Sentado frente a Adam, pudo sentir una especie de escalofrío al ver por el rabillo del ojo lo que parecía ser el auto de Frank. De inmediato se giró alarmado un auto así no pasa desapercibido fácilmente, pero apenas dió un vistazo el auto ya había doblado la esquina.
—¿Pasa algo? —interrumpió su propio relato —¿Que viste? —Siguió su mirada hasta la carretera lateral.
—¿Eh...? ¡Nada! —sin mirarlo, peinó su cabello negro detrás de su oreja y ocultó sus nervios comiendo de su helado.
Adam le sonrió con ternura, sin decir nada más.
Le gustaba su sonrisa, era reconfortante y calmaba sus nervios. También le gustaba sentarse con él sobre el pasto hablando de todo y nada, con el viento golpeando sus rostros y haciendo flotar sus cabellos. Tenían tanto en común, el rubio era amante del arte y la música al igual que él, podía hablarle de cualquier cosa y hasta podían discutir algún tema porque ambos eran muy listos. Le gustaba cantar con él sus canciones favoritas a todo pulmón y sin error en las letras porque su música y la de Adam eran la misma cosa. Además era tan dulce y atento con él. Aún pedía permiso para abrazarle y besarle. Pero él no podía estar más cómodo con ello, le gustaba ese ritmo, sin tantos besos, sin ataduras. Simplemente un par de chicos pasando tiempo juntos. Nada más.
—Pasó algo increíble en el trabajo —dijo con una gran sonrisa en el rostro que le incitaba a preguntar.
—¿Qué pasó? —mirándolo con escepticismo, recargó su brazo sobre su rodilla derecha y con su palma sostuvo su barbilla.
—La disquera dejó mi proyecto a cargo de un equipo nuevo de producción musical —Gerard elevó las cejas fingiendo asombro y lo dejó continuar —y la verdad es que tenía muchas dudas. Por lo general los nuevos son muy malos, les cuesta mucho seguir el ritmo de trabajo y adaptarse al equipo... —desvió la mirada y frunció las cejas, había tenido muy malas experiencias —pero estos chicos son muy buenos. El más experimentado se llama Raymond Toro y Dios... —sonrió a los cielos —¡es muy bueno! creo que él es la mente maestra en ese equipo, es cómo si les hubiera enseñado él mismo. Trabajan muy bien... —se desparramó sobre las raíces del árbol sonriendo tranquilo al saber que su trabajo estaba en buenas manos.
—Eso es increíble, espero que todo salga muy bien —le sonrió en muestra de apoyo y el rubio le devolvió el gesto, acompañado de un pulgar arriba.
A veces Adam hacia eso, se recostaba en el pasto junto a él y cerraba los ojos, pero no dormía. Le gustaba escuchar las ramas de los árboles pelearse y a las aves chillar ocultas entre hojas. Le gustaba sentir el viento en su rostro y escuchar la respiración de Gerard junto a él. Encaminado al éxito de su carrera y creyendo abrirse paso en una relación amorosa y estable no podía sentir más que tranquilidad y alegría.
•
Luego de un largo día en el parque y de una cena en un restaurante bastante acogedor, Adam llevó a Gerard de vuelta a casa.
—¿Te divertiste?—Preguntó una vez se sentó en el sofá.
—Si, mucho. Necesitaba salir y distraerme un poco. El trabajo y la escuela me tienen a raya... —Dejó sus llaves y su chaqueta de lado y se sentó junto a él.
—¿Qué es esto? —Examinaba un papel color rosa que había encontrado sobre la mesa de café —¿Estás atrasado? —lo miró preocupado y el semblante de Gerard cambió.
—Si... no me ha ido bien en el trabajo... —se sentía muy apenado, el papel rosa era una notificación de desalojo. Si no pagaba al arrendador antes del fin de mes tendría que dejar su departamento.
—¿Por qué no me dijiste nada? —se sentía un poco ofendido. Gerard era la persona más importante para él en ese momento y le molestaba que no tuviera la confianza de contarle lo que le ocurría.
—No quería preocuparte —mintió —desde hace un par de meses no puedo hacer nada, mis pinturas no quedan como quisiera y la universidad dejó de pagarme el mes pasado porque retiraron mis obras de la galería. —Se sentía muy abrumado respecto al tema, no quería hablarlo ni con Adam ni con nadie.
—Tengo una idea pero quizá pienses que es algo loca —Gerard finalmente lo miró —ven a vivir conmigo. —su rostro palideció y mientras Adam sonreía enormemente él quería salir corriendo
—¿Qué? —No pudo decir más, su rostro hablaba por sí mismo.
—Sé que es muy loco y apresurado —tomó su mano y se acercó a él—pero incluso si fueramos solo amigos, no me molestaría vivir contigo, mi casa es muy grande y queda muy cerca de la universidad —Gerard miraba sus manos, no estaba muy seguro — además no tendrías que preocuparte por la renta y puedes dedicarte solo a tu trabajo y a vencer el bloqueo que tienes... ¿Qué te parece? —besó el dorso de su mano y con una sonrisa esperó su respuesta.
—Yo... No quiero ser una carga —no podía mirarlo.
—No eres una carga, Gerard. Me gusta estar contigo y siempre busco la manera de pasar tiempo juntos. Nada me haría más feliz que vivir juntos —buscó sus ojos y sonrió tiernamente, obsequiandole un beso en la frente.
Miró a Adam a los ojos. Era un buen tipo, siempre lo trataba bien y era tan romántico y sensiblero. Absolutamente su tipo. Pero no sabía si eso que sentía podría llamarse amor, el amor que él conocía era tormentoso, intenso, como un huracán que destruye todo a su paso. Pero Adam era apacible, estar con él se sentía como estar sentado en el medio del bosque en una noche cubierta de estrellas y luciérnagas brillantes. Era tranquilizante y maravilloso. Pensaba que eso era lo que necesitaba, un poco de paz y estabilidad emocional y todo eso lo encontraba en él.
«Si... Es amor. Tiene que ser amor...».
—Entonces, ¿Qué dices? —lo miró con una sonrisa intentando ocultar su ansiedad. Gerard lo miró y asintió tímidamente, incapaz de sonreír. Pero eso le bastó al rubio para agradecer a los cielos y envolver a Gerard entre sus brazos sin ánimos de soltarlo.
Pero Gerard no comprendía porque sus abrazos le parecían tan largos y hasta asfixiantes. No comprendía por qué cada vez que Adam lo iba a dejar a su departamento le pedía amablemente que se fuera, argumentando que estaba cansado y necesitaba dormir.
•
—¿Listo? —apretó su mano y besó sus nudillos mientras ambos observaban el departamento cubierto de cajas, con las paredes desnudas y un par de chicos llevando todo a la mudanza.
El día había llegado, luego de pasar casi una semana preparando todo, por fin se iba a vivir con Adam. Su casa era muy grande, su habitación era al menos cuatro veces más grande que la suya y además había mudado su taller de pintura a un gran estudio que podía llenar con muchas más pinturas. Pero no podía llevarse todo. Adam le había aconsejado vender sus pertenencias pues en su casa tendría todas las comodidades, no necesitaría su sala ni su comedor, simplemente su cama y algunos muebles que quiso conservar y obviamente sus pinturas y demás material para sus obras. Y aunque le había dicho al rubio que simplemente se había deshecho del resto, la verdad es que lo había dejado en una bodega rentada días atrás. No sabía por qué, simplemente lo hizo. Pero prefirió no decir nada al respecto.
—Pues parece que ya está. Solo faltan un par de cajas así que iré por el auto mientras te despides —le dió un beso en la frente y salió del inmueble jugando con sus llaves.
—Señor —apenas Adam se fue, uno de los hombres que cargaban las cajas se acercó a él —Esto se maltratara si lo ponemos con el resto de cosas —tomó un par de cuadros y se los mostró —además son muchos.
Gerard los miró apretando los labios y frunciendo el ceño. Eran todos los retratos que había hecho de Frank.
Pensó en llevarlos a la misma bodega donde estaban en resto de sus cosas pues no podría llevarlos a casa de Adam, pero era mejor deshacerse de ellos, cada vez que los veía quería llorar. Necesitaba deshacerse de esos recuerdos.
—Déjelos aquí, le pediré al dueño que se deshaga de ellos por mí. —El hombre asintió y los acomodó en un esquina con los demás, eran al menos veinte cuadros.
Al terminar, los hombres salieron y Gerard se quedó solo en medio de su departamento vacío, soltó un largo suspiro y con pesar salió de ahí tratando de ignorar los rostros de Frank que lo miraban desde un rincón.
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No me dejes caer. |Frerard|
FanfictionFrank Iero es un empresario y escritor retirado que trás sufrir un accidente automovilístico, conoce a Gerard Way en el hospital, un jóven artista de cabellos rojos y una vida tranquila que se ofrece para cuidarlo mientras permanecía en recuperación...