Capítulo 24.6: Empieza el juego.

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-Gracias, Kristin, eres una mujer increíble -sonreía al teléfono y sabía que ella también lo hacía.

-No me hables como si se tratara de una despedida, aún me debes un trago -una carcajada salió de sus labios, habría sido increíble congeniar con ella pero ahora qué estaban lejos sería mucho más difícil el intentar sacar a flote una relación que se hundía en el abismo con el peso de sus diferencias. No podían más que agradecer el uno al otro los buenos ratos y desearse suerte.

-Por su puesto que no lo olvido, apenas regrese tendrás que liberar tu fin de semana.

-Lo haré... Nos vemos Mike, cuídate.

-Hasta pronto. -Con una sonrisa cortó la llamada.

Al volver de la reunión con los dueños, había recibido una llamada de Kristin, preguntándole si se molestaría que tomara un café con un amigo.

Habían estado saliendo ese último mes, aún no era nada formal pero ambos sabían lo que ocurría y si no decían nada era por lo extraño que era todo aquello. Kristin resultó ser una chica muy silenciosa y la introversión de Michael ni ayudaba en nada. Cómo resultado eran una pareja aburrida y forzada y ambos lo sabían. Con esa llamada Michael decidió que era momento de dejarla ir.

Salió de la habitación aún con una sonrisa, encontrandose con Bob mirando caricaturas mientras bebía champagne directo de la botella. Bob era un buen tipo, pero un poco peculiar, pensó.

-¿Qué estás viendo? -se sentó junto a él, arrebatándole la botella de las manos y bebiendo un sorbo bajo la mirada atenta de su colega.

-Bob esponja... Creí que no te gustaba -sonrió de lado y se removió para que Michael pidiera ponerse cómodo. De inmediato se quitó el saco y aflojó su corbata.

-Dije que no bebo, no que no me gustaba -guiñó un ojo a Bob, desabotonando un poco su camisa para sentirse cómodo a la vez que quitaba sus zapatos con los pies.

-¿Quieres tomar un baño? -se puso de pie rápidamente, no podía soportar la tensión. Odiaba a la mujer con la que había hablado por teléfono pues creía que ella no tendría que fingir ser fuerte ante tal tentación.

-Si... No estaría mal...

-De acuerdo, iré a preparar la tina para tí -corrió hasta el baño mientras Michael se preguntaba por qué huía.

«¿A caso mis pies huelen mal...?»

No pasaron ni cinco minutos cuando Bob le dijo que el baño estaba listo y sin rechistar y con miedo a oler mal, tomó una larga ducha en la bella tina de mármol del hotel. Sin duda era lo que necesitaba, incluso el peso que sentía cargar en sus hombros parecía haber disminuido.

En la cocina, Bob terminaba de poner la mesa, sin querer parecía una cena romántica y justo cuando cayó en cuenta de ello y quiso cambiarlo, Michael cruzaba el pasillo con una toalla en sus caderas. Sus miradas se encontraron y Michael elevó una ceja con curiosidad al ver la elaborada cena.

-Vaya, hiciste de cenar -tomó una papa frita y se la llevó a la boca mientras Bob trataba de mantener la mirada en su rostro.

-En realidad compré todo, soy un fraude -confesó nerviosamente y una carcajada salió de los labios del chico y tras tomar otra papá frita dió media vuelta.

-Me vestiré para que cenemos, gracias por encargarte. -Sus espaldas no era tan gloriosas como lo era su vientre, pero también quería ver. El chico parecía delgado y alánguido con los trajes que usaba, sin embargo tenía un cuerpo bien formado e incluso atlético, se preguntaba si hacía deporte.

Michael ya había visto su patética cena romántica, sin embargo no dijo nada así que pensó que quizá solo estaba algo paranoico. Algo nervioso.

-Terminé -emergió de ls habitación con su pijama y los pies descalzos y de inmediato tomó asiento frente a él en el comedor de la cocina.

Era un tramposo, tendría una cena romántica con el chico que le gustaba sin habérselo pedido. O quizá solo era un pobre diablo que creía que comer papas y hamburguesas en pijama era siquiera algo romántico.

-¿No traes sandaleas o algo así? -preguntó al ver sus pies descalzos.

-No, si las traía tendría que usar otra maleta y eso no es nada práctico.

Sin decir nada caminó hasta su habitación y luego de unos minutos volvió con sus pantuflas de gatitos en las manos y las dejó a los pies de Michael.

-Gracias... -lo miraba atónito, incrédulo. Pero aún así se colocó las pantuflas y prestó atención al plato frente a él.

-Pedí una Big Mac para ti, no estaba seguro de qué te gustaría -no lo podía mirar a la cara, sentía que de hacerlo Michael podría descubrirlo.

-Esta bien, me gusta la Big Mac ¿A quien no? -Dió una gran mordida a su hamburguesa.

Se sentía muy estúpido, se suponía que luego de escuchar aquella llamada ya no haría más nada, pues si bien era un temerario en lo que a sentimientos respecta, el entrometerse en una relación era algo totalmente diferente, era una jugada sucia. Así que se había prometido no involucrarse de esa manera con Michael, simplemente quería ser de ayuda para él, era lo único que podía ofrecerle. Pero esa cena había sido un poco excesiva, en especial por la botella de vino y las velas que venían con ella. No le sorprendería que el rubio hiciera preguntas.

-¿Servirás el vino o es parte de la decoración? -Casi se atraganta con su bocado, el silencio incómodo había sido corrompido. Al parecer a Michael no le gustaba disfrazar la realidad.

-Aquí tienes -sivió las copas de vino en absoluto silencio, masticando aún su hamburguesa con los ojos llorosos debido a la reciente amenaza de asfixia.

La cena se acabó y solo quedaba la botella de vino, hay que decir que era un buen vino.

-Gracias, Bob. Mañana pago yo. -se puso de pie dispuesto a irse, pero en cambio tono la botella entre sus manos. -Este es un vino muy bueno, ¿Quieres ver una película para terminarlo? -miró a Bob con una sonrisa que no supo cómo descifrar así que asintió y lo siguió hasta la sala.

-Creí que no bebías -a espaldas de Michael golpeó su frente exasperado, él mismo se recriminaba su propia estupidez.

-No lo hago, solo en ocasiones especiales... -tomó asiento y encendió la pantalla, listo para buscar un título prometedor.

-¿Has visto Heaven Knows What?

-Mmm nope...

La noche siguió, la extraña película término y está vez fue Bob quién cayó dormido en el sofá.

Michael no era idiota, desde el primer momento notó que algo andaba mal, que su colega no era siempre tan considerado como parecía.

-Bob, despierta -lo removía suavemente mientras apagaba la pantalla -ve a tu habitación.

Se removió en su lugar y lo observó por unos segundos mientras Michael sonreía.

-De acuerdo -se puso de pie y espero unos segundos a Michael y así, cada quien desfiló hasta su habitación, o al menos eso creyó hasta que vió a Michael frente a su puerta

-Espera... -se recargó en la pared y con ayuda de sus manos sé quitó las pantuflas -esto es tuyo, gracias. -le entregó el par de gatitos en las manos y antes de irse dejó un beso en su mejilla para después caminar tranquilamente a su habitación, dejando a Bob absolutamente perplejo quién, cual tira cómica, dejó caer sus gatitos al piso.

***

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No me dejes caer. |Frerard|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora