Fue el irritante sonido de su alarma lo que lo despertó, como pudo, la apagó y se quedó en la cama mirando el techo, frotó su rostro y soltó un largo suspiro para finalmente levantarse. La cabeza le dolía tanto que apenas se levantó de la cama quiso volver a ella. Hacía mucho tiempo que no tenía resaca, o al menos no una tan fuerte como la de ese día, quizá había perdido forma en el hospital. Lo primero que hizo fue ir a la cocina para beber agua pues su garganta raspaba, para después tomar una larga ducha.
Esa mañana era muy hermosa si uno se detenía a mirarla unos segundos, el sol iluminaba las calles, llenando de color los edificios, las personas caminaban de un lugar a otro sin parar, cayendo en un ritmo constante que acompañaba las calles, las aves volaban en parvada y unas cuantas cantaban desde el borde de los edificios más altos. Todo encajaba perfectamente, como si se tratase de una pintura de la ciudad. Hasta que Frank salió de su casa con el ceño fruncido, caminando rápidamente hasta su auto que ya le esperaba en la puerta del edificio. Esa vez ni siquiera agradeció a Christian por su trabajo, simplemente pasó de largo, ignorando el saludo y la sonrisa característica del chico, que a esas alturas ya estaba acostumbrado al mal humor de Frank.
Llegó en menos de treinta minutos a la editorial, por suerte no había mucho tráfico, dejó su auto en el estacionamiento del edificio y se aproximó a él, con su maletín en una mano y la otra dentro de su bolsillo, resoplando en el camino pues luego de tres semanas en el hospital y cuatro días de parranda desde que le dieron el alta, no tenía ganas de ir a su oficina.
—Frank. Bienvenido. —lo saludó Michael Way, quien de igual manera iba llegando. El castaño no tenía ganas de hablar sobre el estado de la editorial mientras él no estuvo, pues sabía que Michael hacia un trabajo impecable. Sin embargo se veía obligado a preguntar.
—Gracias, Michael. ¿Qué tal todo por aquí? ¿Algún problema? —comenzaron a caminar juntos dentro del edificio. Apenas puso un pie dentro, todas las miradas fueron directo a él y de inmediato sus empleados se apresuraron a recibirlo, la mayoría por cortesía pues no tenían idea de por qué no se había aparecido. Michael a veces exageraba con la confidencialidad
—Te espero en tu despacho. —Le informó Michael para después desaparecer, dejándolo charlando con un grupo empleados que le preguntaban sobre su ausencia mientras él les respondía secamente pero con la verdad, no tenía razones para ocultarlo, aun así todos se sorprendieron pues ninguno tenía idea.
Veinte minutos después, subió a su despacho encontrándose con Michael, tal y como lo había prometido. Para ese momento el rubio ya había sacado varios folders y carpetas con informes del último mes.
—Michael ¿es realmente necesario? —Resopló— yo sé qué haces un trabajo impecable.
—Aprecio tu confianza, Frank. Pero precisamente por eso debo informarte. No quiero errores. —reacomodó sus anteojos en el puente de su nariz y lo miró. — ¿Empezamos?
—Bien. Entre más pronto empecemos más pronto terminamos. —se sentó frente a Michael.
Así pasó la mitad de su día, el resto lo dedicó a una junta con la mesa directiva para hacer exactamente lo mismo que había hecho con Michael pero esta vez ambos lo expondrían a los integrantes.
—Es bueno tenerte de vuelta, Frank. —comentó Rachel, una respetable anciana accionista. —Michael hace un buen trabajo, pero está lejos de ser tu reemplazo. —le dio una palmada en el hombro y caminó lentamente hacia la salida con el resto de accionistas y jefes de área, cada uno se despedía con un gesto de mano de Frank y de Michael, diciendo más o menos lo mismo. Frank no entendía por qué le tenían tan poca confianza al chico.
—Hiciste un gran trabajo, Michael. —Dijo apenas cerró la puerta de la sala. —Aunque no sé qué le has hecho a un grupo de viejos para que te odien tanto. —Comenzó a reírse.
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No me dejes caer. |Frerard|
FanfictionFrank Iero es un empresario y escritor retirado que trás sufrir un accidente automovilístico, conoce a Gerard Way en el hospital, un jóven artista de cabellos rojos y una vida tranquila que se ofrece para cuidarlo mientras permanecía en recuperación...