Capítulo 25: Nueva vida.

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—Frank —abrió sin siquiera tocar la puerta —estoy lista —sonrío enormemente pasando sus manos sobre su vestido color vino para alisarlo a la vez que Frank elevaba el rostro de la laptop hasta los ojos de la pelinegra, confundido.

—¿Para qué...? —preguntó tratando de ser cauteloso.

—Para la cena —contestó con una sonrisa fingida.

«¡Es verdad!».

Se maldijo internamente por olvidarlo a pesar de que Jamia lo había molestado toda la semana con la dichosa cena, realmente no comprendía por qué le fascinaban tanto ese tipo de cosas, después de todo podían cenar en casa sin el estúpido traje de etiqueta; ni siquiera era una ocasión especial, pensó.

—Perdón cariño —caminó hasta ella y le dio un beso en la frente —iré por el auto, espérame en la entrada —tomó su saco del perchero y se apresuró a salir del departamento.

Una vez en el elevador, dio un largo suspiro. No tenía ánimos de salir pero se lo había prometido a su 'novia', aquella palabra le causaba una sensación indescriptible en el estómago muy parecida a aquellas veces en que el estúpido de Bob dice alguna estupidez en las juntas pero quizá un poco más molesto. Bajó del ascensor arrastrando los pies, encontrándose con el guardia del estacionamiento.

—Señor Iero —saludó. Frank sonrió fugazmente. —¿Cómo ésta? Se ve decaído —preguntó el viejo guardia que siempre buscaba charlar con él aunque le respondiera de mala gana; hasta que una vez Gerard se quedó a charlar con él cuando volvían del restaurante de comida hindú y Frank se vio obligado a charlar también con el sujeto.

"—¿Por qué te quedas a hablar con él? Ni siquiera lo conoces y no tiene nada importante qué decir —le recriminó el castaño irritado por la reciente charla con el viejo. Gerard soltó una corta carcajada y contestó de inmediato con suma obviedad.

—Porque está solo. —Sonrío infantilmente y Frank no comprendía. Suspiró largamente y continuó —¿Te has puesto a pensar que ese pobre hombre pasó todo el día en ese horrible y oscuro estacionamiento completamente solo? —preguntó. El castaño iba a contratacar pero tenía razón, llevaba dos años viviendo en ese edificio y todos los días el pobre viejo hacía guardia desde la mañana hasta la noche absolutamente solo.

—Eres muy considerado...".

—Buenas noches, señor Watson. —saludó con una pequeña sonrisa, deteniéndose al borde de la escalera que dividía el elevador del estacionamiento, con las manos en los bolsillos y buscando su auto con la mirada —estoy bien, sólo es cansancio... No he dormido muy bien —confesó, rebuscando sus llaves en sus bolsillos.

—Dormir es importante —comentó —los chicos de ahora recurren a esas malditas pastillas —dijo con asco —sin saber que la clave es la calma —Frank no comprendía muy bien pero de alguna manera sentía que tenía razón —ahí está la salida a sus noches en vela —Sonrío achinando sus ojos.

Frank se quedó pensativo ¿Cómo obtendría la calma? ¿A qué se refería? Tenía una novia maravillosa, fue lo primero en que pensó pero el rostro de cierto pelirrojo se sobrepuso a sus pensamientos.

«Imposible».

—Nos vemos, señor Watson —se despidió apresurándose a subir al auto pues su novia lo debía estar esperando.

—¡Qué le vaya bien, señor Iero! —no paraba de sonreír, sus arrugas se marcaban y sus ojos se achinban, sonrisa que logró contagiar a Frank.

—Perdón, cariño. Me entretuve hablando con el señor Wattson —Se disculpó, apresurándose a colocar su saco en los hombros de su novia pues había permanecido fuera del edificio esperando en el frío.

—¿El señor Wattson, dices? —preguntó sorprendida al escuchar aquello, obedeciendo cuando el castaño le abrió la puerta del copiloto y la invitó a entrar. Cerró la puerta y tras rodear el auto tomó asiento junto a ella.

—Sí, cariño —encendió el motor.

—¿Y desde cuándo te detienes a hablar con él? —preguntó con las cejas elevadas.

—No hace mucho, en realidad ¿Por qué? —encendió el GPS e hizo una seña a Jamia para que marcará el destino pues de esa manera recordaría a dónde diablos iban.

—No, por nada... —Redirigió el GPS dejando el tema de lado.

Desde hace tiempo había notado tantos cambios en la actitud de su novio que detenerse a analizar cada uno de ellos parecía una pérdida de tiempo, en el fondo algo le inquietaba pero le gustaba pensar que sólo estaba muy paranoica.

—Por aquí, señores. Su mesa está lista —el hombre sonrió apenas entraron al restaurante. Los guío a un lugar apartado del resto de comensales, en una hermosa terraza al aire libre con series de pequeños foquitos colgando por todas partes y una hermosa vista a la ciudad. Jamia sonrío de inmediato al ver el rostro asombrado de Frank quién estaba maravillado por aquella vista.

—Es hermoso ¿no lo crees? —ambos se asomaban por el balcón con el viento acariciando sus rostros, era una noche cálida.

—Sí que lo es —sonrió y se acercó para darle un beso. Sin embargo, su mente le jugaba malas pasadas; el rostro de su amigo se interponía entre la imagen de su hermosa novia y sus labios parecían cada vez más cercanos, obligándolo a apartarse de inmediato completamente pálido.

—¿Pasa algo? —preguntó preocupada —¿Hice algo mal...? —no pudo evitar sentir un poco de tristeza al no recibir respuesta.

—No, nada cariño. Lo siento, de pronto me sentí mareado —mintió, acariciándo el rostro de su novia.

«Pero qué mierda estoy haciendo...?»

La cena comenzó y Jamia se veía muy alegre, hablaba efusivamente y reía cada que podía. Sin embargo, Frank se sentía distante, perdido. A ratos su mirada vagaba por la ciudad frente a él, ignorando completamente a su novia quien no paraba de hablar. Se preguntaba qué era todo aquello, ¿por qué se sentía tan lejano era como si todo a su alrededor hubiese perdido importancia? sólo quería volver a su casa y beber, pues su realidad se había convertido en una gran pesadilla de la que no sabía cómo salir. Estaba atrapado en una especie de limbo.

En algún momento su mirada viajó hasta su novia, analizandola. Era muy hermosa, de ello no tenía duda, en especial esa noche con aquel vestido largo color vino que resaltaba sus curvas e invitaba a mirar su escote. Hablaba tan alegremente contagiando a todos con su bella sonrisa.

«Va a funcionar, ¡tiene que funcionar!».

La cena con Jamia terminó dos horas después así que volvieron a casa cuando el reloj del auto recién marcaba las 10:20 PM.

—Deberíamos hacer esto más seguido ¿no lo crees? —sonrió cariñosamente.

—Tienes razón. —Besó su frente desde el asiento —la próxima vez yo elegiré el restaurante ¿qué te parece? —volvió su vista al frente y encendió el motor.

Siendo sincero con sí mismo, Frank detestaba salir a cenar, prefería quedarse en casa y comer tranquilamente en su sala mirando alguna película, pero si eso hacía feliz a Jamia, no le quedaba otra opción.

—Frank, cariño ¿estás bien? —preguntó luego de veinte minutos manejando en silencio, colocando una mano en su pierna para llamar si atención.

—Claro, ¿Por qué lo preguntas? —parecía confundido.

—Porque no has dicho una sola palabra en todo el camino —declaró en voz baja, preocupada —y durante la cena parecías perdido... me sentí ignorada.

—No, no, cariño —se apresuró a tomar su mano —sólo estoy cansado, no he podido dormir bien... pero no es nada por lo que debas preocuparte —sonrío.

—¿De verdad?

—Lo juro.

Al parecer Frank le había dicho justo lo que quería escuchar, así que se apresuró a bajar del auto y abrir la puerta a su novia.

«¿De verdad me veo tan patético?».

No me dejes caer. |Frerard|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora