Capítulo 6 - No siempre es bueno seguir los consejos de mamá

395 31 12
                                    

Naruto

Sábado por la mañana. Dios, estaba tan a gusto en mi cama que solo pude acurrucarme más entre mis sábanas, mis suaves y cómodas sábanas. Pero mi tripa tenía otros planes y comenzó a rugir. Al principio la ignoré, pero el segundo gruñido fue más fuerte. Era un asco, pero tenía que levantarme.

Me desarropé y sentí el frío de octubre entrando por mis huesos. Cogí una sudadera que tenía a mano, alabandome mentalmente por dejar las cosas siempre al alcance -mi madre lo llamaba desorden, yo lo veía como algo muy útil-, y me la puse. Salí de mi habitación descalzo y rascándome la tripa, como ya era costumbre, mientras lanzaba un sonoro bostezo en mi camino a la cocina. Preparé la leche y engullí algunas galletas mientras se calentaba.

Respiré con calma, notando el aire entrar en mis pulmones. Tenía bastantes cosas que hacer, pero aun así estaba relajado. Rara vez me agobiaba por algo y, además, tenía todo el fin de semana para poder estudiar e intentar ponerme al día. He de reconocer que esa tranquilidad me jugaba malas pasadas, ya que normalmente estudiaba con dos escasos días de antelación, pero por suerte conseguía sacarlo adelante. No es que fuese un estudiante modelo, pero no tenía mala media. El problema era que, si quería entrar a hacer las prácticas donde yo quería, tenía que esforzarme.

Estaba en mi penúltimo año de carrera y, cuando esté acabase, solicitaríamos plaza para las prácticas que se hacían durante el último año. Estudiaba Administración y Dirección de Empresas y mi sueño era entrar en la Compañía Hokage, una de las multinacionales más grandes que existían, y llegar a liderarla algún día. Quería hacerlo porque siempre había oído que la gente que trabajaba ahí era reconocida y respetada, algo que en mi adolescencia y en mi vida en general escaseó. No es que yo fuese un marginado, pero sí que se metieron conmigo en alguna ocasión. Era consciente de que era un motivo absurdo a mis 21 años, pero acabó siendo algo importante para mí y, qué narices, tenía una estabilidad económica alucinante, así que a día de hoy seguía siendo mi meta. Sabía que si conseguía hacer las prácticas allí tendría muchas posibilidades de quedarme trabajando.

El pitido del microondas me sacó de mis pensamientos. Saqué la leche y mojé algunas galletas.

-Buenos días -dijo mi madre, envuelta también en su bata-, ¿vas a ir a ver a esa chica?

Miré a mi madre extrañado, pensando que se estaba refiriendo a Shion. ¿Mi madre animándome a quedar con ella? Eso era imposible. Entonces caí en nuestra conversación del coche y en...

-¡Hijo! -exclamó mi madre asustada al ver que empezaba a toser-. ¿Estás bien?

Sí, me había atragantado con el desayuno solo de pensar en Hinata.

-Sí, sí -dije una vez más calmado-, es solo que se me había olvidado.

Noté como la mano de mi madre golpeaba mi cabeza.

-¿Cómo puedes olvidarte de esa chica? -exclamó a la vez. Yo me encogía de dolor-. ¡Vístete!

Fui sacado de la cocina sin tener tiempo de acabar mi desayuno.

Ahí estaba, en frente del Café Konoha, dudando si entrar o no. Durante todo el viaje había maldecido a mi cerebro por no pensar en una excusa mejor el otro día en el coche y a mi madre por ser tan cabezota e insistente. Tal vez solo era una forma de distraerme de que yo también quería verla.

Empecé a darle vueltas a la situación. Ella perfectamente podría tomarme por un acosador o algo por el estilo y lo último que quería era que se sintiera incómoda conmigo. 

Joder, era un completo estúpido. 

Giré sobre mis talones, dispuesto a recorrer el camino de vuelta a casa, pero no fui capaz de moverme. Algo dentro de mí me decía que tenía que entrar, que no podía dejar las cosas así. También estaba el tema de que no podía mentirle a mi madre y que me daría la paliza de mi vida si le decía que me había marchado, puede que incluso me trajese a rastras y eso asustaría aún más a Hinata. Sin embargo, eso era minúsculo comparado con el malestar que sentía en mi pecho. Era como si hubieran reducido la capacidad de mis pulmones a la mitad y, al dolor residual del proceso, se sumase el dolor que me producía esa falta de oxígeno que mi cuerpo requería.

Libertad (Naruhina AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora