No me dejes caer. |Frerard|

Capítulo 12.9: Deja-vú.

—Frankie, despierta.— se abrazó a él, recargandolo en su pecho con los ojos cerrados y sus lágrimas corriendo junto con el agua.

Por suerte sintió a Frank removerse débilmente bajo sus brazos y casi le da un infarto de felicidad al escucharlo.

—Hmmm.... Gerard...—parecía más bien un quejido pues su voz era apagada y perezosa pero eso le bastó para seguir llorando aunque esta vez con una gran sonrisa.

— ¡Frankie!—los separos de sí y lo miró, sus ojos avellana parecían perdidos pues la luz le había atacado por completo. De inmediato cerró la llave dela regadera para correr a sentarse y abrazar con todas sus fuerzas al castaño sintiendo como débilmente éste hacía lo mismo. Sintió cómo hundía su rostro en su cuello y su respiración se agitaba.

—¿Cómo te sientes?— preguntó sin deshacer el abrazo.

—Hecho mierda...—contestó con voz baja.

—Eres un idiota. Casi muero del susto.— comenzó a llorar sin reparo y sin soltar a Frank quién había comenzado a acariciar su espalda.

—Gerard— lo llamó débilmente. El aludido lo separó de su pecho para mirarlo. —Tengo frío...— dijo como un niño pequeño.

—Oh, es verdad, lo siento.— dijo al recordar que lo acababa de bañar con agua helada—aguarda un segundo. — Corrió fuera de la regadera hasta un pequeño mueble en el baño del cual extrajo un par de toallas, apresurándose a taparlo y llevarlo a su habitación. Nunca creyó ser tan felíz al mirar a Frank caminar por su propia cuenta.

Una vez sentado en la cama frente a su armario, comenzó a secarle el cabello mirándole preocupado. Frank simplemente se dejaba hacer cuál muñeco de trapo. Había conseguido ya cambiarle la camisa por una playera rayada de manga larga un par de tallas más grande. Únicamente restaba cambiarle los pantalones y Frank parecía no tener intenciones de hacerlo él mismo.

Con una toalla en la cabeza, Frank observaba con los ojos entrecerrados cómo Gerard desabrochaba torpemente su cinturón y después con las manos temblorosas también sus pantalones. De verdad había extrañado aquella sensación al estar con Gerard, se sentía valioso, se sentía amado. Pronto el pelirrojo logró retirar sus pantalones y Frank miraba con una sonrisa torcida el rostro encendido de su amigo, se preguntaba en qué estaría pensando pues sabía que era muy reservado y tímido, le apenaba todo acto que involucrará la falta de pulcro. Sin embargo estaba ahí, temblando mientras bajaba sus boxers y comenzaba a secar sus piernas.

—Gerard— lo llamó con la voz ronca a lo que esté dio un pequeño salto para después mirarlo— ¿Cómo me encontraste? —desde que estuvo consciente se preguntaba aquello pues ese bar se encontraba lejos de la casa de Gerard, además de no ser muy conocido.

—Yo... fui a una fiesta con amigos de la facultad. Estaba esperando a una amiga que entró por sus llaves para irnos...— comento nervioso, no por lo que decía, sino porque, mientras hablaba, colocaba un pantalón de pijama a Frank. —En eso te ví en el piso y bueno... no pude dejarte ahí...—el castaño lo miró con una pequeña sonrisa para después borrarla y bajar la mirada.

—Debiste dejarme ahí...—decía con tristeza. Ese era uno de los momentos en que se encontraba débil, era más sensible y expresivo. Esa era una de las facetas que Gerard más amaba de Frank. Sentía que sólo en momentos así él se mostraba como en verdad era. No como el hombre de negocios frío y egocéntrico, no como el loco parrandero en el que a veces se convertía, sino como el chico solitario que escribía historias tristes, sensible y frágil pues ese era el verdadero Frank. —Fui un idiota contigo, no merezco todo lo que haces por mí. —Su voz era tenue, claramente le costaba hablar correctamente. Gerard no sabía muy bien qué decir, mirar a Frank tan emocional era tan raro que aún no sabía cómo tratar con él.