Capítulo 35: Sinceridad.

155 19 11
                                    

—Vaya, pensé que nunca lo dirías. —Ray tomó los pretzels y empezó a comer con una enorme sonrisa de satisfacción.

—¿Qué? ¿Lo sabías? —Lo miró enarcando una ceja.

—Pues... digamos que eso de la discreción no se te da. —ladeó una sonrisa.

—¿Ray? ¿Por qué no me lo dijiste? —Golpeó su hombro.

—Si yo te lo decía nunca me ibas a creer —dijo mientras se sobaba.

Bob miró a Frank enojado, esperando una explicación; el castaño, hizo una línea con sus labios y desvió la mirada, parecía avergonzado. Bob se sintió como un monstruo ¿cómo podía ser tan imbécil? Miró a Ray y parecía mirarlo con enojo, así que rápidamente cambió su semblante por uno más amable.

—Frank, no tenía idea, lo siento. No debes avergonzarte por ello. —lo abrazó —Es increíble que por fin te hayas enamorado de alguien. Pensé que morirías viejo... y solo. —Frank lo empujó y golpeó su hombro, enojado, pero al ver la sonrisa estúpida de Bob no pudo evitar reírse con él.

—¿Y? cuéntanos quién es. Creo que tengo una idea pero necesito escucharlo de tí. —Sonrió burlesco.

—¿Practicas brujería? —Ray sonrió y le guiñó un ojo.

El castaño suspiró largamente y miró sus manos un momento, nunca pensó que sería capaz de decirlo en voz alta, se supone que nunca tenía que haberlo hecho ¿Cómo diablos pasó? Se preguntaba, ¿En qué momento se enamoró de él? Pudo haber tenido una vida prospera y feliz junto a Jamia, sin embargo estaba sentado en su sala declarándose homosexual frente a sus amigos. ¿Qué clase de maldita broma de los dioses era esa? Pero al mirar los rostros cómplices y sonrientes de sus amigos, supo que eso era lo correcto, eso era lo que debía hacer.

—Pues... ¿Recuerdan al chico pelirrojo del hospital? —torció los labios como si aquello fuese una maldición.

—¡¿Qué?! —estaba sorprendido, a diferencia de Ray, él era un imbécil en esas cosas y no tenía ni la más mínima sospecha. Mientras tanto, él estaba riéndose de la situación, de las expresiones de sorpresa de Bob y del sonrojo de Frank. —¡Si lo recuerdo! El chico alto, que parece un fósforo gigante. —Frank frunció el ceño, Gerard si era gigante y eso le molestaba.

—Creo que se llamaba Gerard ¿No? —a diferencia de Bob, él estaba tan tranquilo comiendo pretzels como si se tratara de una simple charla sobre el clima. —¿Ya lo sabe? —sonrió cómplice, esperando la respuesta.

Frank soltó un largo suspiro y se recargó en el respaldo del sofá hechando la cabeza hacia atrás al recordar la manera tan monumental en que la había cagado.

—No, no lo sabe. —Ray frunció el seño. Aquella vez que conoció a Gerard y éste se negó a aceptar su dinero y además huyó absolutamente indignado había comprendido lo que pasaba con ellos dos, más aún cuando Frank lo defendió y días después se disculpó con él.

Estaba muy claro que Frank era un idiota y recién había aceptado sus propios sentimientos, pero el pelirrojo tuvo que darse cuenta ¿Cómo podía decir que no lo sabía?

—A ver, a ver —dejó su bolsa de pretzels en la mesa y se retrepó en el sofá —¿Cómo que no lo sabe? —ésta vez si estaba confundido, eso era lo único que no cuadraba en la historia. Bob miraba intermitente a ambos esperando a ver qué decían.

—Nunca se lo dije... —talló su rostro con sus manos un par de segundos y finalmente se reincorporó en el sofá mirando a Ray con ojos tristes —y ahora él está saliendo con alguien más. —Bajó la mirada en busca de una distracción pues sentía que Ray podía mirar a través de su alma y ver lo que había hecho con Gerard.

No me dejes caer. |Frerard|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora