—Lo siento viejo, Bob y yo no podemos ir por ti, hoy es el torneo de videojuegos en Cisco y de verdad queremos ir.—decía Ray al otro lado de la línea.
—Genial, Ray. Y ahora ¿Cómo se supone que me largue de aquí?—Los chicos le habían prometido ir a recogerlo del hospital apenas saliera, pero a tan solo un par de horas de su salida, decidieron que era más importante aquel torneo de videojuegos que habían esperado todo el año.
—Pide un taxi, amigo, ya estás grande. —Dijo en broma y soltó una carcajada, pero Frank no bromeaba, estaba por salir del hospital luego de lo que pareció una eternidad y esperaba al menos poder divertirse con sus amigos ese día.
—Ya lo sé, idiota.— Contestó enojado y colgó de inmediato.
Al final, no podía enojarse con ellos, los había visto esperar muy emocionados ese evento y no pensaba frustrar sus planes, así que simplemente se rindió pues además ya iban camino a San Francisco.
Mientras caminaba por el pasillo del hospital, ya sin la bata y con el traje que Ray y Bob le habían llevado días antes, varias enfermeras lo miraban embobadas, incluso la mujer que lo había atendido se arrepentía de haberlo tratado con tan mal carácter.
Salió del edificio y justo en la puerta se quedó de pie unos segundos, no sabía qué hacer. No estaba acostumbrado a moverse sin su auto, apenas tenía noción de dónde podría tomar un taxi.
Empezó a caminar y le dió un último vistazo al hospital con las manos en los bolsillos, preguntándose cómo pudo pasar más de dos semanas en esa pocilga.
—¡Frank!—le saludó—Veo que ya te vas ¿Eh? —decía el médico, con una gran sonrisa al ver a su paciente salir por su propia cuenta del hospital.
—Asi es, doc, siento que voy a enloquecer si me quedo más tiempo. —Dijo haciendo una especie de puchero a lo que el médico respondió con una carcajada.
—Oye, pero... ¿Y tú amigo?—Preguntó tras asegurarse de qué estaba solo y aparentemente perdido.
—Ellos no pudieron venir, Ray y Bob fueron a...
—No, ellos no. Hablo del pelirrojo, Gerard. —interrumpió.—¿No es tu amigo?
—Supongo que sí... Pero no creo que venga, le dije que me darían el alta hoy y que alguien más vendría por mí. —frunció los labios.
—Oh... pues mira que no podrías estar más equivocado.—sonrío de lado y le incitó a voltear.
Al girarse se encontró con Gerard bajando de su auto con un ramo de flores en las manos.
—Pero...—miró incrédulo y volvió la mirada a su médico en busca de respuestas pero él se había esfumado.
Comenzó a caminar lentamente hasta Gerard, pues estaba bastante confundido. Su característica negatividad le hacía pensar que quizá no iba por él, que quizá solo estaba de paso. Pero era muy poco probable.
—¡Frank!—Saltó en su lugar, sosteniéndose del su auto para no perder el equilibrio al ver al castaño de pie justo detrás de él. —Me asustaste.—colocó una mano en su pecho.
—¿Flores? ¿De verdad?—preguntó con una sonrisa pícara elevando la ceja.
—Si... Bueno. Ten, son para tí.—Comenzó a rascar su cuello y a mirar a todas partes mientras le ofrecía con un brazo tembloroso las flores.
—¿Para quien más, tonto?—Contestó, tomando el ramo y mirando con gracia como Gerard adquiría un color carmín. —Gracias.—Revolvió su cabello para molestarlo un poco y sonrió.
Al mirar a Frank directamente, luego de que sus nervios se pasaran, no pudo evitar estudiarlo de arriba a abajo pues Frank lucía realmente bien en ese traje.
—Y... ¿Nos vamos?—Insistió Frank.—De verdad quiero ir a casa, además podríamos tomar un par de cervezas ¿Eh? ¿Qué dices?
—Frank, acabas de salir del hospital no puedes tomar alcohol. —Replicó.
—Cállate y sube al auto. —Dijo y se apresuró a rodear el auto y tomar asiento en el copiloto. Gerard decidió no decir nada, iba a preguntar también por sus amigos, pero era claro que no habían ido a recogerlo, así que decidió no tocar el tema y seguir las indicaciones que Frank le daba para llegar a su departamento.
