Una cuestión de celos

5.7K 844 1.2K
                                    


Definitivamente Craig Tucker estaba enfermo.

O al menos eso creía sentir al experimentar múltiples sensaciones que jamás había atravesado a lo largo de su juventud, viendo cómo el rubio corría por toda la habitación. Tweek buscaba su mejor ropa y trataba, sin mucho éxito, de arreglar su indomable cabello

¿Por qué él se estaba esforzando tanto en su apariencia? Nunca había aparentado esforzarse en aquello cuando estaba con Craig.

—¿Tu amiga es una crítica de modas o algo así? Porque de otra manera no entiendo por qué tanto drama —comentó Craig con fastidio, observando como el pecoso revoloteaba por todos lados.

—Pues ya sabes, usualmente cuando vas a ver a alguien que aprecias después de mucho tiempo, la gente se esfuerza por lucir bien —explicó Tweek con tono de obviedad, bufando—. En lugar de criticarme, mejor ven y ayúdame con los botones de mi camisa.

—¿Disculpa? ¿No que casi me demandas por acoso sexual cuando lo hice? —objetó el moreno mientras se cruzaba de brazos, Tweek suspiró frustrado.

—¿Por qué estás tan irritable? ¿Así eres todas las mañanas? Porque sí es así las ganas de despertar contigo se me están yendo por el caño— dijo Tweek fruncido el ceño, suspirando para tratar de evitar una pelea—. Mira, amigo, si quieres puedes irte o puedes poner de tu parte... No es como si te estuviese obligando a quedarte aquí, ¿sabes?

—¡Oh, sólo cierra la boca, maldito Spazz! —gruñó Craig mientras se acercaba al rubio para abrochar su camisa con agresividad.

Tweek estaba confuso. Hace media hora ese mismo chico tan amargado estaba envolviéndolo en sus brazos, haciendo patrones en su piel a modo de caricias.

—¿Te sientes bien? —el tono de preocupación en la voz de Tweek causó un estremecimiento en Craig, provocándole sensaciones inquietantes.

Lo hacía sentir expuesto, no sabía por qué.

—Claro, ¿por qué estaría mal?

Tweek meneó la cabeza con hartazgo. Sabía que Craig no diría nada. Y la verdad es que justamente en esos momentos no tenía tiempo de lidiar con su malhumor.

Los siguientes veinte minutos fueron increíblemente incómodos.

Craig había encendido el televisor sintonizando Red Racer, sin embargo, sus ojos no lograban enfocarse en los carros de carreras proyectados en la pantalla. No pudo evitar concentrarlos en otro lugar, justamente donde cierto rubio preparaba confites y botanas.

Craig sintió nuevamente el insistente revoloteo en sus entrañas. ¿Si Craig le avisara a Tweek que iría a visitarlo haría lo mismo por él? Se encontró más frustrado al poder darle una respuesta segura a su interrogante.

El timbre resonó contra las paredes de la casa, provocando un gritillo de Tweek, avisando que ya iba a atender la puerta. Craig sintió una corriente fría recorrer por su columna.

Tweek técnicamente le pudo haber pedido a Craig que atendiera en su lugar, pero descartó esta idea rápidamente. El azabache le agradeció internamente por esto. Podía predecir que apenas abriera la puerta y viera la silueta en el otro lado del umbral, le cerraría la puerta en la cara.

Se sintió misteriosamente satisfecho con esta acción. Conforme, extraño. Ya que ni siquiera conocía a la supuesta muchacha más allá de aquél mensaje de voz.

O eso creyó.

—¡Dulzura! —exclamó la chica lanzándose a los brazos del rubio apenas se abrió la puerta. Craig torció los labios ante semejante efusividad y chasqueó la lengua cuando Tweek le devolvió el abrazo gustoso. Decidió observar más detalladamente a la joven.

Lo que me faltabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora