un hilo de alcohol corría por el rabillo de sus labios mientras hacía un gesto que a cualquiera habría dado gracia. No sabía nada bien beber brandy de esa manera pero la sensación de ardor en su garganta resultaba en una especie de alivio para el pelirrojo. Dió un trago más, esta vez sin hacer ningún gesto y finalmente manejó hasta su departamento ligeramente mareado pero cuerdo a fin de cuentas.
Al entrar se encontró con una gran sorpresa esperándolo en su sofá.-Gerard. -Saludó Michael apenas el pelirrojo encendió la luz. No pudo evitar pegar un salto en su lugar.
-Oh, hola, Michael-fingió una sonrisa, estaba nervioso. Quiso salir corriendo, pero en lugar de eso solo intento ocultar la botella torpemente detrás de sí.
-¿Qué traes ahí?-Reacomodó sus lentes en el puente de su nariz, mirando fijamente a Gerard, sabía que estaba nervioso pues él era como un libro abierto, fácil de leer.
-¿Ah? Nada...-miró la bolsa pensando en una buena excusa-solo a pasé a comprar pan. -sonrió enormemente.
-¿Ah sí?-decía mirando su celular, parecía enviar algún mensaje-¿Desde cuando-hizo una pausa para mirar a Gerard y después achinó sus ojos para ver bien la bolsa -la Licorería Santa Rosa vende pan?-leyó difícilmente para concluir su pregunta parecer enojado, en realidad, no mostraba ninguna emoción.
El pelirrojo ya no supo qué contestar así que simplemente suspiró y dejó de mentir.
-Bien, Michael, me atrapaste, no es pan ¿de acuerdo? Solo quise comprar una botella.-fue rumbo a la cocina para dejar ahí La botella mientras el rubio caminaba tras él.
-¿Desde cuándo bebes? Si no mal recuerdo, te daba asco el alcohol. -preguntó.
-No hace mucho, de cualquier modo, ni es algo de lo que debas preocuparte. -guarda la botella en una repisa y se cruzó de brazos frente a Michael recargando su espalda en la encimera para prestarle toda su atención.
Michael era muy atento con su hermano mayor, quizá muy a su manera pero siempre cuidó de él a sus espaldas pues desde niños Gerard solía ser quien cuidaba de ambos y el pequeño Michael desarrollo tal afecto hacía Gerard que optó por retomar sus enseñanzas de proteger lo que se ama.
Así que decidió no decir más sobre la botella para después quedarse el resto del día con Gerard y divertirse juntos. El rubio siempre trataba de tomarse tiempo para interactuar con él pues además de que ambos hermanos se llevaban muy bien y sentían un gran amor el uno por el otro, el rubio también trataba de no dejar solo a Gerard pues no solo era un solitario, también se sentía muy solo.
Los días pasaron y Michael vigilaba muy de cerca todos los ángulos posibles de Gerard pues el día anterior ya había contado tres botellas dentro de un estante en el que fácilmente pasarían desapercibidos pero no para Michael. Comenzaba a cuestionarse si sería hora de tomar ciertas medidas.
Era sábado, el incidente con Frank había ocurrido hace tres semanas ya, el lunes iniciaría la cuarta y hasta ese día el castaño no se había dignado a dejar siquiera un "me gusta" en las publicaciones del pelirrojo y éste mantenía su promesa en pie, con todos los recuerdos, con todo y la angustia. Se prometió no volver a buscarlo.-¿Estás listo, Gerard?-fue lo primero que dijo la pelinegra al ver cómo se abrían las puertas y dejaban ver a un chico pelirrojos recién bañado.
La fiesta se llevaría a cabo en un bar a 30 minutos de la casa del pelirrojo, mismo en el que se encontraba Frank. No había sido ninguna obra divina, simplemente una muestra de la mala suerte de Gerard pues de verdad intentado evitarlo a toda costa. Aquella noche Frank había planeado una cita con Kristin, una joven y hermosa chica que trabajaba para él en la empresa y que al parecer gustaba de Michael. Siempre parecía tan atenta con el delgado rubio de anteojos que Frank había sentido un poco de envidia y decidió invitarla a salir aunque en realidad no se sentía ni en lo más mínimo atraído por ella. Quizá sólo comenzaba a caer en una desesperada búsqueda de afecto pero prefería no pensar en ello.
El castaño y siempre tenía en claro sus sentimientos pero fuera de sus obras literarias simplemente los evitaba.
Llevaban 30 minutos esperando a su cita, Frank sabía de antemano que invitarla a un bar había sido mala idea pero no quería hacer ni el más mínimo esfuerzo por Kristin, en realidad sus planes para esa noche eran charlar un poco, emborracharse y, si la bella Kristin accedía, terminarían en algún hotel cercano. Pero ya había esperado una hora y no había rastro de la rubia. Le envió mensajes e intentó llamar pero no hubo respuesta. Por cortesía no había bebido nada aún, de hecho, no había bebido en tres semanas pero esa noche estaba colapsando, en parte enojado porque había sido plantado por primera vez en su vida y por otro lado porque se sentía envuelto en un constante estrés y angustia.-Dame una copa del mejor vino que tengas, por favor.-Pidió luego de llamar con una mano el barman. Quería iniciar con algo suave para él, además se había puesto un poco melancólico y el vino le recordaba a su viejo amigo pelirrojo.
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No me dejes caer. |Frerard|
Fiksi PenggemarFrank Iero es un empresario y escritor retirado que trás sufrir un accidente automovilístico, conoce a Gerard Way en el hospital, un jóven artista de cabellos rojos y una vida tranquila que se ofrece para cuidarlo mientras permanecía en recuperación...