Durante el camino a casa de Frank, Gerard no dejaba de mirarlo cada tanto, le observaba por el rabillo del ojo y a veces, en las luces rojas, volteaba descaradamente mientras el castaño jugaba Candy Crush, clavándole la vista en sus facciones y sus ojos color almendra que con la luz del sol colándose por la ventana adquirían un brillo especial. Hasta que Frank sentía su intensa mirada acosarlo pero al voltear él rápidamente se volvía de frente, hacia la interminable autopista.
—¿Qué tanto miras? —preguntó por fin, cuando consiguió atraparlo en el acto.—todo el camino te la has pasado mirándome raro.
—Nada, es solo que estaba tan acostumbrado a que vistieras batas de hospital que aún no me acostumbro a verte con ese traje. —respondió tratando de no parecer nervioso.
—¿No te gustan? ¿Crees que me veo mal?—preguntó un poco indignado, mirando su traje con recelo.
—¡No, no es eso!—se apresuró a corregir moviendo dramáticamente una mano por el aire—la cosa es que te ves bastante bien—rió nerviosamente a la vez que sentía la sangre subirle a la cabeza—siento que llevo en mi auto a una especie de supermodelo.— Fue una carcajada de parte de Frank lo que interrumpió sus palabras, una de aquellas que le dejaban embobado y sentía que de ser una canción sin duda sería su favorita.
—Gracias, Gerard tú también te vez muy bien hoy. —Le sonrió una última vez para después recargar su brazo en la ventana del auto y dedicarse a mirar el camino, tarareando de vez en cuando el repertorio de Gerard, que era una mezcla de David Bowie, Iron Maiden, The Smashing Pumpkins y Blur, haciéndose una nota mental de adular a Gerard por tan buen gusto. Pero en ese momento se sentía somnoliento, ya sería para otra ocasión.
Así, siguiendo el GPS de su celular con la dirección de la casa de Frank que él mismo direccionó, y después de hora y media de camino, llegaron a las puertas de un gran edificio de fachada elegante y una recepción realmente distinguida, el edificio en el que vivía Frank.
Gerard no esperaba mucho menos, Frank tenía dinero de sobra y estaba completamente solo, nunca le había preguntado directamente pero uniéndo los puntos en las largas charlas que tenían no se necesitaba ser un genio para llegar a esa conclusión. En pocas palabras, Frank estaba solo, y todo su dinero era únicamente para él y sus caprichos, y vaya que tenía dinero.
A veces Gerard se ponía a pensar que así como todo el dinero de Frank era únicamente para él, lo serían también sus problemas. ¿No sentiría que, al igual que su dinero, todo aquello era demasiado para él solo? Frank tendía a malgastar su dinero, ¿Qué otras cosas se podrían malgastar además del dinero?
—¿Ya Llegamos?—interrumpió sus pensamientos su débil voz, como la de cualquier persona al despertar de un sueño profundo. Gerard simplemente le sonrió y asintió con la cabeza. —¡Fabuloso! Vamos, extrañaba esto. —mágicamente todo su cansancio se esfumó, ahora estaba lleno de energía. Bajó del auto de un salto, apresurándose a la entrada del edificio, mirando mal a Gerard por tardar tanto, aunque en realidad iba a una velocidad normal. —¡Vamos Gerard, date prisa!
Al pelirrojo le hacía gracia la euforia de Frank, pues no lo había visto emocionado nunca. De verdad había extrañado su hogar.
—Señor Iero—Saludó el vallet parking, sorprendido de la reaparición del mencionado, pero sin preguntar nada al respecto. —me alegra verle de nuevo, me permite sus llaves.
—¡Christian! A mí también me alegra tanto verte.—sonrió elocuente y se dirigió a Gerard. —Ya lo oíste, dale tus llaves. —El pelirrojo obedeció para después entrar junto a Frank al gran edificio.
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No me dejes caer. |Frerard|
FanficFrank Iero es un empresario y escritor retirado que trás sufrir un accidente automovilístico, conoce a Gerard Way en el hospital, un jóven artista de cabellos rojos y una vida tranquila que se ofrece para cuidarlo mientras permanecía en recuperación...