24.9: Doblando la apuesta.

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Su reloj marcaba las nueve en punto, había despertado hace casi una hora pero aún no se animaba a poner un pie fuera de la habitación o siquiera de la cama. Su plan era dormir hasta su próximo evento y que las prisas no dieran cabida a la incomodidad que implicaría ver a Michael. La única falla en su plan maestro era que el evento más próximo sería hasta el día siguiente.

Después de dudar otros diez minutos, se decidió por salir de la habitación, encontrándose con el lugar vacío, no estaba seguro si Michael estaba dormido o quizá había salido. Corrió al baño y lavó su rostro y sus dientes, cuidando verse presentable, para después hacerse un café.

La tranquilidad había vuelto a su alma, el rubio no estaba por ningún lado y deseaba que así fuese el resto del día, no comprendía nada y no sabía si quería hacerlo.

Por un lado estaba la llamada del día anterior, dónde claramente hablaba con su novia o esposa, no tenía idea; y por otro lado estaba el beso que le había dado por la noche. Se sentía como un idiota de instituto por emocionarse ante algo tan simple como lo es un beso en la mejilla, que seguramente no había sido más que una advertencia de que Michael había bebido demasiado vino. También estaba Kaitlin, su novia, con quién mensajeaba todo el tiempo, o al menos así era hasta que llegó a Washington. Estaba seguro de que la quería, no por nada habían estado juntos tres años, sin embargo también estaba seguro de que no era su 'alma gemela'. Aunque tampoco significaba que Michael si lo fuera. Él era alguien único aún siendo un poco raro, un tanto apático y hasta inexpresivo, era de esas personas que no encajaban en ningún lado debido a su peculiaridad, alguien a quien nunca podría volver a encontrar por ahí, comprendía entonces por qué era el segundo al mando, Frank le tenía absoluta confianza. Con todo esto, ¿Debería asumir que Michael valía la pena? ¿Arriesgaría su relación de tres años por alguien a quien acababa de conocer? Porque a Michael no parecía importarle correr el mismo riesgo ¿O es que en realidad no arriesgaba nada? ¿A caso su idea era conservarlos a ambos?

-Buenos días, Bob -saludó perezosamente, caminando rumbo al baño sin siquiera prestarle atención.

-Buenos días -su voz temblaba mientras su rostro palidecía, aún no estaba listo para decidir, ni estaba listo para mirarlo a la cara.

Sirvió otra taza para Michael, quién luego de unos minutos cruzó el pasillo de vuelta a su habitación, sacándose la camisa de su pijama en el camino, dejando a Bob embobado, quién derramó un poco de agua sobre la sus pantalones.

Salió de su habitación con el cabello aún revuelto y ropa limpia, era muy extraño verlo sin su traje, pero sin duda la ropa casual le quedaba muy bien, en especial porque el niño sabía cómo vestirse.

-Hice café -le entregó la taza apenas cruzó el umbral de la cocina-tomaré una ducha, hay Waffles en la mesa. -Pasó junto a él directo al baño sin siquiera mirarlo.

Una vez en el baño, se miró al espejo unos segundos, sosteniéndose del lavamanos.

-¿Qué mierda me pasa? -susurró apretando los dientes, su rostro comenzaba a teñirse color rojo; odiaba comportarse como un crío. Pensaba que quizá sus tres años de relación le habían arrebatado su lascivia y sustituido por la timidez que ya ni recordaba poseer.

Al controlar su respiración y calmarse, dió un par de palmadas a su rostro, llenándose de motivación, no podía dejarse vencer por un niño. Intentaba recobrar al Bob que no le temía a nada, el hombre temerario que nunca se callaba nada.

Pero antes tomó un baño, tenía que dar crédito a su coartada de huída; al menos le ayudaría a relajarse y controlar sus estúpidos nervios.

Apenas cerró la puerta trás de sí, con una toalla envolviendo su cintura, se encontró de frente con Michael quien al parecer iba a su habitación. Y cuando sus miradas de encontraron supo que ese era el momento, necesitaba saber si ardería en llamas, si sería abandonado como un perro en las calles de Washington, si aquel beso significó algo, si solo estaba ebrio, necesitaba comprobar en qué canal estaba incluso si descubría que Michael solo quería jugar un poco, necesitaba saberlo porque con solo verlo le arrancaba el alma a tirones.

Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, Michael parecía querer decir algo, sin embargo sus palabras fueron acalladas por los labios de su compañero, quién lo tomó por la sudadera y lo atrajó hasta su rostro con cierto salvajismo que dejó sin aliento al rubio.

Pensó en empujarlo y tirarlo al piso pero en lugar de eso, descendió por su torso hasta el delicado nudo que mantenía la toalla en su sitio y lo deshizo, dejando que la toalla cayera al piso.

Entonces Bob creyó comprenderlo todo, pensaba que sí Michael estaba dispuesto a meter las manos al fuego él también lo haría.

En su cabeza se había visto como una buena idea, quiso vengar una mala broma con una peor pero cuando Bob, en lugar de alarmarse por su desnudez, lo acorraló contra la pared, descubrió que accidentalmente había abierto un portal al abismo que Bob representaba.

Por fin le permitió respirar y antes de dejarle reclamar nada, besó su cuello mientras bajaba el cierre de su sudadera, colando sus manos debajo de su playera.

Había logrado despojarlo de su sudadera y cuando quiso hacer lo mismo con su playera, el chico lo empujó pero al encararlo se sintió pequeño ante la mirada sedienta de Bob, sus ojos daban un aire animal, como el de un león al acecho y sus perforaciones no hacían más que cautivarlo. Aquel beso de díez segundos había liberado más química que un mes con Kristin y no lo comprendía pero tampoco quería detenerse a analizarlo. Él mismo se deshizo de su playera, tomando a Bob por las mejillas para poder unir sus labios nuevamente.

Orgulloso por haber despertado al viejo Bob, sonrió en medio del beso y sigilosamente los condujo hasta su habitación pues si bien se había enamorado de Michael aún con su frialdad y apatía, el poder conocer su lado pasional era una oportunidad que no dejaría pasar.

No me dejes caer. |Frerard|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora