Epifanía

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¿Estas listo? —preguntó aquella voz gruesa, sonidos de utensilios quirúrgicos aquí y por allá se mezclaban, mientras él se removía en el asiento con incomodidad, el olor estéril le daba ganas de vomitas. Sólo quería acabar con todo esto.

No estoy listo, no quiero esto, diles que paren, diles que se detengan.

—Yo...— su propia voz sonaba ajena así mismo, era como si de repente fuese otra persona, y él solo presenciara todo detrás del cristal—, creo que lo estoy.

—Es normal estar nervioso, señor Tweak, pero le aseguro que toda ira bien —trató de animar el doctor encargado de su operación— le aplicaremos anestesia por lo que sólo sentirá lo mínimo.

Oh sí, Tweek tenía que estar consciente durante la operación, no sabía si lo mejoraba o empeoraba todo, cuando sus parpados no tuvieron la capacidad de moverse si quiera, cuando podía sentir la intromisión en sus ojos más no padecerla como algo doloroso quiso sólo haber perdido la consciencia.

"El cuerpo es un templo" había escuchado esa frase tantas veces en su vida, pero para Tweek su cuerpo estaba lejos de ser un templo, su cuerpo se había convertido en una prisión, una prisión que no le permitía vivir en el mundo de los normales; una que le impedía ver, una que por más que enterrara la necesidad siempre estaría ahí, su adicción. Su cuerpo era una prisión con impulsos con los que tenía que luchar y enterrar.

La ceguera, la dependencia de la droga, la ansiedad, la depresión, la necesidad de tabaco... uno a uno pilares con los que tendría que luchar.

¿Por qué su cuerpo era su prisión? ¿Por qué su cerebro no era normal?

Ni siquiera podía estar solo ahora con sus propios pensamientos en su propia operación porque aquellos pensamientos intrusivos atacaban, pero ¿Cómo no? Estaba cansado, no quería consejos, no quería reproches si estaba triste ¿Acaso no tenía derecho a estarlo? ¿Acaso también le iban a arrebatar aquello?

Tweek no sabía lo que sentía era una mezcla de cosas tantas que hacía que su cerebro y su pecho se contrajera buscando explicación, quizá estaba molesto y frustrado, ni siquiera fue un hijo amado, tuvo que pasar tanta mierda y la vida ni siquiera le podía sonreír en ello, ni siquiera le permitía escoger operarse o no, todo había sido una cuestión de emergencia.

El destino se había ensañado con él, como un hijo de la luna bailaría a través del dolor, pero ¿Y si estaba cansado?

Las paredes parecían reducirse más., su propio cuerpo le dificultaba respirar, trataba de enterrar los pensamientos de hace días, pero no parecía ¿Estaba cayendo? ¿Lo has notado? ¿Has notado como caía más y más profundo? Y no podías hacer nada, Craig no podía hacer nada, recuperar la vista no era la respuesta.

Pues cada vez parecía más imposible volver a la superficie.

Sal de mi cabeza, sal de mi cabeza.

Pero no escuchó.

—Casi hemos terminado, pondré unos vendajes en tus ojos para tu recuperación, posteriormente los quitaremos a las dos semanas y veremos como resultó— anunció el doctor— ¿Cómo te sientes?

—Cansado— respondió, y nunca antes con tanta sinceridad, el doctor rio.

—Es normal, te trasladaremos a una habitación para que descanses, fuiste fuerte, muchacho.

No quiero ser fuerte, estoy cansado.

Craig estaba esperando, sin saber por qué coño se sentía de esa manera, hace mucho que había reconocido los nervios mas la mezcla de nervios, miedo y preocupación junta era nueva para él, toda una experiencia.

Lo que me faltabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora