Parte III

125 10 4
                                    

Es un infierno sin ti aquí.

Odio amarte tanto.

Un mes antes.

La vida con Adam es sencilla, él casi no está en casa y Gerard puede simplemente recostarse en el sofá y no hacer absolutamente nada y nadie se lo recriminaría. Pero se sentía tan extraño, su nuevo hogar era desconocido, como si se encontrara más bien en un hotel, esperando el momento en que su estadía terminase.

La pantalla de plasma frente a él y sus cuatrocientos canales no eran tan interesantes como el par de imanes que jugaba entre sus manos hasta que, inevitablemente, en un mal movimiento, terminaba con ambos estampandole el rostro. La quinta vez que aquello sucedió, se reincorporó en el sofá y talló sus ojos, necesitaba un poco de aire. Fue por una chaqueta a su habitación, tomó las llaves de su auto que se encontraban sobre la cómoda y finalmente salió de la casa a pasos rápidos. Hacía tanto frío que dudó antes de encender el motor, pero la sola idea de volver adentro para hacer absolutamente nada era mil veces peor.

Manejó por quince minutos hasta una pequeña plaza al este de Nueva York dónde planeaba comprar su desayuno y leer cómics en su celular. Al salir del estacionamiento pasó por la librería, vió en la vitrina un gran estante con un promocional de la portada del nuevo poemario "Soul Barriers" de "Iero".

Y quizá hace un par de años se habría puesto tan felíz pues uno de sus autores favoritos, luego de años desaparecido, por fin había publicado un nuevo libro. Pero en realidad, sintió un gran nudo en la garganta y los enormes carteles y elaborados diseños no hacían más que revolver sus tripas y el deseo de salir corriendo y encerrarse en casa crecía a cada segundo. Sin embargo, recogió su cordura del piso y caminó dentro de la librería, necesitaba urgentemente comprar ese maldito poemario.

Con las manos en los bolsillos y a pasos rápidos pero temblorosos, caminó dentro de la librería y tomó uno de los últimos libros que quedaban en la vitrina, lo pagó y al saberlo finalmente suyo sentía que sus manos quemaban, la curiosidad lo mataba. Al llegar al auto arrancó el papel protector, leyó las primeras páginas y entre ellas, el primer poema:

No hay amor para mi amor, ni una mirada para robar
no hay un estremecimiento al toque de mi mano; me mata sentir el fantasma
de lo que alguna vez abrazamos.

No hay ningún mensaje en tu rostro,
no hay palabras en tu boca, sólo el sabor a él
y el descaro que tuvo para presumir la llama en nuestras velas.

He sentido con creces el dolor que provocas
Pero iré hasta el fin del mundo si eso significa que terminaré contigo
cruzaré las barreras que pretendes crear.

No hay amor para tu amor,
no hay besos por contar
no hay nada que importe, amor
Sólo la última despedida expresada en un frágil poema
que rápidamente se hizo polvo.

Y al final, puedo decir: odio el amor que te tengo.

No me dejes caer. |Frerard|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora