Capítulo 39 - Compinches

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Kushina

-Pero... -no quería aceptar su propuesta y no sabía qué decir. No quería decirle directamente que no, eso podía sentarle mal, pero no tenía una excusa mejor. Había gastado todas las buenas las otras cinco veces que me había llamado.

-Venga, Kushina, lo pasaremos bien -insistió. ¿Qué había de malo en salir a cenar con el padre de mi hijo? Eso no quería decir nada, ¿verdad?

-Está bien, Minato -cedí.

-¡Genial! -exclamó. Él rara vez se entusiasmaba-. Pasaré a por ti a las ocho.

-¿Debo arreglarme? -pregunté, por curiosidad.

-Sí -afirmó.

Eso ya no me parecía tan buena idea, pero ya había dicho que sí.

-Vale -respondí a regañadientes.

-Luego nos vemos -se despidió.

-Hasta luego.

Colgué el teléfono y suspiré. ¿Y ahora qué se suponía que tenía que hacer yo? Yo no tenía ropa elegante ni nada por el estilo. Echaba en falta a Naruto. Desde que se había mudado venía a visitarme con bastante frecuencia, pero no era lo mismo. Mi hijo era ya adulto y era consciente de que este día llegaría, pero todo había pasado muy deprisa. Un día me estaba comentando que había pensado en mudarse para estar más cerca de su trabajo y al siguiente ya había encontrado apartamento y tenía el camión de mudanzas abajo. Me sentía feliz por él, estaba formando su vida, pero yo le echaba de menos. Llevábamos juntos tantos años que ahora la casa se me hacía enorme para mí sola. Lo único bueno de todo esto era que yo ahora estaba más tranquila. No me preocupaba en darme prisa al llegar del trabajo, por si Naruto estaba esperándome, y tampoco discutía con nadie. Yo llegaba a casa y me tomaba las cosas con calma. Además, una persona sola ensucia mucho menos, por lo que también tenía más tiempo para mí, aunque ahora sí que me tenía que ocupar yo de todas las tareas, ya no podía repartirlas con Naruto. Ay, le echaba mucho de menos. Él me habría sacado de este lío muy fácilmente, habría dicho que tenía que estar con él o cualquier cosa, incluso si al final hubiese aceptado ahora estaríamos mirando en mi armario qué podía ponerme o algo así. Sin embargo, ahora trabajaba y yo no sabía si iba a poder venir.

Tenía aún el teléfono en la mano y llamé a mi sobrina. Ella seguramente pudiera ayudarme.

-¿Diga? -contestó.

-Hola Karin, necesito un favor.

-Claro, ¿qué pasa?


Una hora después Karin y Konan se presentaron en mi casa. Mi cuñada llevaba una maleta bastante grande y nada más entrar las dos fueron directamente a mi habitación. Cuando yo llegué, Konan la estaba abriendo y, con ayuda de Karin, estaba sacando su contenido.

-Hemos escogido lo que te podía quedar mejor -dijo Karin.

-¿De dónde ha salido esto? -pregunté. Había vestidos de distintos colores y varios zapatos de tacón.

-Es ropa nuestra -sonrió mi cuñada.

-¿Y me entrará?

-Claro que sí -aseguró. Su corta melena morada se movió mientras asentía-. No creo que usemos unas tallas muy distintas. 

Suspiré y miré lo que había. Un vestido color verde me llamó la atención. Parecía largo, quizás me llegase hasta los tobillos, y era muy sencillo. 

-Ay, ese es mío -dijo Karin cuando lo cogí-. Lleva la espalda al descubierto y queda precioso -ya no me parecía tan buena idea-. Ni se te ocurra, te lo vas a probar -añadió, cuando me vio dejarlo.

Libertad (Naruhina AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora