Tormenta (Parte II)

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Él no sabía exactamente en dónde se hallaba en ese momento.

Tweek podía decir con certeza de que era alguna parte del pequeño parque cerca de su apartamento, pero todo detalle de la ubicación era desconocido para él. Lo cierto es que había huido despavorido, con la esperanza de que Craig no le siguiera.

Necesitaba estar a solas con sus pensamientos.

Con cuidado extrajo un cigarrillo de la cajetilla, de clavo, sus favoritos. Encendió el mechero, sintiendo el calor. Caló y sopló. El humo caliente y agridulce llenó sus pulmones. Podía sentir las miradas de la gente sobre él, dejando escapar un bufido.

Al parecer, para la gente "normal", el hecho de ser ciego lo hacía automáticamente alguien inútil en cualquier cosa.

No podía culparlos del todo porque él había pasado años creyendo lo mismo.
Hasta que ella, Joy, venía a su cabeza con su voz ronca y demandante, gritándole "puedes hacerlo, bastardo".

Últimamente venía mucho a su mente.

Era su más preciado secreto, no había hablado acerca de ella con nadie, al igual de su etapa adolescente.

Quizá era su presagio, algo que podía motivarlo.

Porque Joy había ayudado al joven inexperto Tweek, de múltiples maneras, y él esperaba ayudar de igual manera a Craig. Esperaba tener el impacto que había hecho ella en él.

Quería ser esa ayuda que lo convirtiera en el muchacho espléndido que sabía que se hallaba dentro de Tucker.

Volviendo con el recuerdo del moreno, Tweek exhaló el humo de su cigarrillo con frustración. ¿Qué se supone que haría ahora? ¡Lo había jodido! Oh Dios....

¿Por qué su padre se empeñaba en hacerle daño? Tweek sabía que había arruinado la vida de dos jóvenes con muchos sueños por delante con su llegada no planificada, pero, ¿en serio? ¿Por qué hacerle daño a Craig? Si bien él sabía acerca de Red, aquel comentario en el cual Richard se jactaba de que era un remplazo... Algo con lo que Tweek tuvo que conformarse.

Y no, no era así en lo absoluto. Si tuviese la oportunidad de tener algo con Red en este momento la negaría sin siquiera pensarlo dos veces.

Porque cada poro de su cuerpo, cada latido de su corazón, cada suspiro que escapaba al imaginárselo tenía nombre.

Craig Tucker.

Cerró los ojos tratando de enfocarse en su respiración, como su terapeuta le había indicado hace algunos años. Tweek disfrutaba de la sensación de calma mientras sentía el humo dentro de él, mientras tocaba el césped debajo de él.

Sin pensarlo se recostó, el pasto fresco humedeció levemente su camisa, pero eso realmente no era de importancia. Oliendo la naturaleza, sintiendo la frescura que emanaba el aire, importando poco si nadie más lo hacía, no podía verlos de todas formas, todos a su alrededor eran extraños.

En su mundo sólo existía él en este momento.

La calidez del sol que era amortiguada por las nubes, la brisa, el césped... Todo.
Podría quedarse ahí toda la eternidad hasta convertirse en nada. Inhalación, exhalación.

¿Por qué estaba respirando? ¿Por él? A este punto era algo tan mecánico que se sentía como si su mera existencia fuera la propia de los árboles que resonaban con el viento.

Debía empezar a comportarse un poco más como un adulto, debía enfrentarse a sus problemas de una vez por todas. Ponerle fin.

Lo sabía.

Lo que me faltabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora