Capítulo 32 - Alma solitaria

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Kushina

Naruto cerró la puerta tras de sí y al poco Minato apareció en la sala. Verle después de tantos años me resultaba muy difícil, no solo por lo que me había hecho, sino porque me molestaba lo que su mera presencia provocaba en mí. Veía a Minato aún como ese chico despreocupado del que me había enamorado al entrar a trabajar en la compañía Hokage y eso era algo que estaba muy lejos de ser la realidad.

Yo acababa de graduarme en la universidad y, al igual que mi hijo, buscaba un empleo. La oportunidad de tener un puesto de trabajo en la compañía Hokage se había presentado en mi camino y no pensaba dejarla pasar. Entusiasmada, me preparé para la entrevista y, a los pocos días, me informaron de que había conseguido el puesto. Al poco de entrar a trabajar vi por primera vez a Minato. Le conocía porque Nagato y él habían ido juntos a clase durante el instituto y pasaba bastante tiempo en mi casa por esa época, pero luego cada uno estudió en una universidad diferente y perdieron el contacto. Sin embargo, me reconoció y fue a saludarme. Cuando él y mi hermano eran amigos, yo estaba bastante colada por Minato. Quien no lo estaría, era guapísimo, además de que siempre me había tratado muy bien. En aquel momento, al ver que se acercaba a mí, me sentí como una chiquilla de quince años. Desde aquel entonces, siempre que me veía se acercaba a hablar un rato conmigo y un día me invitó a comer. Acabó haciéndose costumbre que comiesemos juntos una vez a la semana y eso dió pie a que acabasemos saliendo juntos. Minato apenas llevaba un par de años trabajando en la compañía y ya había ascendido considerablemente. Se rumoreaba incluso que él podría ser el siguiente presidente.

Un día, comencé a sentir náuseas. No fui a trabajar, pensando que sería algo momentáneo, pero día tras día se repetían y no podía seguir faltando más al trabajo. Fui al médico, preocupada, pero me llevé una sorpresa enorme: estaba embarazada. Me sentía muy feliz por eso, aunque quizás era pronto para ser madre, pero sabía que podía cuidar a mi hijo. El médico me dio algo para las náuseas y al día siguiente fui a trabajar. Minato no apareció, ni lo hizo el resto de la semana. Intenté llamarle, pero tenía el teléfono apagado. No pensé que algo estuviera pasando hasta que me encontré mis cosas en recepción un día que fui al trabajo. Me habían despedido sin avisarme y habían vaciado mi despacho. Tratándome mi orgullo cogí esa caja y me fui de allí. No sabía a quién acudir y el teléfono de Minato seguía sin dar señal. Me pase por su casa, pero se había  cambiado de dirección. Entendí también que me había dejado, pero yo simplemente no podía olvidar que estaba embarazada. Seguí adelante por mi hijo y comencé a ayudar a mi hermano en su gestoría. Él necesitaba otro trabajador y yo necesitaba un trabajo. Entre eso y algunos ahorros conseguí pedir un préstamo y comprarme un apartamento. Ahora que iba a ser madre no podia seguir viviendo en aquel caotico piso de estudiantes. Mi madre insistió en que volviera a casa, pero eso significaba también dejar tirado a Nagato. Sin embargo, cuando nació Naruto sí que me fui un mes con ella. Quería muchísimo a mi hijo, pero el universo se había puesto en mi contra para reproducir la genética del hombre que me había abandonado, por lo que cada vez que veía al niño me ponía a llorar. Lo único bueno de eso es que al menos de mayor iba a ser tan guapo como su padre. Durante ese mes que me costó sacar fuerzas, fue mi madre la que le cuidó. Luego me dije que no podía seguir así, que el fantasma de Minato no podía perseguirme toda la vida, así que comencé a encargarme de Naruto yo sola. Cuando me vi con fuerzas regresé a la ciudad y al trabajo, dejando a Naruto con mi cuñada, la cual también había tenido a mi sobrina, Karin. Ambos eran como hermanos y se cuidaban mutuamente.  Me sentía orgullosa de mí misma por todo lo que había conseguido con mi esfuerzo y, aunque Naruto siempre fue un trasto, había estado ahí para apoyarme y no había dudado en buscar trabajo para ayudarme con sus estudios. Los genes de su padre le vinieron muy bien para eso y ese fue el momento en el que empecé a agradecer de verdad que no se pareciera a mí. Había conseguido formar mi vida, tener una estabilidad junto a mi hijo, pero ahora todo parecía desmoronarse.

Libertad (Naruhina AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora