Florecer

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Cuando llegó la mañana, el sol mañanero hizo acto de presencia tras la ventana, llenando de luz cada rincón del cuarto. Tweek ante el sofoco se removió con pesadez, sintiendo el calor de los rayos sobre sus párpados.

Picaba.

Los talló como cualquiera de las mañanas y estiró su cuerpo. Al despertarse completamente, Tweek pudo sentir el brazo de Craig descansando sobre su cintura, abrazándolo con firmeza.

Intentando levantarse, se movió y un dolor agudo atravesó su cadera como una aguja, llevó su mano a ella, quejándose.

Mierda. Sentía como si hubiera sido perforado desde adentro...

Y luego recordó por qué.

Los eventos de la noche anterior se reprodujeron en su cabeza, haciendo eco. Los jadeos de Craig contra su oído, sus cuerpos tan malditamente sudados, meciéndose contra el otro. Los labios de Craig, tan húmedos y carnosos, buscándolo, besando todo su cuerpo.

Oh, mierda, mierda, mierda.

Lo habían hecho, y Tweek sentía la emoción triunfante revoloteando dentro de su pecho.

Pero junto con algo más. Más que emoción, quizá... ¿Lleno, pleno? Sí, podría ser. La verdad es que el corazón de Tweek latía tan frenético y disparatado que sentía que iba a estallar en cualquier momento.

Sentía como si Craig hubiera sido su primera vez.

Como si hubiera vuelto atrás, cuando era tan sólo un adolescente, un niño perdido y vulnerable, tan inexperimentado y débil.

Sumido profundamente entre los brazos de un consuelo incondicional, los mismos que en ese momento lo abrazaban con fuerza.

Él había sido su primera vez, y Tweek no necesitaba nada más. Aunque era en cierta parte equívoco, él sabía que así era.

Cuando el cuerpo a su lado se estrechó contra él en búsqueda de contacto, ignorando por completo el pinchazo que se disparó contra su espalda baja, actuó con rapidez, incorporándose.

Quería divertirse, y era el momento perfecto para hacerlo.

Craig por su parte no tuvo tiempo de reaccionar, fue sacado de su letargo gracias a los besos, tersos y ligeros como roces de mariposa, regándose en abundancia por su cuello.

Era perfecto, esa clase de plenitud absoluta que creyó jamás llegaría a experimentar, esa clase de placer que nunca había experimentado lo estaba sumergiendo tan profundamente que se sentía embriagado.

Sonrió dirigiendo su mirada hacia el responsable, sin dejar de sentir en ningún momento los delicados besos siendo regados sobre su piel canela.

—Buenos días —murmuró todavía en el sopor del sueño, Tweek sonrió.

—Buenos días, tigre —respondió para después conectar sus labios en un beso perezoso.

Suave, sus labios se reconocían y automáticamente se conectaban juntos. La manera de besarlo que tenía el rubio, con tanta insistencia y cercanía le hacía suspirar. Tweek mantenía sus manos alrededor del cuello de Craig, acariciándolo con tanta delicadeza y cariño.

—Alguien amaneció muy contento hoy —comentó el moreno, sin quejarse realmente por toda la atención que era recibida por su cuerpo.

—¿Ah sí? —Craig sintió su cuerpo tensarse instantáneamente, oh Dios, necesitaba escuchar eso de nuevo—. ¿Por qué será?

Jodido Jesucristo.

La voz de Tweek sonaba ronca, crujiente, tan sedosa como sólo lo que la lujuria misma podría causar en ella. Craig sintió la adrenalina adueñarse de sus latidos desbocados, la emoción escalando sobre su abdomen, sintiendo su pecho duro, ardiendo.

Lo que me faltabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora