Capítulo 4.5: La ducha II

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Por fin había conseguido la temperatura perfecta en la regadera, pero ahora el problema era mucho más grande.

Frank lo miraba escéptico, sin saber exactamente qué hacer y él tampoco estaba seguro de cómo proseguir.

—Bueno, terminemos con esto.—suspiró pesadamente y comenzó a desatar los cintos de su bata de hospital.

—C-claro, déjame ayudarte.— con las manos temblorosas y las mejillas ligeramente rojizas, se acercó hasta dónde se encontraba Frank, quien ya había conseguido desatar los cintos y estaba deshaciendose de la bata.

Tomó a Frank cuidadosamente por el torso y lo guío hasta la regaderas con el rostro al rojo vivo.

—Gerard, puedo caminar, solo necesito ayuda para lavar mi espalda. —replicó orgullosamente Frank, a lo que el pelirrojo respondió con una sonrisa nerviosa y se alejó de él lentamente.

Decidió esperar fuera de la regadera, evitando mirarlo mientras se duchaba y tarareaba alguna canción que le sonaba muy familiar pero que aún no reconocía. Comenzó a desdoblar y doblar nuevamente las toallas y batas de hospital para calmar sus nervios, pero casi lanza la torre de toallas que había armado cuando Frank lo llamó.

—¡Hey, Gerard!—se giro rápidamente para prestarle mayor atención, sintiendo la sangre subirle a la cabeza al ver el agua deslizándose por el cuerpo de Frank, acariciando sus tatuajes. —¿Podrías darme una mano?— le tendió la pequeña esponja enjabonada, que Gerard tomó al instante.

—Si... —murmuró nervioso, mirándolo fijamente a la cara.

Inevitablemente bajó la vista hasta apreciar descaradamente la intimidad de Frank, tornándose aún más rojo al verle.

—¿Te gusta lo que ves?—preguntó en tono pícaro, seguido de una sonora carcajada. El pelirrojo corrió la vista rápidamente, mirando a un costado, sentía que moriría de vergüenza. —Vamos, solo lava mi espalda. —Se giró cuidadosamente, hasta darle la espalda a Gerard quien comenzó con su tarea.

Posó la pequeña esponja sobre su espalda, sus mano eran frías, como pedazos de hielo, por lo que Frank dió un pequeño espasmo al sentir su tacto, pero no reclamó nada. La deslizó suavemente, tratando de no lastimarlo accidentalmente.

Y una vez más fue presa de su curiosidad, al seguir la espuma mientras caía, bajó la vista hasta los glúteos de Frank, apreciando cada detalle. Pronto la necesidad de tocar se hizo presente y una lucha se generó dentro de él. Se preguntó sí Frank se enojaría si tocaba solo un poco.

<<Aunque se enojé, no puede hacerme nada en su estado actual.>>

En medio de sus pensamientos, había dejado de moverse, por lo que Frank asumió que había terminado y simplemente se volteó para mirarlo de frente, sorprendiendose al ver a Gerard tan cerca de él.

El jabón aún estaba esparcido por el piso de azulejo, sumado a la ya de por sí naturaleza resbalosa del agua provocaron que Frank resbalará y por reflejo se sostuvo de lo que tenía más cerca, Gerard.

Sus cuerpos chocaron, y al instante Gerard lo sostuvo. Sus sentidos se aislaron del mundo real y se centró en su mirada, en apreciar cada detalle, en sentir cada textura, en oler su aroma tan peculiar y embriagante.

Por otro lado, Frank estaba incómodo, muy incómodo, se sentía débil y odiaba sentirse de esa manera, como si dependiera de alguien más. Quiso alejarse, pero al separar un poco sus cuerpos, notó la mirada boba de Gerard, con esa sonrisa de idiota característica de un tonto enamorado. Y creyó que estaba burlándose de él.

—¿Te diviertes, imbécil?—Preguntó de mala gana, empujando, con la poca fuerza que en su estado actual poseía, a Gerard. Y a pesar de que no podía empujarlo tan fuerte, el azulejo enjabonado y el hecho de que estaba fuera del mundo real, lo hicieron caer fuertemente sobre el piso mojado.

—¿Q-qué? ¿De qué hablas?— preguntó desde su posición totalmente agitado.

—¡¿Crees que es divertido haber tenido un maldito accidente y ser un inútil ahora?!—le gritó enfurecido.

—¿Qué? Yo no pienso eso ¿por qué lo dices? —su confusión fue en aumento mientras se levantaba cuidadosamente del piso mojado.

—¿Qué por qué lo digo?—repitió con sorna. —¡Por que tú, maldito imbécil, te estabas riendo de mí!

—Yo... Yo no me reía de tí.—se puso de pie y se acercó hasta Frank para tratar de calmarlo.

—¡Idiota!—su respiración estaba muy acelerada por la ira—¡Fuera de aquí!

Gerard quería decir algo más, algo más atinado. Pero pareciera que si se quedaba ahí Frank lo iba a moler a golpes. Era físicamente imposible, pero aún así salió rápidamente de ahí.

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Quizá en algún momento edite este capítulo de mierda.

No me dejes caer. |Frerard|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora