Rindiéndose finalmente

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Esa misma noche cuando Craig volvió al apartamento se encontró con Clyde en la sala quien le alzó un pulgar en señal de aprobación, el moreno le hizo la seña y se fue a su habitación. Se quitó el chullo, lo más usual es que se fuera a la cama como de costumbre, no obstante, algo fue diferente, a pesar de tener años de no hacerlo se dirigió a sentarse enfrente del ventanal de la habitación para observar el cielo nocturno.

Su abstracción de la realidad fue interrumpida por el pitido de su teléfono, sonrió al notar el contacto "Ciego Spazz" en la pantalla, tomó la llamada.

—Buenas noches ¿Habla Craig Fucker Tucker?

—El mismo que viste y calza ¿Es usted Tuercas Tweek Spazz?

Una pequeña risita se escuchó al otro lado de la línea y de pronto Craig se sintió más que relajado, como si se hubiese encontrado en algún templo budista o en un spa de relajación.

—Tenía que corroborar que anoté tu número bien— explicó el motivo de su llamada el pecoso, Craig murmuró una afirmación para seguir viendo el cielo. —¿Qué haces?

—Observó las estrellas.

—¿Cómo son?

—Hermosas— suspiró el moreno mientras inhalaba profundamente, más risas del otro lado.

—Suena a que sí, pero supongo que ya me conoces, aunque sea un poquito para saber que esa respuesta no me basta.

—Me lo imaginaba— el moreno se mordió el labio mientras pensaba ¿Cómo explicarle la belleza del cielo estrellado a alguien que nunca recuerda haberlo visto? ¿Cómo explicarle a alguien que nunca ha visto que es el azul, qué es el verde? —Déjame pensar...

—Tenemos toda la noche...

—Cállate spazz... bien sería como una pieza de música que te gusta lleno de un silencio sepulcral.

—Ajá...

—Y de repente hay estrellas, que son pequeñas notas de sonido que rompen esa oscuridad, ese silencio que te llena de calma y tranquilidad, que te hace pensar que no eres más que polvo estelar, que eres un grano de arena en el basto universo.

—Eso suena aterrador— musitó el rubio.

—¡Pero no lo es! Hay algo en esa pieza de música que por más sombría que suene te llena de calma, hace que tus músculos hormigueen y te inunden de una sensación de serenidad que te hace pensar...—su voz se rompió ¿Qué carajos? ¿Por qué parecía que Craig iba a llorar en cualquier momento? —te hace pensar en que todo lo que te importa y aflige son pequeñeces que realmente no importan... ¿Qué importa si la gente dice que eres diferente? No eres nada, no son nada y son todo a la vez, te hace pensar en lo que reprimes, en lo que deseas... es maravilloso, aterrador, es...

—Es la vida— terminó Tweek, Craig podría jurar que al otro lado de la línea se hallaba un rubio sonriendo mientras bebía una taza de café.

—Exactamente.

—Craig, no olvides escuchar todas las canciones que te he pasado, quiero opiniones maldito poeta de closet.

—Sí, claro, lo que digas.

—¿Lo prometes? —el moreno no pudo evitar sonreír, Tweek era... era extraño era aquella persona que podía decirte con coquetería y cinismo que quería morderte el cuello, pero a su vez mostrarse totalmente ansioso e inseguro cuando le pedía escuchar música que le paso ¿Por qué le importaba tanto que el escuchara esa música de todas formas?

—Lo prometo.



Los días se convirtieron en semanas y las semanas en un mes rápidamente, Craig ya tenía poco más de dos meses de conocer a ese rubio que había puesto de patas arriba su vida, conocía sus manías, la forma que arrugaba la nariz cuando sonreía, sus insinuaciones picaras (que nunca cumplía) y por supuesto Craig se había vuelto fanático de hacerlo sonreír, le gustaba ver ese lindo espacio entre sus dientes. Si íbamos a ser sinceros Craig se había dado cuenta que le gustaban un montón de cosas acerca de Tweek, era la persona más divertida que había conocido, incluso cuando no intentaba serlo su compañía se sentía bien... como si de repente todo encajara.

Lo que me faltabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora