Tweek recordaba, detalladamente bien, la primera vez que aquella fragancia invadió sus fosas nasales.
Tan exótico y atractivo. Provocándole, desde ese preciso instante, una extravagante y agradable sensación de confort.
Esa primera vez fue efímera, fugaz y elocuente. Se hallaba sentado junto a Kyle, alentándolo y tratando de animarlo ya que el profesor de física había sido reemplazado. Al parecer, Kyle sentía cierto apego hacia aquél maestro.
Y en ese instante, sucedió.
Tweek supuso que fue uno de los alumnos que atravesó el aula.
Rústico, fresco. Como hojas de pino, bosque de invierno. Penetrante y deleitable, como menta.
Peligroso.
Lo recordaba. Siempre.
La segunda vez que lo percibió fue en el subterráneo, suceso en el que también, tuvo la oportunidad de oír por primera vez su voz.
Era un muchacho con voz nasal y aburrida. Tweek lo sintió torpe, tan minuciosamente callado que creyó desagradarle. Sin embargo, él le cedió el asiento sin haber chistado en lo absoluto. Hubo un momento en que la cercanía y la emanación fresca del joven envolvió al rubio en un extraño cascarón de seguridad. Algo que aún no podía llegar a comprender sentir en un simple espacio de transporte público.
Tweek se preguntó si se lo encontraría nuevamente.
Y así fue, una y otra vez, parecía que el destino se empeñaba en reunirlos. No es que al rubio le molestara, disfrutaba de su compañía. Era como su refugio de tranquilidad sin compromiso.
Pronto supo su nombre: Craig.
Y las ganas de estar junto a él se intensificaron, aunque fuera un amargado apático e insufrible. Sentía que encajaban muy bien en bastantes sentidos. Disfrutaba molestarlo y conversar con él distintos temas. Al caminar a su lado, estar cerca de su entorno y su rutina, él presentía, muy por dentro, de que era lo que debía hacer. El lugar en el que pertenecía.
Porque cada vez que pensaba en Craig, no podía evitar reflexionarlo, el chico estaba tan solitario y vacío, merecía compañía. Un amigo.
Y luego sucedió... Ese día cuando él lo ayudó con su ataque de pánico en los baños. Cuando lo llevó a comer golosinas. Cuando pudo adentrarse y explorar la otra faceta, el otro lado de Craig Tucker.
Era prácticamente desconocido para todos. Sin embargo, él lo había presenciado, había vivido cada segundo de la dulzura de Craig, de la capa escondida que al parecer ni el mismísimo muchacho sabía que la tenía.
Entonces, simplemente pasó.
Tweek se enamoró de Craig.
Y al momento de escuchar el evidente rechazo de Craig, no supo cómo reaccionar. Su alma cayó al suelo junto a todas sus expectativas. ¿Por qué? ¿Por qué Craig iba a tirar todo por la borda sin siquiera haberlo intentado antes? ¿Por qué decidió comportarse como si lo deseara si sólo iba a jugar?
Lo que faltó para hacer explotar la llama de su interior fue escuchar la última petición del moreno:
—Tweek —la torpeza de su tono no pasó desapercibida por el pecoso—, espero que tú y yo podamos llevarnos...
Jodida puta mierda. Las palabras de Craig cayeron como un balde de queroseno a la hoguera de su pecho. Sintió su estómago hacer ebullición, tal como agua hirviendo y burbujeando sin control. Su interior ardiendo.
¿Por qué hacía esto? ¿Por qué le daba más apuñaladas a su corazón? ¿Acaso estaba complaciendo una retorcida jugarreta macabra?
Después de todo lo que habían pasado, los besos que compartieron y la intensidad de cada uno de ellos. Los momentos de completa calma en los que eran sólo ellos dos. El dulce tacto de Craig sobre su piel, ellos durmiendo juntos.
ESTÁS LEYENDO
Lo que me faltaba
FanfictionCraig Tucker es un maldito insensible incapaz de sentir algo por alguien, pero eso cambia cuando conoce a Tweek al que también le falta algo. ¿Podrán complementarse el uno al otro? ¿Serían la pieza que le faltaba al otro? Créditos de la imagen de p...